Le acuestas, le arropas, le cantas su nana favorita y, cuando parece que se ha dormido, te marchas de su habitación. Pero no hace ni un minuto que te has sentado en el sofá y escuchas: “¡Mamá, papá, tengo sed!”. ¿No ha bebido suficiente agua? ¿Está deshidratado? ¿Qué extraño mecanismo hay en su cuerpo que, cada vez que le acuestas y te marchas, se activa el botón de la sed? ¿Cómo puede ser que, pese a que durante el día hay que recordarles que beban agua, durante la noche parece que se vuelven sedientos? No es ningún hecho paranormal, ni tampoco casualidad: es simplemente una prueba de confianza, necesita saber que estás ahí.
Reclamar agua cuando es de noche y están solos es un comportamiento muy habitual en los niños y niñas a partir de los 3 años. De hecho, se calcula que más del 90 por ciento piden ese vaso de agua cuando ya se han acostado. Marta Torres, psicóloga especialista en ansiedad y emociones, explica a Psicología y Mente que es la manera que tienen de demostrarse a sí mismos “que pueden confiar en nosotros”. “Necesitan saber que cuando tienen un problema, acudiremos, estaremos ahí”, añade. Y cuando acudimos, sentencia, “se sienten seguros”.
¿Pero por qué pedir agua?
En opinión de esta especialista, “si nos reclaman llorando o diciendo que tienen miedo, quizás no iremos, pero si tienen una necesidad primaria, sí que acudiremos”. “Si pidieran comida, saben que no nos engañarían, porque acaban de cenar, pero agua, sí”, afirma. Sea como sea, no se trata de poner a prueba la paciencia de los padres ni de una rabieta, sino simplemente de sentirse más tranquilos, más confiados y, por lo tanto, poder dormir mejor. Así que, según los expertos, lo más sencillo es acudir a su llamada, darles el agua que necesitan y desearles las buenas noches de la manera más dulce posible.
¿Pero qué hacemos cuando esta situación se repite en más de una ocasión o se alarga en el tiempo? Según Torres, los niños y niñas deben entender que los padres ya han atendido a su llamada y que ya han respondido a su demanda de seguridad y de confianza. “Podemos decirles que, para que sean más autónomos, les dejaremos un vaso de agua o una botellita en la mesita de noche. Y así ellos mismos podrán beber y no tendrán la necesidad de llamar cuando tengan sed”. La psicóloga destaca que es muy importante explicárselo y que entiendan “que nosotros tenemos que descansar y que ellos también deben hacerlo”.
Les cuesta dormir solos
A los más pequeños les cuesta mucho dormir solos, algo que también ocurre en los adultos, aunque estos ya han aprendido a gestionarlo. Explica Torres que los mayores —como los niños— durante el día “andamos distraídos, pensando en lo que nos preocupa, pero de aquella manera, sin darle demasiada importancia”. Pero que cuando llega la noche, con la oscuridad y el silencio, “escuchamos nuestros miedos, nos volvemos más vulnerables”. Y esto también pasa con los pequeños: “La diferencia es que nosotros (los adultos) ya somos autónomos y sabemos manejarnos, mientras que los niños todavía no, y por eso necesitan nuestra confianza”, concluye.
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