¿Estás de mal humor todo el día y nadie te aguanta? Tranquilo. Según un estudio reciente, estar de mal humor te hace más inteligente.
Muchas personas piensan que la felicidad dura toda la vida, que hay que vestirse con la sonrisa, el optimismo y el buen rollito todos los días. Está prohibido enfadarse ni quejarse, porque si lo haces eres un perdedor. Es una máxima posmoderna que bebe del auge de los libros de autoayuda y de la filosofía de la emprendeduría.
En el mundo de estas personas no hay despidos sino etapas de transición y no hay bajadas de sueldos sino ajustes. En mundo actual no está permitido sentir preocupación, miedo o rechazo, pues hay que surfear la ola del buenrollismo constantemente.
Los problemas del falso optimismo
Respecto a este comportamiento tan común, el psicólogo Juan Cruz advierte: “El positivismo falso hace el mismo daño que el exceso de negatividad. Es el extremo opuesto e impide que el individuo conecte con sus emociones y problemas, lo que evita el cambio y la superación". Por tanto, ponerle buena cara a todo no es bueno, y ahora, además, un estudio ha confirmado que las personas malhumoradas y tristes poseen una inteligencia más aguda.
Parece ser que estar constantemente feliz permite vivir la vida de manera superficial sin examinar a fondo lo que sucede. Lo que en un principio puede parecer ideal, puede tener un efecto negativo en la inteligencia y en nuestras habilidades para analizar y comprender la realidad.
La relación entre el mal humor y la inteligencia
El estudio fue publicado en Australasian Science y se realizó en la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia. Fue llevado a cabo por Joseph Forgas, profesor de psicología y experto en emociones, y éste consistió en una serie de experimentos en los que se manipulaba el estado de ánimo de los participantes por medio de películas y recuerdos positivos o negativos.
El profesor Forgas encontró que estar de mal humor nos ayuda a pensar de manera más clara. Al contrario de lo que sucede con las personas con optimismo desmedido, la gente enfadada toma mejores decisiones y son más incrédulos.
“El mal humor mejora la capacidad de juzgar a los otros y también incrementa la memoria” afirma Forgas. El artículo explica que mientras que un estado de ánimo positivo facilita la creatividad, la flexibilidad y la cooperación, el mal humor mejora la atención y facilita un pensamiento más prudente. Además, añade: “Las personas malhumoradas tienen una mejor capacidad para afrontar las situaciones complicadas porque su cerebro promueve estrategias de procesamiento de la información más adaptativas”.
El estado de negativo también mejora la inteligencia
Forgas explica que las personas con un estado de ánimo más decaído poseen mayor capacidad de argumentar sus opiniones por escrito. Además, es en los estados de seriedad cuando nuestra mente procesa mejor el razonamiento y el sentido común. El mismo estudio concluye que un estado de ánimo moderadamente negativo tiene un efecto positivo en el estilo de comunicación.
Por otro lado, una investigación anterior del mismo Forgas concluyó que el tiempo tiene un impacto parecido al de los estados emocionales en la inteligencia. Según sus resultados, los días húmedos y tristes mejoran la memoria, mientras que los días soleados favorecen el olvido.
Los mitos urbanos y los prejuicios raciales y religiosos
Para este estudio, Forgas y su equipo llevaron a cabo varios experimentos que comenzaban por inducir a estados emocionales a los participantes a través del visionado de películas. En uno de los experimentos se preguntó a los sujetos que juzgaran la verdad de los mitos urbanos y los rumores y encontraron que los participantes con estados de ánimo negativos creían menos en estas afirmaciones.
Por otro lado, las personas con mal humor eran menos propensas a tomar decisiones basadas en prejuicios raciales o religiosos, y cometían menos errores cuando se les pedía que recordaran sucesos de los que habían sido testigos. Por último, las personas con estados emocionales negativos producen mensajes persuasivos más efectivos.
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