Por qué perseguir el éxito puede llevar a la infelicidad

Un reflexión sobre las prioridades y sobre lo que de verdad nos motiva.

Por qué perseguir el éxito puede llevar a la infelicidad

En la sociedad occidental actual hay una cultura del éxito. Características como el esfuerzo, la competitividad, la profesionalidad y el liderazgo son mejor consideradas que otras como la empatía y el compañerismo, porque las primeras capacidades son las que llevan a una persona a lograr el éxito.

Y es que las personas que han alcanzado fama y riquezas tienen mayor estatus social. Si tienes muchos seguidores y “me gusta” en las redes sociales, y si puedes permitirte comprarte productos de alta gama o los más caros del mercado; se te considera en la sociedad actual como un/a triunfador/a.

Sin embargo, como se suele decir, el dinero no da la felicidad. De hecho, buscar el éxito puede conducir a lo contrario. Sigue leyendo y podrás descubrir por qué perseguir el éxito puede llevar a la infelicidad, y qué alternativas hay para buscar la felicidad.

¿Por qué perseguir el éxito puede hacernos infelices?

Antes de responder esa pregunta, es importante aclarar dos matices. Por un lado, lo que nos puede llevar a la infelicidad no es el éxito en sí, sino la acción de perseguir el éxito. Por otro lado, normalmente cuando hablamos de éxito, nos referimos al éxito laboral. Una vez dicho esto, puedo explicar por qué perseguir el éxito puede hacernos infelices.

1. Por centrarnos en una única área de nuestras vidas

Cuando has leído éxito, es probable que hayas pensado en hacerse rico, comprarse un casoplón, ser famosos, viajar mucho o ser dueños de una empresa…, es decir, en logros laborales y económicos, pero no en otras formas de éxito.

Para conseguir esos objetivos, se necesita mucho esfuerzo y constancia, incluso a lo largo de los años (a no ser que hayas nacido en una familia acomodada). Este alto nivel de exigencia puede implicar a menudo centrarse tanto en la vida laboral, que se descuida el resto de áreas importantes de la vida, como las amistades, la familia, el cuidado de uno/a mismo/a, el desarrollo personal…

Esto puede hacernos infelices, ya que nadie puede tener una única fuente de felicidad. Para sentirnos realizados tenemos que apostar por mejorar o mantener varias áreas de nuestra vida que sean importantes para nosotros, no solo el área laboral-económico. Este es el principal motivo por el que el dinero no da la felicidad (aunque sí que admito que hace el camino más fácil).

2. Expectativas del momento del éxito

Por otro lado, mientras perseguimos el éxito, tenemos la creencia de que la alegría que nos dará será muy grande y duradera, tanto como para pensar que merece la pena sufrir durante mucho tiempo por tal de lograrlo.

Sin embargo, la alegría surgida por alcanzar el objetivo dura poco tiempo, ya que, al igual que todas las emociones, la alegría es breve y efímera. Puede que incluso, cuando llegue el momento, la emoción no sea tan fuerte como pensábamos, y terminemos sintiéndonos decepcionados, en vez de disfrutar del éxito.

Esto ocurre también porque confundimos la felicidad con la emoción de la alegría. La felicidad no es una emoción como tal, porque es un estado largo y duradero en el que se sienten mayormente sensaciones agradables.

Entre ellas, la alegría, sí, pero también emociones menos intensas como la tranquilidad y la serenidad. Incluso entre medias pueden haber emociones desagradables, pero no por eso se deja de ser feliz.

3. Nuestra felicidad termina dependiendo de los logros

Cuando nuestra única fuente de felicidad es el éxito, y teniendo en cuenta que la alegría por los logros conseguidos suele ser momentánea, nuestra felicidad se vuelve dependiente de conseguir objetivos. En el momento en el que se alcanza un logro, volvemos a pensar en qué nueva meta nos tenemos que marcar para volvernos a sentir así de bien.

Entonces necesitamos más, y cada vez más, pero nunca se va a conseguir que la emoción sea duradera y, por lo tanto, nunca será suficiente para hacernos felices (porque necesitamos más que disfrutar del área laboral). Esto puede provocar una sensación de vacío e infelicidad, que se intentará rellenar con más trabajo y logros, y así el resto de nuestras vidas si no intentamos probar algo distinto para alcanzar la felicidad.

¿Cómo puedo alcanzar la felicidad entonces?

