Si algo ha quedado claro tras décadas de investigación científica en el ámbito de la Psicología, es que una cosa es pensar algo y otra cosa totalmente diferente es hacerla. Aunque confiemos totalmente en la veracidad de una afirmación, por ejemplo, podemos comportarnos de un modo totalmente incongruente con ella, como si no creyésemos que sea cierta.
Un ejemplo sería el hábito de fumar: sabemos que los inconvenientes de consumir tabaco superan con mucho los beneficios, y sin embargo seguimos fumando. Lo mismo ocurre incluso si no hay adicción química de por medio: sabemos que nos conviene ir al gimnasio, pero apenas vamos aunque paguemos por ello mes a mes.
Nuestras vidas amorosas muchas veces están llenas del mismo tipo de incongruencias. A veces sabemos que amamos a la otra persona, y sin embargo casi nunca se lo hacemos saber o, cuando lo intentamos, fracasamos. Simplemente, no sabemos por dónde empezar a mejorar la salud de la relación mediante ese tipo de formas de expresión de amor. Aprender a expresar más afecto por la persona a la que amamos puede ser un reto.
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¿Por qué nos cuesta mostrar amor?
En muchos sentidos, aquello que hacemos en el seno de una relación de pareja depende básicamente de hábitos aprendidos, del mismo modo en el que ocurre en el resto de ámbitos de nuestras vidas. Las relaciones románticas o las relaciones en las que simplemente hay amor (por ejemplo, materno-filial) no son espacios herméticos totalmente separados del resto de nuestras vivencias, y eso significa que llegamos a ellas con ciertas creencias y expectativas acerca de lo que significa tener pareja.
En ocasiones, cuando empezamos a vincularnos emocionalmente con alguien de una manera íntima y amorosa, ya lo hacemos sabiendo que estas relaciones son fundamentalmente entre dos seres humanos, con un amplio abanico de estados emocionales y de necesidades afectivas que no siempre pueden parecer evidentes durante las primeras horas de conversación.
Sin embargo, en otras ocasiones llegamos al mundo de las relaciones de pareja sin saber ni cómo reconocer señales de necesidades afectivas ni cómo responder a ellas. En estos casos, las expectativas acerca de lo que es un noviazgo o un matrimonio incluyen un abanico de emociones y sentimientos muy limitado, sin variedad. En teoría sabemos que nuestra pareja es un ser humano, pero sobre el terreno nos cuesta actuar con sencillez ante sus expresiones más íntimas. ¿Qué hacer en estos casos? Veámoslo.
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Cómo aprender a expresar más afecto a quienes amamos
Para llegar a conectar emocionalmente de verdad con alguien, es necesario habituarse a abrazar todas las facetas de lo que significa estar en una relación afectiva. Veamos cuáles son las principales claves para conseguirlo.
1. Observa sus inquietudes
Una buena forma de llegar a establecer una conexión íntima con alguien empieza por conocer qué aspectos de su día a día despiertan más sus reacciones emocionales. Puede ser una afición, un lugar, un recuerdo… A partir de esta información es posible empezar estimulantes conversaciones en las que se den las condiciones para expresar todo tipo de sentimientos.
2. Evita las ideas preconcebidas
Dedica unos minutos a pensar cuáles de las creencias que tienes acerca de la otra persona podrían estar fundamentadas simplemente en prejuicios que no se sostienen. Estas ideas injustificadas pueden tener que ver con la personalidad de esa persona, sus aficiones, etc.
Este ejercicio sirve para evitar que aparezcan situaciones en las que la otra persona se siente incomprendida al comprobar que el grado de conocimiento que tenemos sobre ella es limitado, hecho que puede dificultar una auténtica conexión empática.
3. Tómate tu tiempo para comprender lo que necesita
Cada persona tiene unas necesidades diferentes, conocer cuáles son permite reconocer el momento y el lugar en el que expresar afecto puede ser recibido de manera positiva.
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4. ¿Qué es lo que te hace admirar más a esa persona?
Detenerse a pensar en esta cuestión es perfecto para comunicar el afecto o amor que sentimos por alguien. Es una manera en la que podemos ordenar nuestros sentimientos y ponerles palabras, de manera que ese sentimiento cobre una forma comprensible por la otra persona y, por lo tanto, pueda apreciar ese acto de comunicación como algo que no solo reforzará su autoestima, sino que además dice mucho acerca de nosotros.
5. Detecta las zonas delicadas y los tabúes
Nadie es perfecto, y es posible que la otra persona tenga ciertos temas “prohibidos” o que no se siente cómoda tratando. Lo ideal sería que estos tabúes y límites autoimpuestos no existiesen, pero ya que están ahí, hay que dejar que sea la otra persona la que decida cómo y con quién cruzar estos umbrales. Es por eso que a la hora de realizar actos comunicativos íntimos con alguien hay que tener en cuenta de un modo aproximado cuál es la zona de confort que hay que procurar respetar.