El modo en el que experimentamos nuestras emociones determinan buena parte de nuestra calidad de vida, de nuestros hábitos, y en nuestra manera de ver la realidad.
Es normal que así sea, porque aunque nos llamemos a nosotros mismos seres humanos, seguimos siendo animales con un linaje de cientos de miles de años a nuestras espaldas, y durante ese tiempo, nuestras predisposiciones comportamentales emergieron sobre la base de las emociones, mucho antes de que fuésemos capaces de usar la razón.
Sin embargo, aunque nuestro lado emocional tenga sus raíces en predisposiciones biológicas ancestrales, eso no significa que no tengamos ninguna capacidad para modular nuestras emociones. De hecho, hoy sabemos que existen ciertas competencias emocionales que pueden ser desarrolladas a través de la experiencia y el aprendizaje. Veamos en qué consisten.
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¿Qué son las competencias emocionales?
Aproximadamente desde las décadas de los 70 y 80, se ha venido cuestionando la idea de que el desempeño laboral y la facilidad para desenvolverse socialmente de las personas dependa sobre todo de lo que normalmente se conoce como “inteligencia”.
Es por eso que psicólogos como Peter Salovey, John D. Mayer y Daniel Goleman han desarrollado y popularizado el concepto de “Inteligencia Emocional”, un constructo psicológico en el que quedan reunidas todas las aptitudes y habilidades que las personas tenemos en lo relativo a la identificación, gestión y expresión de las emociones.
Así pues, la idea de que más allá de la inteligencia convencional (basada sobre todo en la facilidad para razonar y para llevar a cabo habilidades verbales o lógico-matemáticas) existe una Inteligencia Emocional nos señala que la mente humana es mucho más que un procesador de información textual y verbalizable, sino que también puede gestionar fenómenos emocionales que no pueden ser plasmadas totalmente en palabras ni números.
Es decir, que incluso en las personas sin psicopatologías ni problemas de salud metal en general, existirán diferencias en su capacidad para llegar a sus metas dependiendo de cómo de bien se les dé lidiar con su lado afectivo, con sus emociones y sentimientos.
En este contexto, las competencias emocionales son diferentes tipos de habilidades que, juntas, configuran la Inteligencia Emocional de una persona. Es decir, son aptitudes en parte independientes entre sí y en parte interconectadas, en todo caso complementarias, que dependiendo de su grado de desarrollo nos ayudan más o menos a afrontar los retos del día a día y a sentirnos bien con nuestras vidas.
Por otro lado, aunque las competencias emocionales quedan plasmadas en todo tipo de situaciones (porque nuestras emociones están “activadas” siempre, no solo en ciertos contextos), en la práctica es habitual que se ponga énfasis en sus efectos en el ámbito laboral y profesional, dentro de lo que se conoce como las “soft skills”: las habilidades que no son adquiridas por medio de la educación formal ni la memorización de información teórica.
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Tipos de competencias emocionales
Aquí veremos una breve clasificación de los tipos de competencias emocionales según el psicólogo Daniel Goleman.
1. Autoconciencia
La autoconciencia puede ser resumida como la capacidad de autoconocimiento en lo relativo a las emociones. Es decir, lo que sabemos acerca de las emociones y sentimientos que solemos experimentar, la clase de situaciones que las desencadenan en nosotros, las primeras señales de que una de ellas va a emerger en nuestra consciencia...
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2. Autorregulación
La autorregulación está muy vinculada a la competencia emocional anterior, y consiste en nuestra habilidad a la hora de modular nuestras emociones, ya sea realizándolas de una manera que no nos perjudiquen o que vayan en sintonía con la situación, o haciendo lo necesario por maximizar las probabilidades de experimentar una cierta emoción que nos interesa y minimizar las probabilidades de experimentar otra que nos interesa en un momento dado.
Eso sí, no consiste en tener la capacidad de controlar totalmente nuestras emociones suprimiéndolas por completo o “invocándolas” desde cero; eso es imposible
3. Empatía
La empatía es la capacidad de “conectar” emocionalmente con alguien y poder ajustar nuestros comportamientos a su estado emocional, de modo que aumenten las posibilidades de establecer alianzas entre ambas partes o de dar apoyo en momentos clave, sin depender de las indicaciones verbales explícitas.
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4. Automotivación
La automotivación es la capacidad para convertir nuestras emociones en combustible motivacional, de modo que os orienten más hacia la realización de tareas que nos acercan a los objetivos que os hemos planteado. No hay que olvidar que las emociones existen como un mecanismo de adaptación al medio.
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5. Habilidades sociales
Esta última competencia emocional se basa tanto en el conocimiento y dominio de las normas de socialización que imperan en los círculos sociales en los que nos movemos, como en la capacidad de generar expectativas y significados a través de nuestro manejo de las emociones y su aplicación a nuestra manera de comunicar (de manera verbal y no verbal).
Dicho de otro modo, tiene que ver con crear un cierto tono emocional a las interacciones sociales en las que participamos, dando a entender quiénes somos y/o lo que queremos. Por ello, este es un ingrediente clave en el liderazgo y en procesos de mediación en conflictos, y también al conocer gente.
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En los procesos de psicoterapia es posible entrenar las capacidades emocionales que hemos visto hasta ahora, independientemente de si la persona que acude al psicólogo ha desarrollado una psicopatología o no. Por eso, si buscas apoyo profesional en este sentido, ponte en contacto con nosotros.
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Centro de Psicología en Madrid
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