Cuando se habla acerca de personas con un alto grado de psicopatía, es frecuente que pensamos en individuos con tendencia a la delincuencia y a destruir todo lo que tocan. Sin embargo, es posible que los rasgos vinculados a una preferencia por la manipulación de los demás hayan sido una ventaja desde el punto de vista de la evolución.
De hecho, recientemente una investigación ha encontrado indicios de que, en ciertos entornos, la psicopatía resulta algo positivo desde el punto de vista de la reproducción. A fin de cuentas, aquello que sirve para la perpetuación de los genes no tiene por qué significar que la sociedad mejore.
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La psicopatía como ventaja
Los psicópatas acostumbran a ser vistos como personas con un trastorno mental, individuos en los que hay algo que “no funciona bien”. Sin embargo, como patrón conductual, si algo funciona o no funciona depende de si se adecua al contexto y, aunque podemos decidir si algo es apropiado o no dependiendo de su moralidad, existe otro criterio posible: ¿ayuda a sobrevivir y reproducirse?
Puede que la psicopatía se exprese a través de acciones indeseables, como la mentira, la manipulación emocional o incluso el maltrato, pero la dura verdad es que, en teoría, esto no tiene por qué significar que se vaya a vivir menos, tal y como cabría esperar de alguien que tiene una enfermedad grave o, tal y como se suele entender, un trastorno de la personalidad.
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¿Mayor posibilidad de tener descendencia?
Si la psicopatía es un rasgo que resulta adaptativo desde el punto de vista evolutivo, eso significa que las variantes de los genes que hacen que aparezca (los alelos de la psicopatía) reciben un trato favorable por parte de la selección natural, al menos en algunos contextos.
Para esta investigación, se contó con una muestra de 181 reos de cárceles de Serbia, y se les administraron pruebas psicológicas de medición de rasgos psicopáticos (entre la población reclusa, estas características tienden a estar más presentes que entre el resto de la humanidad).
Los resultados obtenidos mostraron una tendencia curiosa: los presos con mayores puntuaciones en psicopatía tenían una mayor probabilidad a tener más hijos o hijas. En concreto, las características psicológicas que más ventajosas parecían a la hora de transmitir los genes fueron la tendencia a la manipulación y la autoimagen inflada, mientras que la insensibilidad y la frialdad lo eran solo en hombres que habían vivido en contextos duros y con mucha competencia.
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¿Por qué puede ser ventajosa?
Este resultado no indica que ser un psicópata sea algo bueno o que ayude a encontrar pareja y tener más descendencia, sin más. Desde el punto de vista de la evolución, el valor de una característica personal depende siempre del lugar en el que se viva y el tipo de relaciones que hay con el resto de individuos.
Del mismo modo en el que en un lugar con poco alimento los animales fuertes y grandes no sobreviven, en algunos lugares los psicópatas tendrán más problemas para adaptarse. La cuestión es saber si, a la práctica, lo más frecuente es que los contextos que dan un trato privilegiado a la psicopatía son más o menos frecuentes.
Hay que tener en cuenta que, en los contextos actuales, la mayoría de las personas de los países occidentales viven en lugares en los que prima la cooperación y los pactos de no agresión.
Así, hay motivos para creer que en términos generales, las personas con alta psicopatía no tendrían por qué tenerlo más fácil para extender sus genes (y, en concreto, aquellos vinculados a la propensión a desarrollar esos patrones de comportamiento).
Crear sociedades más colaborativas
Este estudio sirve para llamar la atención sobre un hecho importante: aquello que nos parece moralmente indeseable no tiene por qué ser “castigado” por la naturaleza.
Si no creamos sociedades en las que se premie la cooperación o la buena conducta, la manipulación, el engaño y el individualismo pueden ser una opción más a través de la que vivir, algo tan válido como el altruismo. Por eso debemos poner de nuestra parte para hacer, entre todos, que ser colaborativo valga la pena.
No hay ningún mecanismo automático que lleve a castigar el mal comportamiento, pero sí hay formas de crear contextos en los que todos nos cuidemos entre nosotros. Si el ser humano es famoso por modificar el entorno para adaptarlo a sus necesidades, también debería serlo para cambiar el contexto en el que vive para modificar la propia sociedad en la que vive.
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