Nacido en Gales en 1872, Bertrand Russell no fue un niño feliz. Él mismo define sus sentimientos en la infancia de la siguiente manera: “harto del mundo y agobiado por el peso de sus pecados”. Con seis años perdió a sus padres y fue criado por sus abuelos paternos, quienes le inculcaron unas ideas morales muy estrictas.
Más tarde, con cinco años, empezó a pensar que si vivía hasta los setenta solo había soportado una catorceava parte de su vida, y los largos años de aburrimiento que tenía por delante se le antojaban insoportables. En la adolescencia su situación no mejoró, y comenta haber estado varias veces al borde del suicidio.
Con este historial podríamos imaginarnos a un adulto depresivo, con síntomas de ansiedad, insomnio, y un buen número de neurolépticos en su mesita de noche. Sin embargo, en su etapa adulta este filósofo dice haber aprendido a disfrutar de la vida.
¿Qué descubrió Russell para conseguir tener una madurez entusiasta y feliz y disfrutar de la vida?
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La concepción de la felicidad según Bertrand Russell
Estas son algunas de las claves que el filósofo destacó para orientarse hacia el estado de felicidad.
Poner el foco de la atención en el exterior
El filósofo británico hizo un interesante descubrimiento. Advirtió que preocupándose menos por sí mismo, dejando de reflexionar continuamente sobre sus fallos, miedos, pecados, defectos y virtudes, conseguía aumentar su entusiasmo por la vida.
Descubrió que poniendo su foco de atención en objetos externos (diversas ramas del conocimiento, otras personas, aficiones, su trabajo…) se acercaba a su ideal de la felicidad y su vida le resultaba mucho más interesante.
En sus escritos viene a decirnos que las actitudes expansivas producen regocijo, energía y motivación, al contrario que estar encerrado en uno mismo desemboca inevitablemente en el aburrimiento y la tristeza.
En palabras de Russell “quien no hace nada para distraer la mente y permite que sus preocupaciones adquieran absoluto dominio sobre él, se porta como un insensato y pierde capacidad para afrontar sus problemas cuando llegue el momento de actuar”.
La idea consiste en aumentar los intereses externos, hacer que sean lo más variados posibles, para así tener más oportunidades de felicidad y estar menos expuesto los caprichos del destino, ya que si una te falla puedes recurrir a otra. Si tus intereses son lo más amplios posibles y tus reacciones ante las cosas y personas que te interesan son amistosas y no hostiles es más probable que te acerques a la felicidad cotidiana.
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¿Cómo podemos fomentar esta actitud expansiva?
Entonces, ¿simplemente con centrarnos en las actividades cotidianas del día a día seremos felices?
Mantenernos centrados en lo exterior nos hará estar más motivados y entusiasmados, pero no es el único ingrediente de la felicidad.
Según Russell, teoría que cuadraría con las ideas de la psicología cognitiva contemporánea, para ser razonablemente feliz hay que aprender a pensar del modo adecuado y en el momento adecuado. Parafraseándole, “El sabio solo piensa en sus problemas cuando tiene sentido hacerlo; el resto del tiempo piensa en otras cosas o, si es de noche, no piensa en nada”.
Cultivar una mente ordenada aumentará sin duda nuestra felicidad y eficiencia, pensar cada cosa en su momento mantendrá nuestra mente despejada y despierta y nos permitirá mantenernos más en el momento presente.
Y, ¿Cómo nos invita él a pensar del modo adecuado?
El filósofo nos anima a hacer frente a los pensamientos que nos asustan o que nos incapacitan. Según él, el mejor procedimiento ante cualquier tipo de miedo consiste en lo siguiente:
“Pensar de manera racional y con calma sobre el tema, poniendo gran concentración para familiarizarnos con él. Al final, esa familiaridad embotará los miedos y nuestros pensamientos se alejarán de él”
También nos anima a confrontar nuestros pensamientos y desechar los que no nos resulten adaptativos o se alejen de lo real.
Esfuerzo y resignación
Según Russell, la felicidad es una conquista, y no un regalo divino, por tanto tenemos que pelearla y esforzarnos por alcanzarla.
Sin embargo, ante ciertas circunstancias inevitables de la vida, lo más recomendable es la resignación (que yo llamaría aceptación). Malgastar tiempo y emociones ante contratiempos inevitables es totalmente inútil y atenta contra la paz mental.
En palabras de Reinhold Niebuhr, “Tener serenidad para aceptar las cosas que no puedas cambiar, valor para cambiar las que si puedas, y sabiduría para poder diferenciarlas”.