Drogas depresoras del sistema nervioso: características y ejemplos

Un resumen sobre las características de las drogas depresoras del sistema nervioso.

Drogas depresoras del sistema nervioso

Las drogas son sustancias que generan en las personas que las usan un efecto sobre su vida mental, que tienden a valorar como agradable en el momento en el que se expresa, pero que acaba condicionando severamente el modo en el que desarrollan sus actividades cotidianas.

Y es que todas las drogas implican (en cierto modo) la manipulación de nuestro sistema de recompensa central, viciando el "magnetismo" de la brújula que guía nuestras motivaciones y metas en la vida. Sucede así el fenómeno que conocemos como "adicción" o "dependencia".

Los efectos de cualquier sustancia en nuestro cerebro pueden dividirse en tres categorías, a saber: estimulante (generación de euforia y de mayor actividad), psicodisléptico (alteración de la percepción) y depresor (relajación profunda de la activación fisiológica y cognitiva).

En este artículo abordaremos precisamente el último de ellos, destacando varias de las drogas depresoras del sistema nervioso que con más frecuencia se consumen en el mundo. Se dará especial atención a sus efectos y a la manera en que alteran el pensamiento y la conducta.

Drogas depresoras del sistema nervioso

Las drogas depresoras del sistema nervioso central tienen la propiedad de inducir estados de profunda relajación muscular, así como una laxitud de la conciencia y un enlentecimiento a nivel cognoscitivo y de procesos fisiológicos como la respiración o el ritmo cardíaco. Todas ellas tienen la propiedad de ejercer efectos de tipo sinérgico cuando se consumen de manera combinada, por lo que el uso concomitante de dos o más de estas puede conducir al coma o incluso a la muerte. Además, han demostrado ser capaces de generar tolerancia y síndrome de abstinencia (el cual es el opuesto al efecto de la intoxicación).

Otro aspecto que debe conocerse es el de la tolerancia cruzada. El consumo de una droga de esta familia hace que cada vez se necesite una dosis mayor para obtener el mismo efecto que se alcanzó al inicio, pero todo ello se hace extensible a la totalidad de las mismas. Así, si alguien desarrolla este proceso con el alcohol va a mostrar una reacción atenuada al efecto de los ansiolíticos cuando los consuma de una manera separada. Veamos en lo sucesivo qué son estas drogas y sus características de más importancia.

1. Alcohol

El alcohol es el nombre genérico que recibe el etanol. Proviene de la fermentación aeróbica del azúcar que contienen algunas frutas (uva, manzana, etc.) y granos (arroz, cebada, etc.), mediada por la actividad de hongos como las levaduras. En general, es viable diferenciar su presentación en dos categorías diferentes: las bebidas fermentadas (vino, cerveza, etc.) y las bebidas destiladas (whisky, ron, ginebra, etc.), de entre las cuales las segundas contienen un porcentaje más alto de esta sustancia (treinta grados o más).

Se entienden como bebidas alcohólicas todos los productos que contienen, al menos, un 1% de etanol en su composición (o un grado, que sería una medida equivalente); y entran en tal categoría un abanico muy amplio de licores y cervezas comercializadas como "sin alcohol". El cálculo de los gramos de esta sustancia se realizaría a través de la sencilla multiplicación de sus grados (en cada 100 cc de líquido) por 0,8, cifra que corresponde a su densidad.

Cuando la sustancia es ingerida, el 80% de la misma es absorbida por el intestino delgado, y el 20% restante por el estómago. Además de ello, atraviesa la barrera hematoencefálica y la placentaria, por lo que alcanzaría el cerebro y el feto en el caso de las mujeres embarazadas (actuando como un peligrosísimo teratógeno y aumentando el riesgo de múltiples problemas en el recién nacido).

A su vez, las mujeres se intoxican de una forma más rápida y tienen un riesgo superior de que la sustancia perjudique a su organismo. Cuando el alcohol se mezcla con gas (bebidas carbonatadas) o se utiliza en ayunas, la llegada de su efecto se acelera.

