Normalmente las cirugías son procesos quirúrgicos utilizados para corregir una alteración física del organismo del sujeto.
Sin embargo, existe otro tipo de cirugías en las que el efecto de la sugestión tiene mucha más importancia que la propia operación realizada. Se trata de las cirugías placebo. Vamos a conocer mejor en qué consisten estos planteamientos, cuál es su utilidad y su nivel de eficacia para determinados tipos de pacientes.
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¿Qué son las cirugías placebo?
Las cirugías placebo son un tipo de intervención quirúrgica en las que la operación es totalmente simulada, a excepción de aquellos elementos indispensables para que el paciente crea que es real, como la generación de una cicatriz, la sedación o todos los elementos ambientales propios de un quirófano (batas, material de protección, etc.). El objetivo es que la persona crea que ha sido sometido a una operación real.
Pero, ¿por qué podríamos querer simular una intervención quirúrgica en lugar de realizar una de verdad? Ahí entra en juego la utilidad de las cirugías placebo. El efecto placebo, en general, consiste en una mejoría en el estado físico o mental del paciente tras la administración de un elemento inocuo que él cree que, efectivamente, es beneficioso para su salud.
Por lo tanto, lo que estaría generando la mejoría no serían, en este caso las cirugías placebo, sino las expectativas que la propia persona tendría de experimentar un efecto positivo tras dicha intervención. En otras palabras, lo que mejora la salud del paciente es la sugestión generada por creer que está siendo objeto de una operación destinada a provocarle un cambio a mejor. Mejora porque cree que va a mejorar.
¿Funcionan las cirugías placebo?
El primer problema que encontramos cuando hablamos de las cirugías placebo es que es un fenómeno que aún no ha sido estudiado en toda su profundidad. Los motivos son evidentes, y es que por una cuestión de ética no siempre se puede realizar un tratamiento ficticio a una persona, privándole de la intervención real, para comprobar la utilidad de la misma.
Aún así, se han realizado algunas pruebas que permiten extraer algunas conclusiones, siempre limitadas a las dolencias concretas presentes en dichos estudios, por lo que no se puede extrapolar con seguridad a otro tipo de enfermedades. Uno de los casos más sorprendentes tuvo lugar en el año 2016, cuando un equipo de la Universidad de Florida diseñó una intervención para tratar a un paciente que sufría de Parkinson.
Esta operación conllevaba la implantación de un pequeño cable cuyo objetivo era transmitir impulsos eléctricos a una zona concreta del cerebro. La cuestión es que los médicos encargados del caso sabían perfectamente que la aplicación de este cable era irrelevante en términos físicos para tratar la enfermedad de Parkinson, pero hicieron creer al paciente lo contrario.
Esta cirugía placebo fue todo un éxito y la persona notó rápidamente la mejoría, hasta el punto de mostrar una visible reducción en sus temblores corporales, causados por la enfermedad. ¿Cómo fue posible? Debido a la sugestión tan poderosa a la que fue sometido. Estaba tan convencido de que le iban a hacer mejorar con la operación que de hecho así fue.
Igualmente, se ha observado la eficacia de las cirugías placebo en pacientes con dolencias cardiacas. En este caso el estudio se realizó en el Imperial College London. Los investigadores lograron un grupo con dos centenares de pacientes que sufrían de una isquemia miocárdica. A la mitad de ellos les realizaron la intervención quirúrgica habitual en estos casos, mientras que a la otra mitad simplemente simularon realizarla.
Los resultados fueron sorprendentes: tanto los pacientes del grupo control como los del experimental experimentaron una mejoría similar. ¿La conclusión, por lo tanto, es que la sugestión es igual de poderosa que una operación quirúrgica real? No exactamente. La cuestión subyacente es que los doctores ya sospechaban de que esta intervención en concreto no era todo lo eficaz a nivel físico que en un principio se creía.
Lo que en realidad estaban demostrando es que no era la operación quirúrgica lo que provocaba la mejoría, sino las expectativas que los pacientes tenían acerca de dicha intervención. Por ello, al aplicar las cirugías placebo, el efecto positivo fue el mismo que en los otros casos, demostrando que no era necesario realizar una intervención física real para lograr la mejoría que buscaban para el enfermo.
