¿Pueden nuestros amigos hacernos más listos a través de su influencia en nosotros? Un estudio pionero en comportamiento humano analiza esta premisa, y establece una fuerte relación entre los compañeros de clase que socializan con gente más o menos inteligente.
La Universidad Internacional de Florida ha elaborado un informe con el título: Can our friends makes us smarter? (¿Pueden nuestros amigos hacernos más inteligentes?) en conjunto con el Departamento Federal de Criminología y la Escuela Internacional de Relaciones Públicas del mismo estado. En este documento se muestran los resultados de una investigación capitaneada por el profesor Ryan Charles Meldrum arroja resultados muy interesantes. Pero empecemos por lo básico.
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¿Qué es la inteligencia?
La inteligencia es la capacidad o facultad que tienen las personas para actuar correctamente dependiendo de sus objetivos y de las opciones disponibles. Más allá del cociente intelectual y otros medidores del potencial cognitivo, una persona inteligente será aquella que sepa escoger la mejor opción de entre las posibles, que sea capaz de hacer lo que más le conviene en cada situación y momento. También puede ser entendida como la capacidad de los individuos de absorber datos, procesarlos, entenderlos y emplear estos conocimientos de la mejor manera posible.
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¿Nos hace más listos tener amigos inteligentes?
Desde que empezamos a tener conciencia y hasta que entramos en el círculo del desarrollo social, nuestros padres nos influyen para que nos rodeemos de las amistades adecuadas. “Con este amigo no vayas”, “júntate con Pepito que es listo”, etc. son algunas de las frases que más nos identificamos a la hora de recordar parte de la educación que hemos recibido por parte de nuestra familia. Es evidente que, dependiendo del grupo al que pertenezcamos, esto influirá de manera directa en nuestro comportamiento y desarrollo personal.
Las relaciones interpersonales con los amigos, vienen determinadas en gran parte por nuestro entorno familiar, el estrato social y las aspiraciones de futuro que se nos inculcan o que, a nivel personal, pretendemos alcanzar aunque estos sean diferentes de los adquiridos durante la infancia.
Pero... ¿Realmente nos influye tanto el hecho de relacionarnos con uno u otro tipo de personas? En muchos aspectos sí, y ahora se sabe que esto podría afectar incluso a nuestro nivel de inteligencia, al menos si se dan ciertas condiciones.
La pubertad, momento clave
Una extensa base de estudios se asientan sobre la temática de la influencia del entorno sobre nuestras habilidades cognitivas. Los grupos o individuos con los que nos juntemos van a tener especial incidencia en nuestro comportamiento. Los trabajos realizados por la Universidad Internacional de Florida revelan el impacto de nuestro entorno a nivel personal: nuestro comportamiento, sentimiento cultural y perspectiva profesional.
Un ejemplo excepcional en esta materia, son los hijos de parientes inmigrantes en buena parte de los países occidentales. El núcleo familiar es muy hermético, dado que se usa la lengua nativa y los valores culturales de la misma. Si el primogénito de esta familia se junta, se asocia y se desarrolla con personas locales, acabará adoptando igualmente los mismos comportamientos, independientemente del arraigo que tenga con sus padres.
Teniendo en cuenta estos precedentes, Ryan Charles y sus homólogos decidieron ahondar en el asunto. Tomaron como punto de partida a casi 10.000 alumnos de enseñanza secundaria, edad adolescente, y midieron su grado de inteligencia con la de sus compañeros. El cociente intelectual de cada individuo estaba correlacionado con el coeficiente intelectual de su amigo o grupo al que pertenecía.
Sin embargo, lo que llamaba la atención es que este hecho se correspondía con un fenómeno muy llamativo: las personas que se relacionaban con más compañeros muy inteligentes, tenían un CI superior a lo que cabría esperar tomando como parámetros sus resultados en test de inteligencia tomados años atrás.
Así pues, lo que ha quedado registrado en este estudio no es simplemente que la gente con un CI más alto tienda a relacionarse más entre sí. Se ha visto que el hecho de entrar a formar parte de estos círculos sociales tiene un efecto positivo sobre la propia inteligencia, por lo menos durante la niñez y adolescencia.
Durante la investigación, se quiso precisar aún más en los resultados. Se tomaron otros 7.000 alumnos de edades entre los 8 y 16 años, y las conclusiones fueron similares. Aquellos niños que habían crecido en grupos con mejores notas académicas, habían obtenido mejores expedientes para acceder a los estudios superiores.
Conclusiones
Parece ser que la edad adolescente es la clave del estudio. Algunos experimentos anteriores confirmaban de igual manera los efectos de “las malas o buenas compañías” entre los períodos de educación primaria y secundaria, efectos que perdían fuerza y consistencia cuando se comparaban estos datos con la época universitaria. Según los últimos resultados, hay un eslabón perdido que no correlaciona las amistades de la adolescencia con la edad adulta.
Por si fuera poco, las relaciones con un entorno sano, no aportan beneficios únicamente intelectuales, sino que también procura un buen desarrollo del comportamiento social. Entre otras ventajas, tener un alto CI permite tener acceso a una red de apoyo con mayores recursos.