Aunque muchas veces lo olvidemos, el amor va mucho más allá de las relaciones de pareja. El vínculo afectivo que une a los padres y madres con sus hijos e hijas es, normalmente, uno de los más fuertes que existe. Los padres y las madres pueden llegar a hacer sacrificios por el bienestar de sus pequeños (o ya no tan pequeños).
Sin embargo, el simple hecho de tener descendencia y formar una nueva familia no garantiza que las relaciones afectivas que se dan entre las dos generaciones de esta sean siempre fuertes, o que sean estables y de calidad. Los problemas entre padres e hijos son más frecuentes de los que nos imaginamos, y es importante tener en cuenta que esto se debe a una mala gestión de las relaciones: algo que se puede evitar.
A continuación veremos varias pautas sobre cómo hacer que la relación paternofilial goce de buena salud y que, en caso de que existan, los viejos rencores y resentimientos queden en el pasado. Ningún conflicto tiene por qué durar eternamente.
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Cómo fortalecer la relación entre padres e hijos
En las relaciones de afecto que se establecen entre padres, madres e hijos un pequeño cambio de actitud puede hacer que enfados y conflictos que parecían enquistados empiecen a desaparecer a una velocidad sorprendente.
Incluso si lo que hay no es resentimiento sino indiferencia, es perfectamente posible volver a conectar con los más jóvenes invitándoles a que se vean involucrados en conversaciones significativas y expresiones de afecto. Veamos cómo.
1. Apostar por el contacto físico
Aunque muchas veces lo olvidemos, buena parte de las relaciones se establecen mediante el contacto físico: besos, abrazos, caricias… Por eso es bueno promoverlos en las relaciones paternofiliales, siempre que sean no planificados y surjan de manera espontánea. Este consejo consiste no tanto en “implantar” abrazos, sino en no reprimirlos.
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2. Evitar los interrogatorios
Una de las técnicas que utilizan los padres y madres para intentar establecer comunicación con sus hijos es plantear una sucesión de preguntas, las cuales suelen ser contestadas de forma escueta o con monosílabos por los jóvenes, hasta que se cansan y reaccionan con enfado. Esta es una táctica que hay que evitar, ya que no suele ser eficaz para dar pie a un diálogo fluido.
En vez de eso, es mucho mejor apostar por el diálogo significativo. Si cuesta captar la atención del hijo o hija, es mejor asumir eso y no obligar desde el principio a tener qué pensar lo que van a decir ante las preguntas (esto suele agobiar a quien no está dispuesto a involucrarse mucho en una interacción).
¿Cómo hacerlo? Hablando con honestidad sobre un tema por el que el o la joven puede sentir interés por opinar. Para ello es bueno recordar que importa más la forma que el contenido (se puede hacer un monólogo sobre prácticamente cualquier tema, por ejemplo).
En este caso, lo que le da interés a lo que se dice es el hecho de expresar desde el principio que se trata de una reflexión honesta, personal e íntima sobre aquello de lo que se habla. Imprimir esta capa de intimidad en el mensaje despertará fácilmente empatía en quien, a fin de cuentas, es nuestro hijo o hija.
3. Gestionar los horarios
Muchas veces, el debilitamiento de los lazos que unen a padres e hijos viene propiciado por un mal horario. Todas las relaciones dependen de la práctica, no de la teoría, y si no se comparte tiempo juntos, el hecho de ser “padre de” e “hijo de” cuenta más bien poco. Es necesario hacer que el horario tenga una cantidad suficiente de tiempo para hacer vida de familia.
4. Interesarse por su mundo
Muchos padres y madres asumen que es imposible entender nada de lo que pertenece a la generación de sus hijos. Esto, además de ser un error de cara a las relaciones familiares, es totalmente falso y no se sostiene por ningún lado. ¿Por qué iba a ser incapaz una persona adulta de informarse y comprender mínimamente cuáles son los intereses y referentes de sus hijos? Lo que hay, muchas veces, son simples excusas para no tener que enfrentarse a esta tarea.
Si a nuestra hija le interesa el montañismo, por ejemplo, no nos tiene que interesar a nosotros obligatoriamente, pero sí deberíamos comprender qué aspectos de esta actividad hacen que resulte estimulante, y de qué manera. Así es mucho más fácil comprender su mundo y sus prioridades y, por supuesto, empatizar.
Así que, la próxima vez que hable de algo que le interesa, adopta la escucha activa y plantéate aprender de verdad.
5. Mantener el Smartphone lejos
Los smartphones y las tablets son dispositivos muy útiles en muchos sentidos, pero en las relaciones cara a cara son distractores que causan estragos en la calidad de la interacción. Es por eso que todo padre o madre que quiera compartir tiempo de calidad con sus pequeños debería ocuparse específicamente de que estos elementos permanezcan lejos en el momento de conversar y compartir momentos agradables juntos.
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6. Muestra buena disposición
Si quieres hacer que el vínculo afectivo con tu hijo o hija cobre fuerza, demuéstralo dando los primeros pasos, aunque a veces tu orgullo u obstinación te echen para atrás. Sí, puede salir mal, y sí, este gesto de acercamiento puede no verse correspondido, pero es importante tener claro que este paso es indispensable y que, a fin de cuentas, no nos jugamos nada relevante en él en caso de ser rechazados.