Más estudios sobre la eficacia de estas operaciones
Pero esos no son los únicos estudios que se han realizado al respecto para comprobar la eficacia de las cirugías placebo. Otro ejemplo es el que la revista Scientific American publicó en el año 2013. Este artículo suponía un metaanálisis de otros 79 estudios que estudiaban la eficacia de diferentes técnicas con placebo para aliviar el dolor de cabeza en los pacientes.
Las conclusiones fueron igualmente claras. La administración de pastillas inocuas disminuía el dolor en un 22% de los casos. La aplicación de agujas (acupuntura) en forma de placebo funcionó para el 38% de los pacientes. Pero la solución más poderosa de todas las que se apoyaban en la sugestión fue la que implicaba una cirugía placebo, es decir, una intervención quirúrgica falsa. Un 58%, más de la mitad, vio como sus constantes migrañas desaparecían tras la operación.
Poco después, médicos de las universidades inglesas de Cambridge y Oxford realizaron un nuevo metaanálisis, en este caso sobre 53 estudios de cirugías placebo para tratar dolencias de rodilla. Casi tres de cada cuatro pacientes experimentaron alguna mejoría al ser sometidos a la cirugía placebo y además la mitad del total tuvo unas sensaciones igual de positivas que aquellos que sí fueron operados realmente para reparar su alteración físicamente.
¿Qué conclusiones sacan los expertos? Que existen determinadas intervenciones que, a la luz de los hechos, no son tan eficaces como se creían y por lo tanto se demuestra que son innecesarias, por el riesgo físico, aunque sea mínimo, que cualquier operación puede implicar. Estas podrían ser sustituidas por cirugías placebo, pues la sugestión sobre su mejoría es la que la genera, en una especie de profecía autocumplida.
Sin embargo surge otra cuestión, esta vez de carácter ético. ¿Es correcto que un médico engañe a un enfermo acerca del tratamiento que va a recibir, apoyándose únicamente en los efectos de la sugestión? Este es un debate que escapa a los datos, pero queda abierto para la reflexión del lector.
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Más allá de las cirugías placebo: el fraude de la cirugía psíquica
Aunque todos los ejemplos que hemos visto hasta ahora pertenecen a estudios realizados por universidades de prestigio, donde profesionales médicos luchan por conseguir los mejores resultados para la salud de los pacientes, existen otras técnicas empleadas por personas de dudosa reputación que, aunque comparten rasgos con las cirugías placebo, no son iguales. Se trata de la conocida como cirugía psíquica.
Este tipo de técnica surgió en los años 50 del siglo XX en Filipinas, aunque después se popularizó en Brasil e incluso llegó a practicarse en Estados Unidos, siempre por parte de gurús que de médicos tenían poco. Estos curanderos afirmaban poder realizar cirugías psíquicas, unas operaciones donde no utilizaban bisturís, sino sus propias manos desnudas y aparentemente extraían del cuerpo elementos malignos como residuos e incluso tumores.
El método, obviamente fraudulento, adquirió mucha popularidad a raíz de exposiciones televisivas y especialmente mediante la experiencia del cómico americano, Andy Kauffman, enfermo de cáncer de pulmón, que creyó mejorar tras una de estas experiencias, pero murió poco después, pues el estado de su enfermedad era devastador y la sugestión no tenía ningún poder de cambio en ese caso.
En cualquier caso, hay que dejar claro que las cirugías psíquicas y las cirugías placebo no son lo mismo. En el primer caso hay una clara evidencia de fraude y de engaño con el objetivo del mero beneficio del chamán, que no es otra cosa que un estafador. Por el contrario, la cirugía placebo es una técnica que utiliza el poder psicológico de la sugestión para lograr una mejoría física en el paciente.
En ambos casos se utiliza la mentira, es cierto. Sin embargo, hay una clara diferencia en cuanto a la intencionalidad del que ejerce la técnica y en la persona que va a recibir el beneficio de la misma. Por ello no debemos aplicar la misma categoría, porque una es una pseudoterapia y la otra es una técnica que puede resultar tremendamente útil para mejorar la calidad de vida de algunas personas que están sufriendo, sin que se utilice su dolor para lograr un beneficio económico a cambio.
Referencias bibliográficas:
- Al-Lamee, R., Thompson, D., Dehbi, H.M., Sen, S., Tang, K., Davies, J. (2017). Percutaneous coronary intervention in stable angina (ORBITA): a double-blind, randomised controlled trial. The Lancet.
- Horng, S., Miller, F.G. (2002). Is placebo surgery unethical? Mass Medical Soc.
- Kaptchuk, T.J., Goldman, P., