En nuestros días, el estudio del cerebro está muy avanzado (aunque no tanto como quisiéramos, ya que el cerebro humano aún esconde numerosos interrogantes). En efecto, durante los últimos 20 años se ha avanzado más en el estudio del cerebro que en todos los milenios anteriores.
La historia del estudio del cerebro es apasionante. ¿Cómo ha sido considerado este órgano por las diversas épocas y culturas? Desde la Prehistoria hasta la actualidad, pasando por el Antiguo Egipto y la Edad Media europea, el cerebro ha ido transitando por diferentes estados de apreciación.
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Historia de la investigación sobre el cerebro humano
En este artículo os ofrecemos un breve viaje por el estudio del cerebro humano.
El cerebro en la Prehistoria: el inicio de las trepanaciones
El cerebro y la zona del cráneo ya eran importantes para los hombres y las mujeres de los primeros milenios. Las manifestaciones más antiguas de cirugía craneal se remontan nada menos que al VI milenio a.C.
Se han encontrado numerosos restos humanos con signos evidentes de trepanación; famoso es el caso de las 12 tumbas halladas en Rostov del Don, Rusia, donde al menos 3 personas mostraban agujeros en el cráneo que, evidentemente, habían sido realizados con instrumentos punzantes. Pero la práctica era muy habitual en otras regiones del mundo que, en teoría, no estaban conectadas culturalmente: encontramos casos también en África y en Sudamérica, donde las civilizaciones preincas (III milenio a.C.) practicaban trepanaciones para paliar la migraña o la epilepsia y, además, usaban coca u otros vegetales para mitigar el dolor.
Esto planteó el interrogante: ¿eran las trepanaciones parte de un ritual, o se realizaban por motivos médicos? El primer caso significaría que, durante la Prehistoria, el cerebro gozó de una importancia capital en la religión de estas primeras comunidades humanas. En todo caso, y a pesar del bajo índice de supervivencia, se han constatado casos en que el paciente sobrevivió, como mínimo, 4 años a la operación.
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En Egipto, el cerebro no tiene importancia
Los rituales funerarios del Antiguo Egipto son ricos y elaborados. En primer lugar, se extraían los órganos del finado y se depositaban en los llamados vasos canopos. Luego, el cuerpo se secaba con natrón. La momia era enterrada, después de diversos rituales, con sus vasos canopos, puesto que los órganos tenían una destacada función postmortem.
Pero ¿se guardaba también el cerebro? La respuesta es no. Los responsables de la momificación extraían el cerebro del cadáver a través de las fosas nasales, mediante un garfio de hierro, y, a continuación, el órgano se tiraba a la basura. Ello quiere decir, por supuesto, que la religión egipcia no otorgaba ninguna importancia al cerebro, ni le suponía ninguna función importante en el más allá.
Sin embargo, y a pesar de no otorgarle ningún valor espiritual, existen pruebas de que los antiguos egipcios conocían la morfología cerebral y su relación con ciertas lesiones o enfermedades. Así, en el llamado papiro Edwin Smith (II milenio a.C.), encontramos un detallado análisis donde se destaca, por primera vez, la importancia del sistema nervioso central, así como del cerebro como el rector de las funciones del cuerpo. El documento posee una importancia capital, ya que constituye el primer testimonio médico basado en una observación empírica y objetiva.
De hecho, se cree que, en el Antiguo Egipto, las trepanaciones se realizaban para tratar migrañas, epilepsias y otros males. Y, de nuevo como durante la Prehistoria, muchos de los pacientes sobrevivían. Incluso puede ser que, en algunos casos, se aliviaran sus dolores, puesto que la trepanación podía resultar relativamente eficaz para aliviar la presión del cerebro o drenar hematomas.
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La época clásica y las bases del estudio del cerebro en Occidente
Toda la medicina occidental, hasta una época muy reciente, se basó en los principios del médico griego Hipócrates (que, a su vez, es muy probable que bebiera del saber egipcio). El conocimiento se concentró en Alejandría tras la conquista de Egipto por Alejandro Magno; la biblioteca de la ciudad, famosa en el mundo entero, albergaba multitud de libros relacionados con la medicina y la anatomía humanas.
De hecho, fue Herófilo de Calcedonia quien estableció una de las corrientes que, más tarde, imperarían en la Edad Media. Este sabio griego describió la configuración de la corteza cerebral y sus ventrículos, en los que afirmó que se encontraban las funciones superiores. Gregor Reich recoge muchos siglos más tarde esta teoría, en su obra Margarita Philosophica.
Galeno fue otro de los grandes nombres de la medicina clásica. Sus obras contienen bastantes errores (se cree que, a causa de la prohibición de diseccionar cadáveres humanos, el médico tuvo que contentarse con animales). Sin embargo, sentó la que sería otra de las corrientes que seguirían vigentes en época medieval: situó la mente y, por tanto, el razonamiento, en el tejido cerebral.
