La propia vida esconde numerosos secretos que escapan de la compresión humana. Uno de los misterios más grandes es el origen de toda la vida, una idea que ha rondado por los pensamientos de la humanidad y que siempre se ha ido tentando a nuesttra curiosidad. Por ello, se han ido dando varios intentos de explicar esta etapa, ya sea mediante la fe o la ciencia.
Numerosas teorías han surgido a lo largo de la historia para intentar explicar el origen de la vida, como por ejemplo la teoría de la biogénesis. Este modelo indica que la vida solo se puede generar a partir de una vida prexistente. Muy simple de entender: una gallina nace del huevo puestos por otra gallina. No es una explicación con mucho más misterio, pero su importancia radica en que puso el foco de atención en el tema del origen de la vida, ya que en el momento de su aparición predominaba la idea de la generación espontánea.
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Al inicio: la teoría de la generación espontánea
Lo cierto que no se puede hablar de la biogénesis sin mencionar antes al modelo que desbancó del panorama científico y popular. La generación espontánea proponía que se puede generar vida a partir de la materia inerte. Esta idea provenía de la observación de que después de la putrefacción de una muestra orgánica aparecen insectos y microorganismos que antes no estaban allí.
Supuso todo un logro que la teoría de la biogénesis consiguiera desmentir un modelo que llevaba muchos años arraigado en la concepción del mundo. La idea de la generación espontánea se data que su origen es en la Antigua Grecia, de la mano de Aristóteles; el filósofo sustentaba que algunas formas de vida podían aparecer sin más a partir de la materia inerte. Por ejemplo, los gusanos salían del barro calentado por el sol, o las moscas de la carne podrida.
Estas convicciones que propuso Aristóteles sobrevivieron muchos siglos sin que nadie las pusiera en duda. No fue hasta el siglo XVII cuando alguien quiso desmentir es la idea. Fue el naturalista italiano Francesco Redi.
El experimento de Redi
Este investigador ideó un experimento para demostrar que los insectos no se generan de forma espontánea. Para ello, puso en ocho frascos de vidrio diferentes tipos de carnes, dejando cuatro de ellos completamente destapados, mientras que la otra mitad las cubrió con una gasa, que permitía hacer pasar el aire pero no insectos.
Tras unos días, las carnes descubiertas presentaban larvas, mientras que las tapadas aparentemente no albergaban, aparentemente, vida. El resultado del experimento mostró que es necesario que las moscas coloquen sus huevos en la carne para que aparezcan otras de su especie. Se trata de un experimento que se liga a la teoría de la biogénesis y que hubiera sido un éxito para desbancar la generación espontánea si no fuera por los descubrimientos del holandés Anton Van Leeuwenhoek, el padre de la microbiología.
Leeuwenhoek, pocos años después de que el italiano realizase su investigación, repitió el experimento de Redi, pero en esta ocasión examinó las carnes con un microscopio. Tanto en las carnes destapadas como cubiertas, se podía observar microorganismos, resultado que mantuvo como factible las ideas de la generación espontánea al menos para estos organismos de vida.
El experimento de Pasteur
La teoría de la generación espontánea aguantó un par de siglos más, a pesar de que existieron antes intentos de desmentirla, como los realizados por el sacerdote Lazzaro Spallanzani, que demostró que si se cierra con cuidado un recipiente con caldo y se calienta, no crecen microorganismos; pero los partidarios de la ortodoxia del momento achacaban esto a que había matado toda vida al calentarlo.
No fue hasta 1861, cuando el químico francés Louis Pasteur demostró de forma inequívoca que estas creencias eran falsas, mostrando evidencias a favor de la teoría de la biogénesis. El experimento que propuso consistió en llenar de solución nutritiva unos matraces de cuello largo en forma de S. Esta silueta permite entrar el aire pero no a los microorganismos, ya que quedan retenidos en la curva. Tras el llenado se calentaba el matraz para eliminar cualquier microorganismo que estuviera ya presente en la solución.
El resultado fue que la solución quedaba inalterada durante semanas, pero si rompía el cuello del matraz, entonces en pocos días se contaminaba la muestra. Con ello se evidenció que los microorganismos que crecen en la materia inerte en realidad han sido atraídos por el aire, y no que se generarán de forma espontánea.
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La teoría de la biogénesis y su relevancia
Como ya adelanté, la teoría de la biogénesis no tiene mucho misterio, aunque es fácil de ver en el caso de los nacimientos de los animales, no era tan fácil de comprender en otros ámbitos, como el caso de la putrefacción.
Aun así, la teoría de la biogénesis no explica el origen de la vida, ya que no tiene manera de indicar qué fue el primer organismo vivo. Por ello existen otras teorías sobre el origen, muchas de ellas son abiogénesis, es decir, que el origen de la vida fue a partir de materia inorgánica, pero solo el principio. Incluso existen las teoría de exogénesis, que la vida provino del exterior del planeta Tierra. En cualquier caso, el origen de la vida es todo un misterio todavía.
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