La idea de que una copita de vino al día tiene múltiples beneficios para la salud se extendió hace ya muchos años en nuestra sociedad. Tanto es así que ha salido en innumerables titulares de prensa e incluso algunos profesionales también lo recomendaban.
Como consecuencia, existe la creencia a nivel popular de que el consumo moderado —o, más bien, limitado a una copa de vino al día— de alcohol puede ser beneficioso para el cerebro y el corazón.
Sin embargo, hoy en día sabemos que ninguna cantidad de alcohol es inocua —y mucho menos beneficiosa—. Y así lo demuestra un novedoso estudio en el que se ha observado que incluso pequeñas cantidades de alcohol pueden aumentar el riesgo de desarrollar demencia. A continuación lo explicamos detalladamente.
El mito del consumo moderado como hábito saludable
A finales del siglo XX empezó a popularizarse la idea de que una copa de vino —especialmente el vino tinto— era bueno para el cerebro y el corazón. Este mito se expandió globalmente debido a diversos factores.
Uno de los más importantes es que algunos estudios observacionales en los que se compraba la salud de personas abstemias, bebedores “ligeros” y bebedores intensos. Los resultados fueron realmente sorprendentes puesto que sugerían que las personas que bebían un poco de alcohol (bebedores ligeros) parecían tener un menor riesgo de padecer deterioro cognitivo y enfermedades cardiovasculares que los abstemios.
Es decir, se observó que las gráficas hacían una especie de U o J que se traducía de la siguiente forma: las personas que bebían poco estaban mejor que las que no bebían nada y que las personas que bebían mucho.
Sin embargo, esta idea ha sido controvertida y con el tiempo empezaron a surgir dudas. Se planteaba la posibilidad de que las personas abstemias podrían haber dejado de beber por problemas de salud, por ejemplo. Además, también podría ser que otros factores —como el estilo de vida— pudieran explicar las mejores puntuaciones en las personas que bebían poco.
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El estudio más grande hasta la fecha sobre alcohol y demencia
Recientemente se ha publicado un estudio en la revista BMJ Evidence-Based Medicine que es el más grande realizado hasta la fecha sobre alcohol y demencia. Esta investigación internacional a gran escala combina datos genéticos y registros observacionales.
Se analizaron datos de más de medio millón de participantes en Estados Unidos y Reino Unido que se combinaron también con datos genéticos de más de dos millones de personas. El objetivo principal del estudio era poder comprobar si realmente el consumo de alcohol en niveles bajos es un factor protector contra la demencia o si, por el contrario, cualquier cantidad de alcohol en el organismo conlleva un riesgo.
Además de los análisis observacionales —a quienes siguieron durante años (de 4 a 12 dependiendo de la cohorte)—, los investigadores aplicaron un método genético conocido como aleatorización mendeliana. Esta novedad implica una técnica que usa variantes genéticas asociadas al consumo de alcohol como indicador que permite estimar la exposición al alcohol a lo largo de la vida.
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Principales resultados de la investigación
Los resultados de estos análisis manifestaron una realidad diferente de la que se había defendido hasta el momento. Se observó un aumento constante del riesgo de demencia a medida que aumentaba el consumo de alcohol. Además, no se observaron beneficios de ningún tipo en las cantidades de consumo más bajas.
Los resultados de la aleatorización menéele riñas señalaron que para aquellas personas que genéticamente tienen una mayor predisposición al consumo de alcohol a la semana, el riesgo de padecer demencia aumenta en un 15%.
Este porcentaje es algo mayor (16%) para aquellas personas que genéticamente tienen una mayor predisposición y riesgo de desarrollar un trastorno por consumo de alcohol.
Además, los investigadores analizaron la evolución del patrón de consumo de alcohol en aquellas personas que finalmente desarrollaron demencia. Lo que descubrieron fue que estas personas tendían a reducir su consumo de alcohol en los años previos a recibir el diagnóstico.
De esta forma, se confirman las sospechas de que los niveles más bajos o nulos de consumo de alcohol en las personas que están en el inicio del deterioro cognitivo podrían haber influido en los resultados de los estudios anteriores y, de este modo, haber contribuido a desarrollar la teoría de los factores protectores del alcohol en bajas dosis.
Los resultados obtenidos fueron consistentes en diferentes tipos de exposición al alcohol. En este caso, los investigadores no encontraron evidencia de una relación en forma de U, tal y como se había mostrado en estudios previos, en los análisis genéticos. Los resultados fueron claros en este sentido: a mayor predisposición genética para consumir alcohol, mayor riesgo de desarrollar demencia.
¿Qué implicaciones tienen estos resultados?
Los resultados de este estudio no pretenden generar alarma, pero sí que las personas tomen conciencia de la realidad. Lo cierto es que no se puede afirmar que una única copa de alcohol vaya a implicar el desarrollo de demencia posteriormente.
Sin embargo, sí sabemos ahora que no hay una cantidad de alcohol consumido que sea beneficiosa, al contrario de lo que se había sugerido hasta el momento. Lo que quieren decir los resultados de este estudio es que cualquier nivel de consumo de alcohol añade riesgo que se acumula a largo plazo.
Esta información permite que cada persona tome las decisiones que considere más adecuadas para su persona, siendo conscientes de que la reducción del consumo de alcohol puede ayudar a proteger el cerebro a lo largo de la vida.
Los propios autores reconocen que el estudio no está libre de limitaciones. Por un lado, los diagnósticos de demencia se basaron en historiales médicos, que no siempre son precisos o completos. Por otro lado, el consumo de alcohol se basó en autoinformes y estos pueden ser imprecisos.
Además, aunque se intentó que la muestra incluyera a personas de poblaciones diferentes, la mayor parte de los participantes era de ascendencia europea. Como consecuencia, los hallazgos más contundentes provenían de esta parte de la muestra, observando señales más débiles en individuos con ascendencias diferentes menos representadas en la muestra.


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