​¿Por qué nos vemos feos en las fotos? La ciencia lo explica

La imagen que tenemos de nosotros suele chocar con el modo en el que aparecemos en las capturas.

Hacerse una foto. Mirar el resultado. Borrarla de inmediato. Se trata de secuencia que se repite de forma relativamente frecuente en la mayor parte de las personas en el momento de fotografiarse.

El motivo principal que suelen argumentar para repetirla varias veces es también conocido: no nos vemos bien. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué nos vemos feos en las fotos?

El aspecto físico y la apariencia

Vivimos en un mundo en el que la imagen tiene un gran valor en muchos aspectos de la vida. Relacionarse con los demás, obtener un empleo, conseguir pareja… la imagen de una persona puede indicar una gran cantidad de cosas sobre ella, siendo juzgada socialmente. Se promueve socialmente que todos intenten mostrarse lo mejor posible en todos los aspectos.

Esto ocurre también a nivel intrapsíquico, intentando la persona crearse una imagen y autoconcepto positiva y actuando en pos de que su identidad se acerque a su ideal. El atractivo físico es uno de los elementos que resultan más fácilmente visibles desde el exterior, con lo que una gran cantidad de personas lo cultivan de cara a sentirse mejor consigo mismas.

Sin embargo, seamos como seamos es frecuente que en el momento de hacerse una foto y ver el resultado aparezca un desagrado más o menos profundo hacia la imagen que ésta refleja. A veces nos vemos atractivos y nos podemos sentir más o menos identificados, pero en otras ocasiones pensamos que la imagen no nos hace justicia; nos vemos raros, diferentes e incluso “feos”. Esta sensación tiene diferentes causas, tales como la presencia de una autoexigencia elevada, la autoestima o estar acostumbrado a verse de manera diferente.

Exigirse demasiado

Como hemos dicho, vivimos en una sociedad competitiva que nos exige demostrar lo mejor de nosotros mismos de una forma constante. La mayoría de la gente mantiene establece objetivos, metas y exigencias más o menos realistas y asumibles según sus capacidades. Sin embargo, en muchos casos el individuo puede llegar a necesitar hacerlo todo lo mejor posible, intentando alcanzar la perfección y estableciéndose objetivos que no puede alcanzar.

Lo mismo puede ocurrir en el momento de tener en cuenta la autoimagen: la persona puede querer tener una imagen excesivamente buena, independientemente de su capacidad y medios para alcanzarla. Ello puede provocar que cuando se ve en una fotografía la imagen reflejada no sea considerada suficiente, sintiéndose feo/a en comparación con el ideal que le gustaría alcanzar.

¡La culpa es de la cámara!

La excusa que solemos usar cuando salimos mal en las fotos no es, del todo, incorrecta. Y es que parte de la razón de la que podamos vernos extraños en las fotografías (y en ocasiones poco agraciados) tiene que ver con el instrumento a través del cual somos retratados. Y es que las lentes de las cámaras no tienen la misma forma que un ojo humano, cosa que provoca que el producto final sea diferente según a partir de qué se observe.

Al igual que ocurre cuando nos miramos en un espejo cóncavo o convexo, la lente empleada va a hacer que la imagen se vea de una forma ligeramente diferente a la que percibimos mediante el ojo humano. Algunas lentes provocarán que elementos lejanos parezcan mucho más pequeños de lo que son en realidad mientras que otras aplanan los elementos fotografiados, variando su tamaño o volumen aparente.

También la luminosidad, nitidez y perspectiva influyen en este hecho, pudiendo exagerar o ocultar aspectos que no nos parecen tan atractivos de nosotros mismos.

Cuestión de perspectiva

Uno de los aspectos que pueden propiciar que nos veamos feos en las fotos es la perspectiva. Normalmente las personas no somos capaces de observar nuestro propio rostro, de manera que la única referencia que tenemos de él es la imagen que nos llega a través de espejos y superficies reflectantes.

El punto desde el que observamos la imagen tiende a ser siempre el mismo: una posición ligeramente elevada que coincide con la altura de nuestros ojos y además relativamente cercana. Sin embargo, no solemos vernos a larga distancia, desde abajo o desde una altura superior a la de nuestros ojos. La imagen que nos devuelva cámara y la visión que pueden tener otras personas de nosotros van a poder ser también distintas, viéndonos desde perspectivas con las que no estamos acostumbrados a tratar.

El hábito y el efecto de la mera exposición

Además de que no se corresponde con la imagen a la que estamos habituados, otro aspecto que participa en que nos veamos raros o feos en las fotos tiene que ver con estar habituado a vernos de determinada manera.

A nivel psicológico se ha observado que el ser humano muestra una tendencia a tener preferencia por las cosas que conoce, aumentando la evaluación positiva de lo que nos rodea cuanto más frecuente sea el contacto con él. Este efecto es denominado efecto de la mera exposición y suele aplicarse en psicología social para hablar del cambio de actitud ante estímulos, personas o colectivos debido al contacto frecuente, pero también puede explicar fenómenos intrapsíquicos como éste.

Nuestra imagen reflectada no es nuestra imagen real sino su reflejo o imagen especular, la cual es una imagen inversa de la realidad, y es a ésta a la que solemos estar habituados. De este modo la imagen que nos devuelve la cámara, que es además más cercana a nuestra imagen real y a la perspectiva de quienes nos observen, sería pues algo distinta a la que estamos acostumbrados a ver. Si bien se trata de algo en apariencia insignificante, puede ayudar a que en ocasiones nos percibamos ligeramente extraños en las fotos.

Sesgos derivados de la autoestima

Otro de los aspectos principales a la hora de explicar porqué nos vemos feos en las fotos tiene que ver con nuestra autoestima. Concretamente diversos estudios y experimentos han demostrado que a mayor nivel de autoestima del individuo, peor se ve reflejado en la fotografía.

Esto se debe a que el ser humano intenta de manera inconsciente mantener un estado de bienestar interno, provocando que intentemos identificarnos con una autoimagen positiva de nosotros mismos hasta el punto de que dicha imagen es ligeramente superior a la real. Al observar la imagen de nosotros mismos que nos devuelve la fotografía dicha autoimagen inconscientemente mejorada se ve en parte negada, provocando que consideremos que hemos salido mal en la captura. En otras palabras, por norma general las personas tienden a considerarse físicamente más atractivas de lo que son.

Este efecto también se aplica a aquellas personas, objetos o estímulos a los que nos une el afecto. El hecho de mantener un contacto con algo o alguien a quien apreciamos provoca que la imagen que de él tenemos se embellezca subjetivamente. Sin embargo, en este caso en ocasiones el afecto hace que la imagen en sí sea mejor percibida de lo que sería objetivo (ya que vemos a esa persona o objeto de un modo muy similar al reflejado por la cámara).

Del mismo modo, personas con una baja autoestima suelen considerarse menos atractivos de lo que realmente son, con lo que en fotos en que realmente salen mal por diferentes motivos pueden verse más fácilmente identificados.

Referencias bibliográficas:

  • Epley, N. & Whitchurch, E.(2008). Mirror, mirror on the wall: enhancement in self-recognition. Pers Soc Psychol Bull.34(9):1159-70.

Psicólogo en Barcelona | Redactor especializado en Psicología Clínica

Barcelona

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Máster en Psicopedagogía con especialización en Orientación en Educación Secundaria. Cursando el Máster en Psicología General Sanitaria por la UB.

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