Es cada vez más amplio el conocimiento de nuestro cerebro y esto nos permite entender ciertas conexiones. Por ejemplo, a día de hoy se sabe que las áreas cerebrales que se encargan de los procesos emocionales también tienen relación con la motivación, el aprendizaje y la regulación del comportamiento.
En este artículo responderemos a si las emociones negativas pueden motivarnos. Para ello, es importante que entendamos qué son las emociones, si realmente hay emociones negativas o no y entender de qué forma pueden afectar las emociones a la motivación. Analizaremos diversas emociones y, por último, veremos algunas estrategias que pueden ser útiles.
Comprendiendo las emociones
Las emociones son respuestas fisiológicas —es decir, que ocurren en nuestro cuerpo— transitorias que se dan ante ciertos estímulos. Tienen el objetivo de darnos información sobre el mundo que nos rodea y nos motivan hacia la acción. También nos permiten comunicar aspectos de nuestro mundo interno a nuestro entorno.
Es importante tener en cuenta que son respuestas automáticas y que, por lo tanto, no podemos decidir de forma consciente qué emoción estamos sintiendo o cuando. En este sentido, tampoco podemos controlar si las sentimos o no y con cuánta intensidad.
Es cierto que, aunque se dan en el cuerpo, son diversos los factores que intervienen en la aparición de las emociones. Las creencias, los valores, las vivencias, los pensamientos y otros aspectos inconscientes de cada persona también influyen en el proceso.
Hoy en día se distingue entre las emociones básicas o universales y las emociones complejas. Las primeras, que compartiremos con los mamíferos, son seis: alegría, miedo, tristeza, asco, ira y sorpresa. Las emociones complejas nacen a raíz de la mezcla de dos o más emociones básicas.
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Redefiniendo las emociones negativas
Es muy habitual escuchar hablar, incluso a renombrados profesionales, sobre emociones positivas o negativas. No obstante, cada vez son más los autores que defienden esta postura como errónea puesto que todas las emociones cumplen su función: nos aportan información tanto sobre el mundo externo como el interno y, además, nos permiten responder.
Es cierto que las sensaciones físicas asociadas a cada emoción son diferentes y unas pueden ser más agradables que otras. En este sentido, se considera más adecuado hablar de emociones agradables o desagradables en lugar de positivas o negativas.
El lenguaje es importante, puesto que puede condicionar nuestras experiencias y, sin duda, generar prejuicios. Además, puede generar ciertas expectativas poco realistas sobre cuáles deberían ser los estados emocionales y esto puede desencadenar sufrimiento.
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¿Las emociones «negativas» pueden motivarte?
Antes de responder a la pregunta, es elemental comprender que el conjunto de áreas cerebrales que se encargan de los aspectos emocionales se conocen como sistema límbico. Dichas estructuras tienen también una gran influencia en diversos aspectos como la motivación y el aprendizaje.
Por tanto, partimos de la base en la que hay una relación entre las emociones, en general, y la motivación. Sin embargo, es importante tener en cuenta que dicha relación puede ser bidireccional.
¿Qué entendemos por motivación?
Este es un tema que ha sido ampliamente estudiado en psicología por su importancia a la hora de comprender el comportamiento humano. Son diversas las teorías que se han desarrollado y propuesto a lo largo de la historia.
En términos generales, podemos decir que, en la psicología, se define el término «motivación» como la necesidad o el deseo que activa, dirige o influencia el comportamiento. Es decir, es la activación y orientación de las conductas hacia la consecución de aquello que se desea o hacia aquello que permita saciar la necesidad percibida o sentida.
Motivación detrás de las emociones desagradables
Al hablar de emociones ya veíamos que todas las emociones cumplen la función de darnos información sobre el mundo y, sobre todo, de motivarnos hacia la acción. A continuación, explicaremos las diferentes emociones desagradables básicas y veremos cuál es la motivación que hay detrás.
Miedo
La emoción básica del miedo nos indica la percepción de un peligro —real o imaginario—. Así pues, cuando sentimos miedo puede activarse la motivación a salvarnos de ese peligro para sobrevivir. Por tanto, pueden darse conductas relacionadas con la huida, el ataque o la paralización.
Ira
La ira, como emoción básica, se activa en situaciones en las que percibimos que algo es injusto o que se nos está realizando un daño de forma intencionada. Cuando esto sucede, la motivación se dirige hacia nuestra propia defensa. A diferencia del miedo, la ira nos motiva a poner límites y/o defender nuestros derechos.
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Tristeza
La tristeza es la emoción básica que nos indica que estamos transitando un momento en el que percibimos una pérdida. En este sentido, la tristeza nos invita a mirar hacia adentro, tomar consciencia de nuestras necesidades y tomarnos el tiempo de poder integrar la pérdida. Además, esta emoción también nos invita a buscar apoyo social.
Asco
El asco es una emoción que genera repulsión o aversión hacia determinados estímulos que se perciben como desagradables o potencialmente dañinos. Ya hemos visto que la motivación activada es la de repudiar, rechazar o evitar ciertos estímulos y esto sucede con el fin de sobrevivir y proteger nuestra salud.
¿Cómo mejorar la motivación teniendo en cuenta las emociones?
Con todo lo visto hasta el momento, es interesante plantearse de qué forma podemos utilizar el conocimiento a nuestro favor. En este sentido, el principal aspecto a tener en cuenta es que es básico poder reconocer, nombrar y entender qué estamos viviendo.
Ya hemos visto que cada estado emocional es diferente y conlleva un mensaje, una motivación y, por consiguiente, la activación de unas conductas u otras. Cuanto más conozcamos nuestro organismo, las reacciones fisiológicas que se generan con cada emoción y la tendencia de respuestas que suele activarse en cada situación, mejor podremos atendernos.
Puede suceder que, en alguna situación solemos tender a responder de una determinada forma que puede resultar poco adaptativa. En esos casos, es posible trabajar y practicar para que nuestro organismo integre otras posibles respuestas. Sin embargo, es importante analizar si realmente la respuesta es poco adaptativa o si nos estamos juzgando.
No podemos controlar lo que sentimos
Aunque se ha mencionado anteriormente, es necesario entender que no podemos controlar lo que sentimos. Esto quiere decir que no podemos controlar la aparición de nuestras emociones, igual que tampoco podemos controlar su duración o intensidad. Recordemos que son respuestas automáticas.
Sin embargo, es igualmente relevante tener presente que sí se puede realizar un trabajo de educación sobre las emociones y autoconocimiento. Esto, sin duda, nos ayuda a regular las emociones y su intensidad. Poder atenderlas sin desbordarnos es clave si queremos actuar con consciencia en lugar de sentir que la emoción nos ha «secuestrado».