Podría decirse que la embriaguez inducida por el alcohol supone el tránsito por una serie de etapas bien diferenciadas. En primer lugar es posible que la persona experimente bienestar y una tendencia a la risa fácil, acompañada de locuacidad y de desinhibición conductual (por lo que se atreve a interactuar con otros de una forma menos "aprensiva").

Progresivamente, a medida que se continúa con el consumo, llega un estado de sedación y un entorpecimiento al tratar de desplazarse, con un habla farfullante y una sustancial pérdida de reflejos. Por último se alcanza un estado en el que la conciencia se altera, surge amnesia lacunar y dificultades al respirar. En este punto, el riesgo de coma y de muerte (por una depresión respiratoria) se encuentra presente.

Pese a ser una droga que puede ser adquirida legalmente sin problema alguno, e incluso ser un invitado común en muchas celebraciones y fiestas, el alcohol genera adicción y se asocia a múltiples patologías en diferentes órganos y sistemas. Su uso es particularmente nocivo en el caso de las mujeres, debido a discrepancias intersexuales en la distribución corporal de los tejidos adiposos y de las enzimas encargadas de su metabolización.

2. Benzodiacepinas

Las benzodiacepinas son fármacos recetados para el abordaje de algunos de los trastornos insertos en la categoría global de la ansiedad, y más en particular de los que tienen un perfil de síntomas fisiológicos (como el pánico p.ej.). Actúan sobre nuestro cerebro incidiendo en el GABA, el neurotransmisor inhibitorio de mayor importancia para el ser humano, lo que reduce el nivel basal de activación cortical. Su efecto empieza unos diez o quince minutos después de su consumo por vía oral, mediante la cual se absorbe fácilmente.

Su impacto en el organismo atenúa la forma en que el sistema nervioso simpático precipita la propia fisiología ansiosa. Es por ello que se utiliza en el tratamiento de este síntoma, pese a que puede generar adicción entre los que la consumen durante largos periodos. Así, se ha descrito la aparición tanto de un síndrome de abstinencia (malestar cuando se abandona el consumo o no se dispone de este compuesto) como de tolerancia (necesidad de aumentar la dosis para alcanzar el mismo efecto que se obtenía al inicio). En algunos casos, además, propicia hostilidad e irritabilidad.

Cuando se consumen en dosis más elevadas pueden inducir el sueño, o lo que es lo mismo, adquirir propiedades hipnóticas (reduciendo el tiempo que media entre el acceso a la cama y la conciliación). No obstante, su uso modifica su estructura: abrevia la fase 1 (sueño ligero), prolonga la 2 y prácticamente anula las 3 y 4 (dormir profundo). Es por este mismo motivo que resulta prioritario proporcionar estrategias de higiene del sueño, y reservar este fármaco únicamente para casos de extrema necesidad, manteniéndolo como máximo durante tres o cuatro semanas.

Además de los efectos ansiolíticos/hipnóticos, esta medicación induce miorrelajación por su acción sobre los ganglios basales, el cerebelo y la médula espinal; y efectos anticonvulsivos, incluyendo los espasmos que concurren en el marco de la abstinencia alcohólica. Es por ello que su uso puede extenderse a problemas de salud muy distintos a la ansiedad, tales como las contracturas en las fibras musculares y la desintoxicación de otras sustancias.

Los efectos secundarios de su administración incluyen mareos (sobre todo en los pacientes mayores cuya función hepática y/o renal está alterada), sedación excesiva, cefaleas, deseo sexual inhibido, disfunción eréctil, lubricación insuficiente, compromiso articulatorio durante la producción del lenguaje (disartria/disfasia), temblor, diarrea o estreñimiento. También se han detectado casos de amnesia anterógrada, esto es, de un entorpecimiento del proceso de almacenamiento de información en el almacén de memoria a largo plazo. Tales problemáticas dificultan la actividad académica y la laboral, y reducen sensiblemente la calidad de vida.

Pese a todo, estos fármacos tienen un perfil de seguridad mejor que los usados antes de ellos: los barbitúricos. Adherirse a lo que el facultativo estipule a través de su juicio clínico, sin aumentar la dosis o prolongar el tiempo de tratamiento, es básico para minimizar el riesgo de adicción.

