En un mundo que se mueve a una velocidad cada vez más rápida, donde las demandas de la vida cotidiana a menudo se sienten abrumadoras, es esencial aprender a establecer límites saludables. La habilidad de hacerlo es una piedra angular en la construcción de una relación sana con uno mismo y con los demás, y en la preservación de nuestra salud mental y nuestro equilibrio emocional.
Cuando aprendemos a decirle “no” a todo aquello que transgreda nuestro bienestar, nos transformamos y empoderamos, retomando el control de nuestra vida y liberándonos de mucho estrés, agobio, y hasta rabia. Pero, ¿qué son los límites?, ¿por qué son cruciales?, ¿qué nos impide establecerlos? y ¿cómo podemos ponerlos?
¿Qué son y por qué son tan importantes los límites?
Los límites son fronteras mentales, emocionales, físicas, y espirituales que delimitan cuáles son nuestras necesidades, deseos, posibilidades, y valores. Son las líneas divisorias que separan lo que somos de lo que no somos, lo que estamos abiertos a aceptar y lo que no, y el equilibrio que podemos mantener entre dar y recibir. Los límites juegan un rol fundamental en la conservación de nuestra integridad y bienestar, ya que nos permiten afirmar quiénes somos, comunicar nuestros requerimientos de manera efectiva, vivir en armonía con nuestra naturaleza más auténtica y experimentar una sensación más profunda paz interior.
Piensa en todas las veces que has dicho que “sí” a favores, pedidos, trabajos, demandas externas, y hasta caprichos de otros, cuando todo lo que querías era decir que “no”. Recuerda todas las instancias en que alguien dijo o hizo algo inapropiado pero callaste tu dolor. ¡Cómo no vas a sentir cansancio, enojo, y desconcierto! Sin límites claros, corremos el riesgo de perder nuestra identidad cediendo ante las expectativas de los demás, lo que puede llevar a muchísima confusión e insatisfacción en nuestras vidas.
Cuando no ponemos límites claros, nos exponemos no solo a sentirnos abrumados sino también a estar desconectados con nosotros mismos, más permeables a relaciones disfuncionales, y con baja autoestima. Por tanto, la práctica de poner límites saludables es imprescindible y necesaria no solo como un acto de autoafirmación sino como forma de preservar nuestra salud a todo nivel, y para crear relaciones más enriquecedoras.
Es importante resaltar que no le estamos poniendo límites a la otra persona sino a algo que esa persona ha realizado que ha quebrantado mi tranquilidad, lo cual puede tener repercusiones físicas – cansancio, malestares gastrointestinales, palpitaciones, y mucho más. También es importante destacar que los límites no se usan para manipular, cambiar, lastimar, o controlar a la otra persona. Éstos son una de las maneras más asertivas de proteger nuestra alineación emocional, física, mental y espiritual. Son un paso esencial en nuestro camino hacia el autodescubrimiento y la autorrealización.
¿Cómo aprender a poner límites?
En mi experiencia de pequeña y adolescente, vivía complaciendo a los demás. Era incapaz de hacer cualquier cosa que pudiera decepcionar a los otros porque me daba culpa. Temía que me dejasen de amar si expresaba mis límites, entonces, cedía en exceso a todo lo que me pedían. Tengo clientes/as que me comparten que temen confrontar o lastimar al otro si ponen límites.
A veces se sienten tan mal en situaciones donde es imperativo poner un límite que lo hacen gritando o llorando, por lo tanto, evitan exponerse. Hay mucha gente que tiene una baja autoestima y no se siente merecedora de respeto o piensa que no tiene derecho a establecer límites. Los escenarios que impiden establecer límites saludables son múltiples. A veces, hay personas que simplemente no han desarrollado habilidades de comunicación efectiva que les permitan expresar sus límites de manera asertiva y respetuosa.
En cualquier caso, con la ayuda apropiada, y el compromiso necesario, se puede aprender a revertir esta situación. Lo aseguro en primera persona y también por el éxito que tienen mis clientes al aprender a gestionar qué están dispuestos a negociar y qué no. Pero, ¿por dónde podemos empezar?
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Autoreflexión: hazte estas preguntas, ¿cómo me siento con esta situación/persona? ¿qué necesito? ¿qué deseo? ¿qué puedo hacer al respecto?
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Comprende tus valores y límites: Reflexiona sobre tus valores personales y los límites que has establecido, y comprende por qué son importantes para ti.
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Identifica y desafía pensamientos irracionales o negativos: Pensamientos que te hacen sentir culpable por poner un límite. Reemplázalos por pensamientos que te recuerden porque lo has hecho y practica la auto-compasión.
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Sé directo: Al establecer tus límites, ve directo al grano, no des explicaciones innecesarias que confundan más que aclarar.
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No pidas permiso ni perdón cuando sea necesario poner un límite: Es tu derecho hacerlo para mantener tu salud.
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Usa el "Yo" en lugar del "Tú": enfoca lo que comunicas en primera persona en vez de señalar al otro. En lugar de decir "tú nunca me llamas", puedes decir "me incomoda tener que ser la que inicia las llamadas".
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Ofrece alternativas:Cuando lo consideres correcto y te siente bien, puedes ofrecer alternativas: “Ahora no puedo ayudarte pero mañana entre tal hora y la otra sí”
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Mantén la calma y un tono de voz sereno: esto ayuda a que el mensaje sea más efectivo y respetuoso.
La capacidad de establecer límites saludables está directamente relacionada a nuestra capacidad de cuidar nuestra energía y equilibrio general. Puede que haya trabas internas, como el miedo a discutir o a ser malinterpretado/a, las cuales habrá que trabajar con un profesional. A lo mejor el bloqueo tenga que ver con no saber cómo expresar tus límites, con lo cual habrá que aprender a hablar asertivamente. Sea como sea, es esencial recuperar nuestra voz para marcar las líneas que los otros no pueden cruzar. De esa manera podremos gozar de una vida más plena y reforzar nuestro autocuidado y amor propio.