La parentalidad es un proceso interno por el cual nos sentimos capaces de ser padres/madres y vincularnos con nuestros hijos/as. Ahora bien, esto no es tarea fácil. En este artículo veremos cuáles son los principales retos de la parentalidad, y las implicaciones de cada uno de ellos en nuestras vidas.
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Los principales retos de la parentalidad, explicados
En el siglo XXI, ser padres/madres requiere una importante capacidad para tolerar la incertidumbre y adaptarse a los cambios a gran velocidad. Pero hay algo que no varía, a pesar de los cambios históricos y culturales: la necesidad de crear un vínculo seguro y de contención.
En este proceso, hay algunos retos que se nos presentan y que tendremos que enfrentar para responder a las necesidades de nuestros hijos/as de forma “suficientemente buena”:
1. Sentirnos adultos
Independientemente de nuestra edad, el grado de madurez que sentimos puede variar. Cuando nos sentimos adultos, nos hacemos responsables de nuestra propia vida y nos posicionamos como protagonistas de la misma. Haber alcanzado cierto grado de coherencia interna y de confianza en nuestros recursos facilita la tarea de ser padres/madres.
2. Resignificar los propios vínculos
Cuando nos convertimos en padres/madres, nos colocamos en un rol completamente nuevo y cualitativamente diferente a cualquier otro vínculo que hayamos experimentado antes. Desde esta nueva posición, nuestra imagen como hijos/as y hermanos/as puede cambiar y adquirir nuevos significados.
Especialmente importante es la reactualización del vínculo con nuestros padres. La imagen que teníamos sobre ellos puede cambiar, entendiendo sus conductas desde otra perspectiva.
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3. Cuidar, sostener y enseñar el mundo
Las principales funciones parentales son cuidar, sostener y enseñar el mundo a los hijos/as. Al cuidarles, les proporcionamos unos cuidados físicos básicos pero también les ayudamos a conocer y coordinar su propio cuerpo. Cuando hablamos de la capacidad para sostener, nos referimos a la aceptación de sus emociones, sean cuales sean.
Como padres/madres, una de nuestras tareas se basan en ayudar a nuestros hijos/as a expresar sus emociones de una forma adecuada y tolerable. Además, cuando les vamos presentando objetos y enseñando el mundo, les ayudamos a relacionarse y a habitar en él.
4. Aceptar la imperfección
Desde el momento en que surge el deseo de tener un hijo/a, también empezamos a visualizarnos como madres o padres. Imaginamos cómo será nuestro hijo/a y cómo seremos nosotros/as en la crianza. Pero cuando nace el bebé y, según va creciendo, una de las tareas a realizar será la de conocerle y descubrir cómo es realmente. Si la realidad es muy diferente a las expectativas que teníamos, pueden aparecer dificultades.
En la relación con los hijos/as, habrá momentos de frustración, de mayor y menor entendimiento, pero si aceptamos esto como algo normal, sin hiperexigencia ni culpa, la capacidad para contener y sostener se mantendrá.
5. Facilitar la diferenciación
Nada más nacer, el bebé depende totalmente de nuestros cuidados y de nuestra mirada y valoración. Si todo marcha bien, desarrollaremos nuestra sensibilidad para sintonizar con sus necesidades y darles respuesta. También seremos capaces de admirarle.
Pero, según vaya creciendo, esta dependencia deberá ir siendo cada vez menor, en la medida en que nuestros hijos/as vayan aprendiendo y desarrollando recursos para hacer cosas por sí mismos/as. Es importante dejarles espacio y tiempo para que desarrollen sus propias capacidades, tanto a nivel instrumental como de autorregulación y sostén emocional.
6. Transmitir las ganas de vivir
Los hijos/as captan nuestras emociones y sienten el clima familiar. No se trata de negar las emociones negativas ni de estar siempre alegres, pero sí de transmitir que la vida merece la pena y dejar que ellos/as lo vayan experimentando a su propio ritmo.
Conclusión
En resumen, desde el mismo momento en que aparece en nosotros/as el deseo de tener un hijo/a, nos asumimos como personas adultas, responsables y con recursos para hacer frente a la crianza. Pueden planteársenos algunos retos, sobre todo cuando hemos tenido dificultades en la relación con nuestra familia de origen o hemos desarrollado unas expectativas muy altas con respecto a la paternidad/maternidad.
En todo caso, no se trata de ser perfectos/as, sino de ser receptivos/as y estar disponibles para nuestros hijos/as. Nuestra principal función como padres/madres es la de aportar a nuestros hijos/as la capacidad de ser ellos/as mismos/as. Esto es, la capacidad para pensar por sí mismos/as y la confianza en que disponen de recursos para afrontar su propia vida.
Referencias bibliográficas:
- Rotenberg, E. (2010). Hijos difíciles - Padres desorientados. Buenos Aires: Lugar. · Dio Bleichmar, E. (2005). Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos. Barcelona: Paidós.