El razonamiento abstracto es, posiblemente, lo que permite que el ser humano sea tal y como lo conocemos hoy en día. El lenguaje, la capacidad de hacer planes y muchas otras habilidades tienen que ver con esta faceta de nuestra mente.
En este artículo veremos qué es exactamente el razonamiento abstracto, cuáles son las áreas del cerebro más directamente involucradas en él, y cómo entrenarlo.
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¿Qué es el razonamiento abstracto?
Una definición de lo que es el razonamiento abstracto podría ser la siguiente. Se trata del conjunto de operaciones cognitivas basadas en la reorganización de conceptos abstractos, llevadas a cabo con la finalidad de producir información nueva en forma de conclusión.
Así pues, se trata de un tipo de conducta de tipo privado (no es fácilmente observable por otra persona sin los instrumentos de medición adecuados) en el que los conceptos con los que se trabaja son altamente abstractos. Ahora bien… ¿qué significa exactamente que un concepto es abstracto? Veámoslo.
Los conceptos abstractos
Aunque normalmente asociemos la idea de “concepto” al uso del lenguaje, lo cierto es que animales no humanos desprovistos de la capacidad de utilizar el lenguaje también piensan utilizando como materia prima los conceptos. Un concepto es, en definitiva, un recuerdo más o menos simple basado en una experiencia pasada, la cual deja en el cerebro un tipo de información que puede servir para explicar otras situaciones.
Por ejemplo, un bebé es capaz de reconocer por el tacto un objeto que antes tan solo había visto, no tocado, ya que su recuerdo de la imagen de este le sirve para crear una representación mental de su forma en tres dimensiones. Esa representación del objeto, que llega a través de la modalidad sensorial visual pero que sirve para generar otro tipo de representaciones, es un concepto.
Algo similar ocurre con el modo de aprendizaje de los animales. Por ejemplo, lo que ocurre cuando un depredador huele cierto tipo de presa tiene que ver con los conceptos: en este caso, la representación es un organismo con varias características, entre las cuales está ese olor determinado y posiblemente el sabor de su carne. Del mismo modo, muchos seres vivos son capaces de pensar a partir del concepto de cantidad, sabiendo que la unidad es menor que el par, etc.
Sin embargo, ni los conceptos con los que piensan los bebés ni los que utilizan la gran mayoría de animales son en sí conceptos abstractos. ¿Por qué? Porque no se fundamentan en propiedades abstractas de los objetos, paisajes y seres vivos que han sido percibidos a través de los sentidos.
Este tipo de conceptos tan sencillos dan información sobre características sensoriales fácilmente comprobables, como la forma, el color, la textura o la peligrosidad para uno mismo, pero no informan sobre aspectos menos ligados a lo terrenal, como las actitudes, la el género a la que pertenece una especie, etc. En definitiva, no se basa en propiedades sutiles que pueden ser atribuidas indirectamente a otras cosas.
Diferentes grados de complejidad cognitiva
Hay conceptos más abstractos que otros, y por eso mismo, hay razonamientos abstractos que también lo son más que otros.
Por ejemplo, el concepto de frontera es abstracto porque no nos dice gran cosa sobre las propiedades físicas de un objeto o ser vivo, pero la el amor platónico es aún más abstracto, porque ni siquiera puede ser representado por una forma (en el caso de la frontera, esa forma podría ser una línea) sin tomarse muchas concesiones. Así pues, razonar a partir de la idea de lo que es una frontera no es lo mismo que utilizar las ideas del célebre filósofo griego.
En definitiva, la abstracción es una propiedad relativa. Básicamente, lo abstracto es aquello que en sí mismo no percibimos de manera directa, pero que a la vez podemos ver “encarnado” en aquello que nos rodea: la simpatía, el minimalismo, la tosquedad, etc.
La utilidad del razonamiento abstracto
Una mayor capacidad de razonamiento abstracto nos proporciona una mayor cantidad de opciones por las que adaptarnos a los cambios. A fin de cuentas, se trata de una aptitud muy relacionada con la inteligencia.
Crear información nueva a partir de datos sensoriales es una tarea de la que se encarga, en buena parte, el razonamiento abstracto. Pensemos, por ejemplo, en el proceso por el cual se descubre una nueva idea de negocio.
En primer lugar, se descubre una necesidad insatisfecha en cierto tipo de entorno, o bien se descubre una fortaleza personal u organizativa que permite desarrollar una nueva línea de productos o servicios. Además, hay que pensar en la logística que se utilizará para ello, y ver si será viable.
Más adelante se piensa en el tipo de habilidades que resultan necesarias para hacer que esta iniciativa prospere y se recluta al personal adecuado para trabajar en ello. En fases posteriores se ultiman los detalles relacionados con el marketing, y es necesario crear una imagen que transmita tanto las sensaciones que deben ser expresadas por lo que se ofrece como la filosofía de la empresa.
Todos estos pasos requieren hacer planes de futuro bien detallados, y utilizar cuidadosamente el lenguaje y los conceptos vinculados a las matemáticas para poder crear estrategias y coordinar a varias personas que necesitarán trabajar al unísono. En definitiva, a partir de una simple intuición, o de un repaso rápido al tipo de productos disponibles en el marcado imaginamos una situación a la que podríamos llegar y empezamos a construir mentalmente el tipo de situaciones que deberían darse para poder alcanzar el objetivo.
Sus bases neurológicas
El razonamiento abstracto se apoya en todo tipo de procesos mentales, ya que al ser tan complejo necesita de la participación de multitud de áreas del encéfalo, especialmente de la corteza cerebral. Sin embargo, hay algunas estructuras cerebrales que están más relacionadas con este tipo de operaciones que con otras.
Las principales partes del cerebro vinculadas con el razonamiento abstracto son los lóbulos frontales de los dos hemisferios cerebrales, por un lado, y la corteza asociativa por el otro.
El lóbulo frontal es una región del sistema nervioso que se encarga de hacer posible la planificación y el establecimiento de metas a medio y largo plazo, algo necesario para ir más allá de los impulsos del momento y, por consiguiente, empezar a pensar en situaciones futuras, para lo cual los conceptos abstractos son indispensables.
En segundo lugar, la corteza asociativa es la que permite que existan los conceptos abstractos. Su función principal es hacer que las diferentes impresiones que van dejando los estímulos externos (sean visuales, auditivos o de cualquier otra modalidad sensorial) creen la representación mental de cualidades que podemos atribuir a varios de estos estímulos pero que a la vez no son el estímulo en sí mismo. En definitiva, los conceptos abstractos son conceptos de otros conceptos.
Juntas, estas estructuras cerebrales explican gran parte de lo que ha permitido que el ser humano se pueda distinguir de otros animales. Sin embargo, no hay que olvidar que el razonamiento abstracto no emana simplemente del cerebro, sino que depende del aprendizaje. Exponernos a situaciones estimulantes es indispensable para mejorar nuestras posibilidades de adaptarnos al cambio.
¿Cómo entrenarlo?
Estas son algunas actividades útiles para acostumbrarse a utilizar el razonamiento abstracto:
- Participar en debates.
- Detectar falacias lógicas.
- Practicar cálculo mental.
- Formarse en filosofía.
- Buscar agujeros de guión en series o películas.
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