3. Barbitúricos

Los barbitúricos son depresores no selectivos del sistema nervioso. Están conformados por ácido barbitúrico (combinación de urea y ácido malónico proveniente de las manzanas) y dos radicales de carbono.

Hasta la década de los 60 fue el ansiolítico de uso más habitual, pese a ser tristemente célebre por el alto número de intoxicaciones fatales que producía en todo el mundo (ya que las dosis terapéuticas y fatales se hallan excesivamente próximas). Tal hecho, junto a su enorme capacidad adictiva, hicieron necesaria su desaconsejación terapéutica y la sustitución por los nuevos ansiolíticos (cuando se sintetizaron).

En la actualidad únicamente se emplean para la anestesia intravenosa en ciertas cirugías, y también para la reanimación de traumatismos craneoencefálicos. Además, como información curiosa, se incluye (junto con otras sustancias) en la fórmula de la inyección letal, que sigue utilizándose hoy en día en EE.UU. Por último, todavía se emplea el fenobarbital sódico para la epilepsia, siendo esta una de las sustancias que más fallecimientos provoca por depresión respiratoria en todo el planeta (sobre todo al combinarse con alcohol).

4. GHB

El GHB (gamma-hidroxibutirato) es otra de las drogas depresoras de nuestro cerebro, la cual muy frecuentemente se etiqueta como éxtasis líquido. Lo realmente cierto es que se trata de un nombre equívoco, puesto que el éxtasis (o MDMA) es un compuesto químico cuyo efecto y mecanismo de acción son distintos a los del GHB. Este último suele presentarse como un líquido transparente y ligeramente salado, lo que facilita su "camuflaje" en bebidas de todo tipo sin que prácticamente pueda percibirse el cambio en su sabor, lo que es peligroso para quien pueda tomarlo inadvertidamente (puesto que potencia el efecto del alcohol y facilita una eventual sobredosis).

Se trata de una droga popular en fiestas rave, las cuales tradicionalmente se realizaban en la clandestinidad y en las que se utilizaban todo tipo de sustancias junto a música electrónica y luces de colores. El consumo de GHB induce un estado de "euforia" y de desinhibición por depresión de la corteza prefrontal, algo que en muchas ocasiones acaba expresándose como actos de violencia. Multitud de los que la usan reconocen alucinaciones en modalidad visual, de forma que se precipita consecuentemente una respuesta de agitación y de nerviosismo que conduce al colapso de las emociones.

El efecto de la sustancia llega a su punto más álgido aproximadamente 10-20 minutos tras el consumo, motivo por el cual antiguamente se postuló la posibilidad de usarla como inductor del sueño y anestésico. Más tarde se tuvo que descartar por las alteraciones perceptivas que ocasionaba y también por sus secundarismos, numerosos e invalidantes (mareos, náuseas, diplopia, somnolencia y cefaleas). El efecto de la droga se prolonga durante dos horas, pero con una etapa residual que llega a duplicar la duración. Su origen es sintético (procede de la síntesis artificial en un laboratorio).

En ocasiones su presentación es en forma de polvo blanquecino, lo que permite valorar más fácilmente el efecto asociado según la dosis que se administra (en gramos). Se estima que a partir de los cuatro gramos puede inducir un estado de sueño que resulta tremendamente difícil de interrumpir, así como una disolución de la conciencia que implica en último término estados comatosos.

5. Kava

El kava es una sustancia que se vende como medicina alternativa para el tratamiento de los estados agudos de ansiedad, aunque todavía no se dispone de evidencia sobre su posible efecto beneficioso en tal sentido. Procede de una planta de origen polinesio (piper nigrum) emparentada directamente con el pimentero, y que se usa extensamente en regiones que se distribuyen a lo largo del océano pacífico. Sus efectos son similares a los de otras sustancias depresoras descritas en este texto, e incluyen un estado de calma y relajación en el que se mantiene la total integridad de las funciones cognitivas superiores.

