El primer contacto: las caricias moldean el cerebro de los bebés

El tacto es el primer sentido en desarrollarse y juega un papel esencial en su bienestar.

Caricias moldean cerebro bebés
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Durante mucho tiempo se ha pensado que los bebés “no se enteraban de nada”, no sentían dolor y que sus sentidos apenas percibían información del exterior. Si bien es cierto que la vista y el oído se van desarrollando progresivamente, el tacto es el sentido más desarrollado al nacer.

A lo largo de este artículo veremos por qué es tan importante el sentido exteroceptivo del tacto y qué impacto tiene en su desarrollo cerebral. Hablaremos sobre cómo el tacto es el primer lenguaje y cuál es su relación con el apego y el desarrollo del vínculo afectivo. Por último, también exploramos qué sucede cuando no hay caricias.

El tacto como primer lenguaje

¿Sabías que el tacto es el primer sentido en desarrollarse? Muchas personas creen que el olfato es uno de los sentidos que está más desarrollados en los bebés al nacer puesto que, ciertamente, es un sentido que está muy avanzado en comparación a la vista, por ejemplo. Es cierto que el olfato es un sentido muy importante que va a jugar un papel clave en el vínculo con la madre.

Sin embargo, aunque quizá es menos conocido a nivel popular, el tacto se desarrolla ya durante la gestación —entre las semanas 7 y 8— y es un sentido funcional incluso antes del nacimiento. Alrededor de la semana 20 el feto ya responde al tacto.

En este sentido, hay cada vez más información sobre lo relevantes que son las experiencias a nivel táctil para la criatura. Por ejemplo, el contacto piel con piel entre la madre y el bebé recién nacido es algo crucial y tiene efectos importantes en el bienestar físico, emocional y cognitivo del bebé.

El tacto no es importante únicamente en las primeras horas de vida, sino que es el canal que permite establecer las primeras comunicaciones con el entorno. Puesto que durante los primeros meses todavía no ven claramente ni comprenden el lenguaje hablado, el contacto físico es una de las principales vías mediante las cuales se establece el vínculo con los cuidadores principales. Además, también tiene un fuerte impacto en el desarrollo cerebral.

Las caricias como estímulo cerebral

Tal y como mencionamos anteriormente, el contacto físico no es un estímulo más que se perciba y procese de forma pasiva. Al contrario, tiene un fuerte impacto en el desarrollo cerebral. De hecho el tacto afectivo —entendido como caricias suaves y lentas— activa rutas neuronales concretas que están relacionadas con el bienestar.

En 2019 se realizó un estudio en el que se observaban las respuestas cerebrales de bebés de 2 meses de edad mediante resonancia magnética funcional (fMRI) ante caricias suaves. Los investigadores encontraron que este tipo de contacto activa, ya en tan corta edad, las siguientes regiones:

  • La ínsula, implicada en la percepción de las emociones y los estados internos del cuerpo.
  • La corteza somatosensorial secundaria que participa en la integración del estímulo táctil en el contexto afectivo.
  • La corteza orbitofrontal, asociada a la toma de decisiones y el procesamiento de la recompensa.

Estos hallazgos son realmente interesantes puesto que sugieren que el contacto afectivo tiene un valor emocional ya desde bebés. Esta experiencia táctil, además, contribuye a la formación del mapa del cuerpo y de las relaciones sociales.

Por otro lado, en 2018 se estudiaron las diferencias en el procesamiento cerebral en función del estímulo táctil que se recibía. Se observó que las caricias suaves activaban zonas relacionadas con las emociones mientras que los toques neutrales o técnicos no lo hacían.

Por si todo esto fuera poco, en 2022 se realizó una investigación con bebés prematuros y se observó que el tacto afectivo, las caricias, mejoran de forma significativa la regulación del sistema nervioso autónomo. Esto promueve una reducción de la frecuencia cardiaca, mayor estabilidad respiratoria y tolerancia al estrés.

Apego y vínculo afectivo

El tacto afectivo no es únicamente un estímulo cerebral. Resulta que también es un aspecto clave en el desarrollo del vínculo y el establecimiento del apego seguro con los cuidadores principales.

Las caricias sensibles que se dan de forma frecuente permiten la liberación de oxitocina —también conocida como la hormona del amor— y, a la vez, permiten que el bebé pueda regularse. Puesto que las criaturas no disponen de herramientas para autorregularse, requieren de cuidadores sensibles y atentos para poder hacerlo.

A día de hoy, disponemos de una gran cantidad de estudios en neurociencia que señalan que el contacto físico afectivo y frecuente es una necesidad biológica. El tacto modula y estructura funciones cerebrales que son esenciales para el posterior desarrollo de la empatía, la vinculación emocional y también la regulación emocional.

¿Qué pasa cuando faltan las caricias?

Aunque quizá sorprenda a algunas personas, la falta de contacto afectivo durante la primera infancia puede tener graves y duraderas consecuencias. Investigaciones realizadas con infantes que han crecido en instituciones han demostrado que los bebés que no han tenido contacto físico tienen retrasos en el desarrollo, mayor vulnerabilidad al estrés y trastornos del apego.

El cerebro es especialmente plástico en la infancia y el desarrollo de este puede verse seriamente alterado. Las criaturas que no han recibido caricias afectuosas de forma frecuente durante la infancia suelen presentar dificultades en la maduración de sistemas cerebrales que están vinculados con la empatía, la regulación emocional y la sociabilidad.

Ya hemos comentado anteriormente que los toques afectivos (caricias) y aquellos que no lo son generan respuestas diferentes en nuestro cerebro desde una edad bien temprana. Por tanto, no cualquier tipo de contacto sirve para garantizar un desarrollo óptimo de las redes cerebrales y fomentar la regulación del sistema nervioso autónomo.

  • Jönsson, E. H., Kotilahti, K., Heiskala, J., Wasling, H. B., Olausson, H., Croy, I., Mustaniemi, H., Hiltunen, P., Tuulari, J. J., Scheinin, N. M., Karlsson, L., Karlsson, H., & Nissilä, I. (2018). Affective and non-affective touch evoke differential brain responses in 2-month-old infants. NeuroImage, 169, 162–171. https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2017.12.024
  • Püschel, I., Reichert, J., Friedrich, Y., Bergander, J., Weidner, K., & Croy, I. (2022). Gentle as a mother's touch: C-tactile touch promotes autonomic regulation in preterm infants. Physiology & behavior, 257, 113991. https://doi.org/10.1016/j.physbeh.2022.113991
  • Tuulari, J. J., Scheinin, N. M., Lehtola, S., Merisaari, H., Saunavaara, J., Parkkola, R., Sehlstedt, I., Karlsson, L., Karlsson, H., & Björnsdotter, M. (2019). Neural correlates of gentle skin stroking in early infancy. Developmental cognitive neuroscience, 35, 36–41. https://doi.org/10.1016/j.dcn.2017.10.004

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Nerea Moreno. (2025, mayo 8). El primer contacto: las caricias moldean el cerebro de los bebés. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/primer-contacto-caricias-moldean-el-cerebro-de-los-bebes

Psicóloga

Nerea Moreno es graduada en psicología, con mención en psicología clínica, por la Universidad de Barcelona. Cursó el Máster en Psicología General Sanitaria con la Universidad Autónoma de Barcelona. Posteriormente, se formó como experta en psicología de las emergencias y catástrofes. Tanto esta formación como la experiencia laboral en el campo, supusieron para Nerea el descubrimiento de un nuevo mundo: el trauma. Desde entonces, trabaja desde un enfoque integrador y no ha parado de formarse en trauma, sistema nervioso, apego, duelo y emociones.

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