Las bacterias están en todas partes, aunque no seamos capaces de verlas a primera vista. Diversos estudios estiman que, de los 550.000 millones de toneladas de materia orgánica presentes en el medio en forma de carbono, 70.000 millones corresponden a las bacterias que viven en los ecosistemas. Dicho de otro modo, la masa bacteriana de los suelos y las aguas encierra el 15% de toda la materia orgánica del planeta, valor solo superado por las plantas (450 gigatoneladas, el 80%).
De todas formas, tampoco hace falta irse a una escala astronómica para darnos cuenta de que las bacterias están en todas partes. Si estás leyendo esto desde el teléfono móvil, te sorprenderá saber que existen más de 25.000 unidades bacterianas por cada 6,5 centímetros cuadrados de pantalla (más que un váter). Otro dato chocante más: entre el codo y la punta de los dedos se encuentran hasta 10 millones de bacterias, todas ellas viviendo en nuestra superficie epidérmica.
Con todas estas cifras, nos queda más que claro que hay bacterias en todas partes. El ser humano es un sistema abierto, y como tal, tampoco se libra de la colonización de microorganismos en distintas partes de los tractos que intercambian sustancias con el medio, como las fosas nasales, el estómago, el esófago, los ojos, el ano o la boca. Con el fin de explorar un terreno de gran interés, hoy exploramos de forma somera las bacterias que habitan en la boca.
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Conceptos generales sobre el microbioma
Antes de fijarnos en los microorganismos residentes en la boca, es necesario sentar una serie de bases en lo que a nuestra relación con las bacterias se refiere. Se suele utilizar el término “flora” para designar a las colonias presentes en nuestros tractos y mucosas, pero nada tienen que ver estas unidades biológicas con el reino Plantae. Por ello, los términos más adecuados son “microbioma” o “microbiota normal”.
La microbiota humana se divide en dos categorías:
- Microbiota autóctona: es aquella que engloba a los microorganismos que habitan dentro del sistema humano durante un tiempo prolongado. Debido a su estrecha relación con el hospedador, ha evolucionado junto a él por mecanismos de simbiosis.
- Microbiota alóctona: son microorganismos que no requieren del hospedador para vivir, así que se pueden encontrar en cualquier ecosistema. De todas formas, pueden acabar en la superficie o tractos del ser humano de forma transitoria.
La microbiota autóctona puede ser comensal o simbionte, pero nunca nociva en una situación de normalidad. Lo que menos quiere una comunidad bacteriana que vive en equilibrio con el ser humano es causar patogenia, pues si este fallece, la población de microorganismos también desaparece. Por desgracia, algunas bacterias simbiontes o comensales sí pueden convertirse en un problema, sobre todo en pacientes con inmunosupresión (SIDA) o enfermedades concomitantes (como el cáncer).
Además, la microbiota puede ser latente (permanece relativamente constante a lo largo de toda la vida) o transitoria (presenta fluctuaciones continuas según la edad del hospedador, el ambiente o la estación). En general, los microorganismos esenciales para la vida del ser humano son aquellos autóctonos y latentes.
¿Qué bacterias habitan en la boca?
Los términos “microbioma oral”, “microbiota oral” o “flora bucal” hacen referencia a lo mismo: los microorganismos que habitan en la cavidad oral del ser humano. De todas formas, más que el número de bacterias por centímetro cuadrado de tejido, lo que se suele estimar es el genoma bacteriano presente en las muestras. Dicho de otro modo, la riqueza de seres vivos que habitan en nuestra boca viene determinada por la detección de genes de distintas especies y cepas, no por la observación directa de las mismas. Esto es así porque, por ejemplo, algunos microorganismos descritos no se pueden cultivar en el laboratorio.
La cavidad oral contiene uno de los microbiomas más intrincados y complejos de todo el cuerpo humano, quizá solo superada por los intestinos y los procesos digestivos que allí tienen lugar.
Para que te hagas una idea, se estima que un mililitro de saliva contiene 10 elevado a 8 unidades microbianas, que se reparten en unos 700 taxones de organismos procariotas. A nivel general, se cree que una “flora bucal” sana está compuesta por unas 200 especies bacterianas.