La Edad Media, el cerebro y la “piedra de la locura”
Heredera de la sabiduría clásica, la época medieval recoge, como ya hemos indicado, las principales teorías de Herófilo y Galeno. En la Edad Media se cree que las funciones superiores (razonamiento, emociones…) se encuentran en los ventrículos del cerebro. Así, la locura o demencia es vista como la manifestación de un problema en estas áreas del cerebro.
Para el ser humano medieval, la locura está causada por la formación de estratos minerales que presionan al cerebro o taponan ventrículos. Por ello, es bastante frecuente encontrar en esta época supuestos “médicos” que se ofrecían a trepanar a “locos” (término bastante ambiguo en la Edad Media) y extraer, así, la “piedra de la locura”. Famoso es el cuadro de El Bosco, conservado en el Museo del Prado, donde el artista hace una caricatura de tal actividad: un charlatán está extrayendo la piedra de la cabeza de un hombre, que se deja engañar por las malas artes del embustero. En el cuadro de El Bosco, en lugar de la piedra aparece un tulipán, clara referencia al engaño del que está siendo víctima el hombre, así como a su propia necedad.
Durante la Edad Media, la locura se afronta de maneras contradictorias. El “loco” puede ser un iluminado, un ser que ve cosas que los demás no ven (y por eso se le dedican homenajes como la Fiesta de los Locos, una auténtica exaltación de la locura) o bien puede ser un endemoniado a quien hay que expulsar de la comunidad.
En todo caso, la única solución es el exorcismo o la extracción de la piedra causante de la demencia.
Prohibido diseccionar
La Edad Media no fue la única época en que se prohibió la disección de cadáveres para su estudio anatómico. Ya durante la época griega y romana existían prejuicios al respecto; ya hemos comentado como Galeno tuvo que experimentar con cadáveres de animales para extraer sus conclusiones.
Hacia el siglo XIII empiezan a resultar más frecuentes las disecciones de cuerpos humanos, aunque la escasez de cadáveres aviva el asalto a las tumbas, por lo que las autoridades deciden volver a poner restricciones. Ya en el siglo XV encontramos una actividad más o menos habitual en cuanto a disección de cadáveres: el mismo Leonardo da Vinci practicó disecciones para estudiar la anatomía humana.
Este avance en materia de exploración directa del cuerpo humano permitió que el estudio del cerebro se agilizara y empezaran a proliferar los primeros estudios neurológicos.
La revolución científica
En el siglo XVI, Andrés Vesalio publica su De humani corpus fabrica, una obra capital que representa un punto y aparte en el estudio de la anatomía humana y, por tanto, del cerebro. Esta extensa obra (nada menos que 10 tomos) sentó las bases de la anatomía cerebral moderna.
Basada en sus conferencias en la Universidad de Padua, esta recopilación de Vesalio se basa en disecciones de cadáveres para presentar un examen detallado de varios órganos. Los avances en la imprenta permitieron acompañar los libros con grabados de gran calidad que eran una ilustración perfecta para las explicaciones. En esta obra se hace hincapié en que los ventrículos del cerebro son el lugar donde se asientan funciones como la memoria o las emociones.
Un poco más tarde, Nicolás Steno, médico danés, afirma que el cerebro es la parte más delicada del cuerpo humano y que, por tanto, debe ser cuidada para evitar cualquier disfunción que culmine en locura. Por su parte, Thomas Willis usa por primera vez el término neurología, al juntar el vocablo griego neuro (cuerda) con logos. Willis está considerado el padre de la neurología moderna; en su obra Cerebri Anatome, este médico inglés hace una descripción muy precisa de la morfología interna del cerebro.
Ya en el siglo XVIII, Giambattista Morgagni relaciona por primera vez las enfermedades con las lesiones anatómicas; por ejemplo, afirmó que la apoplejía estaba causada por lesiones en las venas del cerebro. Morgagni es el autor del primer libro de anatomía patológica.
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El siglo XIX, ¿una época de avances?
El siglo XIX va a significar un avance importante en cuanto al estudio del cerebro. Santiago Ramon y Cajal dio a conocer sus trabajos del sistema nervioso, donde afirmaba que este está compuesto por células independientes conectadas entre sí en lugares concretos (las neuronas). Sus trabajos le valieron el Premio Nobel de Medicina en 1906 y sentaron las bases de la neurociencia actual.
Sin embargo, el supuesto siglo de los avances tuvo también sus puntos oscuros. La teoría de la evolución de Darwin dio pie a la aparición de teorías racistas que trataban de “justificar” la inferioridad de razas. En otras palabras, se extendió la absurda teoría de que había grupos humanos más evolucionados que otros. Esta idea llegó a su cenit en el siglo XX, cuando el partido nazi trató de “probar” la supremacía de la raza aria mediante la medición de cráneos, y otros aún más macabros experimentos.
El estudio del cerebro sigue su curso. Cada vez estamos más cerca de comprender este fascinante órgano en su totalidad, pero todavía quedan muchas puertas por abrir.
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