Pese a que existen algunos estudios sobre la sustancia de los que se infieren propiedades adictivas, lo realmente cierto es que tampoco se dispone aún de evidencias definitivas sobre este extremo. Se suele presentar en forma de bebida, y sus ingredientes activos reciben el nombre de kavalactones. Todos los posibles efectos perniciosos que pudieran atribuirse a esta sustancia, incluyendo su hepatotoxicidad y una posible apoptosis tisular, siguen todavía bajo estudio.

6. Heroína

La heroína es una de las drogas más adictivas que se han documentado. Se elabora a partir de la morfina, la cual a su vez se extrae de la adormidera. Se presenta en forma de polvo de color blanco, o como una sustancia pegajosa y negruzca. Algunos de sus consumidores la mezclan con cocaína (speedball), de lo que se deriva una mezcolanza que ha conducido a la muerte a muchísimas personas a lo largo de las últimas décadas. En este último caso la vía de consumo es inyectada, aunque la heroína se administra también vía fumada e inhalada, lo que acelera su acceso al sistema nervioso y el tiempo que demora en hacer efecto sobre él (adhiriéndose a los receptores opioides).

En sus inicios, esta droga se sintetizó con el fin de sustituir a la morfina para su uso militar, puesto que muchos soldados regresaban a su país (tras la primera gran guerra) padeciendo una nociva dependencia química a la misma. También se vendió con el inocente objetivo de tratar la tos común y la diarrea. Finalmente, no obstante, se retiró del mercado por razones de seguridad; aunque su uso se extendió como práctica ilegal de forma imparable, sobre todo en la década de los 60.

Su consumo produce una relevante sequedad en la boca (xerostomía), rubor, pesadez en los brazos/piernas, náuseas, picor dérmico difuso, enlentecimiento cognitivo, somnolencia honda y vómitos. Cuando deja de consumirse puede surgir un insoportable dolor articular, síntomas pseudogripales, diarrea incontrolable, temblor y búsqueda desesperada de la sustancia. Los efectos del síndrome de abstinencia a veces pueden ser realmente severos, y obligar a que se articulen tratamientos de control de daños con agonistas parciales (metadona).

A medida que el tiempo discurre, si su uso no cesa pueden surgir complicaciones de enorme importancia. Las más relevantes son el daño a la estructura de las fosas nasales (en el caso de la vía inhalada), insomnio en cualquiera de sus fases, pericarditis (infección del tejido que recubre el corazón), alteraciones de la esfera sexual, estreñimiento crónico, problemas en la vida emocional (sobre todo depresión) y una degradación de las funciones renal y hepática. El ostracismo social es también muy habitual, lo que agrava el problema y dificulta que se dé una adecuada reinserción.

En otros casos, como resultado de un empleo indebido de las jeringuillas y los utensilios que se usan para su administración intravenosa, el consumidor de heroína puede contraer alguna infección crónica (VIH, hepatitis, etc.); lo cual supone un problema adicional de salud para el que se deben ofrecer soluciones terapéuticas independientes. Por último existe un relevante riesgo de sobredosis, derivado de los efectos sinérgicos de su combinación con otros depresores, o por el uso de la misma en un espacio desacostumbrado o infrecuente (por tolerancia condicionada).

Referencias bibliográficas:

  • Barerah, S. (2018). Forms of Drug Abuse and Their Effects. Alcoholism and Drug Abuse Weekly, 1. pp. 13 - 19.
  • Dassanayake, T., Michie, P., Jones, A., Carter, G., Mallard, T y Whyte, I. (2012). Cognitive Impairment in Patients Clinically Recovered From Central Nervous System Depressant Drug Overdose. Journal of clinical psychopharmacology, 32, 503-510.

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Joaquín Mateu-Mollá. (2020, enero 6). Drogas depresoras del sistema nervioso: características y ejemplos. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/drogas/drogas-depresoras-sistema-nervioso

Doctor en Psicología Clínica

Joaquín Mateu-Mollá (Valencia, 1985) es Psicólogo General Sanitario y Doctor en Psicología Clínica por la Universidad de Valencia. Cuenta con estudios de postgrado en Psicopatología (Máster Oficial), y se dedica tanto a la docencia como a la investigación y la divulgación científica.

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