Sentirse triste y alicaído es algo normal. Hay días que estamos de mejor humor y otros que no lo estamos tanto, como es esperable en una persona que tiene eutimia.
Sin embargo, a veces se puede vivir en un continuo estado de abatimiento y desesperanza, no lo suficientemente grave como para considerarlo un estado anímico pleno, pero que puede ser fuente de malestar.
A esto se le llama hipotimia, y es un síntoma común en los trastornos del estado de ánimo, aunque también se puede presentar por sí solo. A continuación vamos a ver más a fondo qué es y qué diferencias presenta con respecto a la distimia y la depresión.
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¿Qué es la hipotimia y cómo afecta al estado de ánimo?
La hipotimia es una disminución anormal del tono afectivo. Una persona presenta este síntoma cuando su respuesta emocional está disminuida y es inadecuada a su situación real, estando acompañada de abatimiento, lenguaje inexpresivo y lentitud de movimientos.
Además, un aspecto fundamental de la hipotimia es que el individuo pierde interés por aquello que antes le producía satisfacción, como aficiones, círculo familiar y de amigos u otros.
La hipotimia no es una categoría diagnóstica, pero sí un síntoma que está presente en muchas enfermedades de origen médico y trastornos mentales. Se considera un síntoma positivo, es decir, que el trastorno añade a la vida de la persona. No es un síntoma específico, pudiéndose dar en muchos trastornos mentales y enfermedades, como puede ser un tumor cerebral o cuadros relacionados con lesiones craneoencefálicas. Se considera uno de los principales síntomas de la depresión.
Se diferencia de la tristeza eutímica, es decir, normal, por varios motivos. El primero es que la persona no únicamente se siente triste, sino que además es incapaz de sentir felicidad, incluso si ha vivido un evento que, en principio, debería ser fuente de alegría. Por ejemplo, una persona sufre hipotimia si, al conocer que ha tenido buenas notas, es padre o ha ganado la lotería, no muestra alegría alguna.
Cuando se da la hipotimia se pueden dar un amplio repertorio de sentimientos leves, como aborrecimiento e ideas pesimistas, o ir a pensamientos más profundos de preocupación vital, incomodidad y timidez. Pueden darse sentimientos catastrofistas, desesperanza y sensación de fracaso.
En base a su definición se puede pensar que la hipotimia está relacionada con la distimia y la depresión y, en efecto, lo está. Sin embargo se diferencia de estos dos trastornos del estado de ánimo por diversos motivos que a continuación veremos.
Diferencias entre hipotimia y distimia
Son varias las diferencias entre la hipotimia y la distimia. Para empezar, la hipotimia es un síntoma, no un categoría nosológica o trastorno, mientras que la distimia sí lo es. La distimia se encuentra dentro de los trastornos del estado de ánimo, caracterizándose por presentar un estado de ánimo triste, melancolía, pesadumbre y otros síntomas de estado anímico bajo, pero no se cumplen los criterios diagnósticos para considerar el caso como una depresión. Se podría considerar como una especie de depresión leve.
Para poder diagnosticar la distimia es necesario que el estado de abatimiento del que se aqueja el paciente se haya mantenido por lo menos durante dos años. Este abatimiento, en un principio se podría considerar como hipotimia, siempre y cuando no se superara ese lapso de tiempo y el grado de severidad no fuera a más.
Sin embargo, otra de las diferencias principales entre la distimia y la hipotimia está en su temporalidad. La hipotimia, como hemos comentado, es un síntoma, un estado relacionable con el abatimiento que es de relativa corta duración. En cambio, la distimia tiene más que bien con un rasgo o un estado prolongado en el tiempo, haciendo más referencia a que la persona, por lo general y en varios contextos de su vida se encuentra bajo de ánimos.
Diferencia entre depresión e hipotimia
De la misma manera que la hipotimia se puede relacionar con la distimia, e incluso confundirla sin tener en cuenta las diferencias ya explicadas, este síntoma puede relacionarse con la depresión. De hecho, como ya hemos dicho, es uno de los síntomas principal de la depresión.
Entre las diferencias de la depresión con la hipotimia está en su intensidad. En la depresión, en tanto que es un trastorno del estado del ánimo, los síntomas de apatía, abatimiento, pérdida de interés y frialdad son muy intensos y se generalizan para la mayoría de las situaciones que vive el paciente. En cambio, la hipotimia, si bien está presente en todo momento en la vida del paciente, su intensidad es mucho menor, más caracterizada por la ausencia de felicidad que no la tristeza profunda.
La otra diferencia es la duración. La hipotimia es algo relativamente temporal, con una duración más reducida y variable que la depresión, yendo desde unos pocos días hasta, como mucho, meses. En cambio, la depresión suele ser un trastorno de larga duración.
Si bien para diagnosticarla se requiere que se hayan cumplido varios de sus criterios diagnósticos por un periodo superior a las dos semanas, es frecuente que, realmente, la persona haya soportado una depresión durante más tiempo, de por lo menos seis meses.
Como se interviene la hipotimia
Aunque la hipotimia no es un trastorno ni tampoco es tan grave como la distimia y la depresión, es necesario que la persona quien la sufra reciba la adecuada ayuda profesional.
Esto es importante dado que, en caso de no ser debidamente tratados, los sentimientos de infelicidad y abatimiento pueden evolucionar, con el paso del tiempo, en un trastorno distímico o, incluso, en una depresión.
Lo primero que se debe hacer es consultar con un psicólogo especialista, con la intención de poder confirmar el diagnóstico. Generalmente, la hipotimia suele ser exógena, es decir, causada por un condicionante exterior a la persona, como un problema de trabajo, relacional, algún tipo de preocupación… Así pues, será posible, con la ayuda profesional y el apoyo familiar y de amigos poder abordar la fuente angustia, además de dotar al paciente de herramientas para su resolución.
Dentro de la terapia es fundamental conseguir que la persona continúe con sus actividades diarias y que no pierda el contacto social, dado que el aislamiento puede empeorar su situación anímica.
Si es posible, es recomendable que el paciente haga un poco de ejercicio semanal, dado que se sabe que el deporte ayuda a elevar el estado anímico y, partiendo del hecho de que la hipotimia no es un estado anímico gravemente triste, es posible que recupere niveles normales rápidamente. No obstante, por mucho deporte que haga no debe abandonarse la psicoterapia para dirigir el proceso de mejoría.
También se debe animar al paciente a que realice actividades placenteras, que le ayudarán a desconectar de sus preocupaciones y obligaciones, además de relativizar su problemática. Estas actividades pueden ser de cualquier tipo, como la lectura, jugar a videojuegos, pintar, bailar o cualquier afición que le guste, independientemente de lo “productiva” que la perciba su entorno o incluso él mismo. Lo importante es que haga cosas que le gusten, que le hagan sentirse mejor.
A lo largo de la psicoterapia es fundamental que se haga un seguimiento para asegurarse de cómo progresa la hipotimia. Esto es muy importante dado que, como ya hemos comentado, si no se interviene adecuadamente sobre ella este síntoma puede evolucionar a depresión o distimia, algo que claramente se quiere evitar en el paciente.
Referencias bibliográficas:
- American Psychiatric Association (APA). (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.
- Caballo (2002). Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos. Vol. 1 y 2. Madrid. Siglo XXI (Capítulos 1-8, 16-18).
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