La postura corporal ha sido estudiada durante siglos como una forma de comunicación no verbal que refleja nuestras emociones y actitudes sociales. Desde los estudios pioneros de Charles Darwin sobre la expresión de las emociones, se ha reconocido que la manera en que nos movemos y posicionamos nuestro cuerpo puede transmitir mucho sobre cómo nos sentimos. Sin embargo, la investigación moderna ha comenzado a indagar en cómo nuestra postura natural podría relacionarse con los rasgos estables de nuestra personalidad.
Un reciente estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology ha dado un paso más en esta dirección, al explorar la relación entre la postura corporal natural y los rasgos de personalidad antisocial, como la dominancia social y la psicopatía. A través de una serie de cinco investigaciones, los autores han demostrado que la postura erguida y abierta puede ser un reflejo de tendencias hacia el control social y la manipulación, mientras que posturas más cerradas podrían estar vinculadas a actitudes sumisas.
Este hallazgo abre una nueva vía de estudio sobre cómo nuestro cuerpo, en su postura más natural, puede ofrecer pistas sobre nuestra forma de interactuar con lo que nos rodea. A lo largo de este artículo, veremos cómo la postura corporal se relaciona con los rasgos antisociales y qué implicaciones tienen estos resultados en el ámbito de la psicología social.
Fundamentos de la postura corporal en la comunicación
La postura corporal ha sido reconocida desde hace siglos como una forma esencial de comunicación no verbal. Desde los gestos hasta la forma en que nos posicionamos físicamente en un espacio, el cuerpo transmite mensajes sobre nuestras emociones, pensamientos y actitudes. Charles Darwin, en su obra sobre la expresión de las emociones en los seres humanos y animales, ya subrayaba el papel del lenguaje corporal en la comunicación emocional. Esta idea ha sido desarrollada en numerosas investigaciones que destacan cómo ciertos movimientos o posturas pueden transmitir dominancia, sumisión o incluso ansiedad.
Sin embargo, gran parte de la investigación en torno a la postura corporal se ha centrado en su naturaleza transitoria, es decir, en cómo una persona puede modificar su postura momentáneamente en función de una situación específica.
Un ejemplo destacado es el fenómeno del “power posing”, popularizado por Amy Cuddy, que sugiere que adoptar posturas expansivas y abiertas puede influir temporalmente en el comportamiento y las emociones de una persona, aumentando su sensación de poder y confianza. Estas posturas, aunque poderosas en determinados momentos, reflejan más bien estados momentáneos de ánimo o percepción.
No obstante, existe una diferencia importante entre las posturas adoptadas de forma consciente o temporal y la postura habitual o natural que cada individuo mantiene sin pensar. Mientras que las posturas temporales pueden reflejar emociones o actitudes inmediatas, las posturas naturales y cotidianas podrían estar más profundamente conectadas con rasgos estables de la personalidad.
La investigación reciente se ha enfocado en entender si esta postura diaria e inconsciente es capaz de revelar aspectos más arraigados de la psicología de una persona, incluyendo su orientación hacia el dominio social o incluso, en algunos casos, hacia la conducta antisocial. Este enfoque amplía el alcance de la investigación sobre la postura más allá de lo momentáneo, hacia algo más constante y representativo del carácter individual.
El estudio sobre postura corporal y personalidad antisocial
Un reciente estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology exploró la relación existente entre la postura corporal natural y los rasgos de personalidad antisocial a través de una serie de cinco investigaciones. En el primer estudio, participaron 369 personas a las que se les pidió que tomaran fotografías de sí mismas en una postura de pie relajada desde diferentes ángulos (frente, espalda y laterales). Estas imágenes fueron analizadas con la herramienta OpenPOSE, que mide los ángulos y posiciones clave del cuerpo, como el cuello, los hombros, la columna y las caderas.
Además del análisis postural, los participantes completaron cuestionarios de personalidad que evaluaban características como la orientación hacia la dominancia social, la psicopatía, la empatía y el control de la ira. Los resultados revelaron una correlación significativa entre una postura erguida, caracterizada por un cuello recto y una postura corporal abierta, y rasgos de personalidad antisocial. Aquellos que adoptaban posturas más rectas y abiertas tendían a puntuar más alto en rasgos como la psicopatía primaria y la orientación hacia la dominancia social, y más bajo en empatía y control de la ira.