Para dejar de perseguir el éxito y para llegar a la felicidad, hay dos caminos que seguir al mismo tiempo. El primer método para alcanzar la felicidad es el que ya hemos mencionado antes precisamente: el éxito.

Sin embargo, no me refiero a tener un cochazo o mil seguidores en Instagram, sino al éxito en cuanto el conseguir alcanzar objetivos que nos proponemos, ya sea a corto o largo plazo. Y no solo en el área laboral, si no aplicarlo también en todas las áreas vitales que son importantes para nosotros.

Alcanzar objetivos nos aporta esa alegría momentánea de la que hablábamos, así como sentirnos autorrealizados. De nuevo, es necesario aclarar un aspecto: cumplir nuestras metas sí nos lleva a la felicidad. Lo que pasa que, aunque sea necesario, no es suficiente, y obsesionarse por perseguir el éxito nos puede llevar a la infelicidad. Por eso hay que acompañar nuestra consecución de logros por el cuidado de nuestros valores vitales.

Los valores vitales

El otro camino que nos lleva a la felicidad son los valores personales, es decir, qué áreas vitales o ideas morales son más importantes para cada persona (la familiar, los amigos, el trabajo/estudios, la espiritualidad, la honestidad, el contacto con la naturaleza…). Los valores personales dependen de las características y expectativas de la vida de cada uno/a.

Actuar acorde a nuestros valores, cuidando esas áreas vitales y manteniéndonos fieles a nuestras ideas morales, nos permite sentirnos en paz con nosotros mismos, tranquilos, serenos y disfrutar más de la vida. Lo más habitual es que cada persona tenga unas preferencias concretas y no abarque muchísimos valores, porque cuidar de tantos sería agotador y estresante.

Aun así, vivir según nuestros valores implica un trabajo constante y consciente. De hecho, podemos entender los valores como proyectos de vida, los cuales son deseables pero siempre inalcanzables, ya que siempre vamos a poder seguir ese camino, no hay un final. ¿Y cómo puedes hacerlo?

¿Cómo vivir acorde a mis valores?

El primer paso para buscar la felicidad es decidir cuáles son tus valores. Recuerda no escoger tantos que no puedas abarcarlos. Si te resulta complicado identificar cuáles son más importantes para ti, dale a todos un valor numérico que indique cómo de relevante son y ordénalos en función de esos números. Algunos ejemplos de valores son:

  • La familia.
  • La amistad.
  • El trabajo/área académica.
  • La naturaleza.
  • El cuidado físico.
  • La pareja.
  • La espiritualidad.
  • El aprendizaje continuo.

Una vez realizado ese paso, márcate objetivos dentro de cada una de ellas. Un objetivo que te puedes marcar es visitar cada semana a tus padres, porque uno de tus valores es la familia. Otro ejemplo es ir al menos una vez al mes al campo porque es importante para ti estar en contacto con la naturaleza.

Recuerda que los valores son un camino sin fin, por lo que vas a necesitar márcarte nuevos objetivos cada vez que notes que estás descuidando un valor. Ve poco a poco y no establezcas metas demasiado altas que te puedan frustrar. Si es posible, prevé posibles problemas que puedan surgir y haz un plan para afrontarlos.

Ya solo te queda el último paso, que es empezar a cumplir tus planes para vivir acorde a tus valores. Si no sientes que eres feliz, reevalúa los valores que has escogido, puede que no sean los que más encajen contigo o no haya pasado el suficiente tiempo. Ten en cuenta que lo más importante es que disfrutes del camino. Ahora tu nuevo éxito será cuidar tus valores.

  • Hayes, S.C., Stroshal, K. y Wilson, K.G. (2014). Terapia de Aceptación y Compromiso. Proceso y práctica del cambio consciente (2ª Ed.). Desclée de Brouwer.
  • Linehan, M.M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. Guilford Press.
  • Linehan, M.M. (2020b). Manual de entrenamiento en habilidades DBT® para el/la terapeuta (1a ed. Castellano). EDULP.

Psicóloga

Lucía Gómez es psicóloga general sanitaria, con formación en los modelos cognitivo-conductual y sistémico centrado en soluciones. Ofrece terapia individual, de pareja y de familia, tanto de forma presencial en Málaga como online. Apasionada de la escritura y de la psicología desde joven, ha querido juntar sus dos vocaciones para aportar su granito de arena al mundo y poder ayudar a los demás.

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