El bioma oral es extremadamente diverso por la sencilla razón de que existen muchos nichos a pequeña escala que explotar. Tenemos la saliva, la superficie de los dientes, las encías, los tejidos y mucosas de la cara interna de la mejilla, el paladar, las placas sub y supragingivales y las amígdalas, entre otras muchas estructuras. Cada una de estas superficies favorece una composición diferente del microbioma.
Según el Human Oral Microbiome Database (HOMD), solo el 57% de las especies de bacterias habitantes de nuestra boca han sido descritas y catalogadas de forma oficial, el 13% han sido cultivadas pero no clasificadas y un 30% ni siquiera se han llegado a cultivar en el entorno laboratorial. Sí, aunque parezca extraño en estos tiempos, ni siquiera sabemos con toda certeza qué microorganismos nos ayudan a sobrevivir.
Los principales grupos bacterianos en la boca
Tal y como indica el estudio "Oral microbiome: Unveiling the fundamentals", las comunidades bacterianas orales se han reunido en 185 géneros y 12 filos diferentes. Estos filos son los siguientes: Firmicutes, Fusobacteria, Proteobacteria, Actinobacteria, Bacteroidetes, Chlamydiae, Chloroflexi, Spirochaetes, SR1, Synergistetes, Saccharibacteria (TM7) y Gracilibacteria (GN02).
De todas formas, cabe destacar que la fluctuación de muchos de estos microorganismos es cambiante, es decir, algunos son alóctonos, transitorios o ambos. El consumo de alimentos, el uso de drogas (como el tabaco, ya que el humo entra por la boca), la higiene bucal y los cambios en el pH del entorno oral pueden provocar subidas o bajadas en los números de colonias de una especie dada. Por ello, este medio es bastante volátil y difícil de estudiar.
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Las funciones del microbioma oral
El microbioma oral suele presentarse en forma de biofilm, es decir, como un “tapete microbiano” organizado adherido a una superficie o sustrato, en este caso los dientes, mucosas y tejidos orales. Una vez se asienta esta comunidad biológica, los componentes segregan una matriz extracelular protectora, que mantiene aún más unidos a sus integrantes. Esto es lo que se conoce como “placa dental” y, aunque haya que mantenerla controlada con cepillados constantes, esta no es mala en sí misma para el organismo.
La formación del biofilm oral es esencial para mantener la homeostasis de este entorno y para evitar la patogénesis de otros microorganismos. La premisa es sencilla: si ya existe una colonia bacteriana asentada en una superficie dada, es mucho más difícil que empiece a proliferar otra potencialmente patógena en el mismo lugar. Este es un claro ejemplo de simbiosis (aunque sea involuntaria), pues como el espacio ya está ocupado, se protege al hospedador de forma indirecta de invasiones innecesarias.
Además, en la comunidad oral existen bacterias que expresan la enzima nitrato-reductasa, convirtiendo así el nitrato en nitrito cuando entran compuestos que lo contienen a la boca. Esto quiere decir que, junto con la acción enzimática de la saliva, la digestión comienza desde la cavidad oral gracias a la ayuda de las bacterias.
Más allá de todo esto, también se ha demostrado que estos microorganismos son esenciales para la especialización del sistema inmunitario en etapas tempranas del desarrollo, para mantener a raya las respuestas proinflamatorias e, incluso, para combatir de forma activa a otros patógenos. Algunas poblaciones bacterianas son capaces de segregar sustancias bactericidas al medio, que nos protegen de forma directa de la invasión de gérmenes dañinos.
Resumen
Por sorprendente que parezca en el auge de la innovación y conocimiento científicos, aún hay una infinidad de cosas que nos quedan por conocer. Las líneas redactadas son un claro ejemplo de ello, pues a pesar de que sabemos que la microbiota oral es esencial para nuestro bienestar sistémico, aún no hemos sido capaces de clasificar casi la mitad de los microorganismos que allí habitan.
De todas formas, lo que sí tenemos claro es que, como especie, no somos nada sin nuestros microbios. Las bacterias que habitan en nuestros sistemas son esenciales para el combate de enfermedades, el entrenamiento del sistema inmunitario, la digestión de alimentos y muchas cosas más. Sin ellas, la vida tal y como la conocemos a día de hoy no sería posible.