Para verificar si esta relación se mantenía estable a lo largo del tiempo, los investigadores realizaron un segundo estudio de seguimiento con 107 participantes del estudio inicial. Después de cinco semanas, se volvieron a evaluar las posturas y los resultados fueron consistentes con los iniciales; las posturas de los individuos no variaron significativamente, lo que sugiere que la postura natural es un rasgo estable, no un estado transitorio.
Este hallazgo refuerza la creencia de que la postura corporal habitual no solo es una cuestión física, sino que refleja rasgos profundos y estables de la personalidad, particularmente aquellos relacionados con el dominio social y el comportamiento antisocial.
La relación entre postura, dominancia y antisocialidad
Los resultados del estudio no solo demostraron que la postura erguida es estable a lo largo del tiempo, sino que también confirmaron su vinculación con comportamientos asociados a la dominancia y el control social, como ya venimos comentando. En el tercer estudio llevado a cabo, los investigadores analizaron si las posturas naturales de los participantes podían ser interpretadas como posturas dominantes o sumisas. Para ello, pidieron a 104 participantes que adoptaran deliberadamente posturas dominantes y sumisas, sin recibir instrucciones específicas más allá de dichas etiquetas.
Los investigadores utilizaron un algoritmo para clasificar estas posturas en función de los ángulos medidos en las fotos, como la inclinación del cuello, la apertura de los hombros y el alineamiento general del cuerpo. Luego, aplicaron este algoritmo a las posturas naturales obtenidas en el primer estudio. Los resultados fueron claros: las posturas erguidas y abiertas de los participantes eran identificadas como posturas dominantes con una precisión del 75%. Además, aquellos que mostraban posturas dominantes en su posición natural tendían a puntuar más alto en rasgos de personalidad antisocial, como la psicopatía primaria y la orientación hacia la dominancia social.
La postura dominante, caracterizada por un cuello recto y un cuerpo erguido, parece enviar señales inconscientes de poder y control en las interacciones sociales. Esta posición abierta y expansiva refleja una mayor confianza en uno mismo y una tendencia a imponer su voluntad sobre los demás, aspectos que están directamente relacionados con las características antisociales como la manipulación y la falta de empatía.
Este hallazgo refuerza la hipótesis de que la postura habitual de una persona puede revelar mucho sobre su personalidad y su comportamiento social. Las posturas más erguidas y abiertas no solo sugieren dominancia, sino también un enfoque más competitivo y, en algunos casos, manipulatorio en las interacciones humanas.
Posibles implicaciones y limitaciones del estudio
Este conjunto de investigaciones proporciona una evidencia sólida en torno a la relación de la postura corporal natural con rasgos de personalidad antisocial, como la dominancia social y la psicopatía primaria. Sin embargo, es importante reconocer algunas limitaciones del estudio.
Los participantes fueron, en su gran mayoría, jóvenes universitarios canadienses, lo que plantea la necesidad de replicar estos hallazgos en poblaciones más diversas. Sería relevante investigar si los resultados se mantienen en diferentes grupos de edad, contextos culturales o incluso en personas con distintos niveles socioeconómicos.
Otra limitación es que el estudio se centró principalmente en la postura erguida y su relación con los rasgos de dominancia. Esto deja abierta la posibilidad de que otras posturas naturales, como encorvarse o inclinarse, puedan estar relacionadas con otros aspectos de la personalidad, como la introversión o la ansiedad. De hecho, estudios previos han mostrado que las personas con depresión tienden a adoptar posturas más encorvadas, lo que sugiere que la postura corporal puede ser un reflejo de una amplia gama de características psicológicas.
Finalmente, aunque el estudio muestra una correlación clara entre la postura y los rasgos antisociales, los autores enfatizan que no se puede inferir causalidad a partir de estos resultados. Es decir, adoptar una postura erguida no convertirá a una persona en más dominante o antisocial. El principal mensaje de este estudio es que la postura habitual es un reflejo de nuestra personalidad, pero el vínculo entre cuerpo y mente es más complejo y merece ser explorado en futuras investigaciones con métodos más avanzados y concretos.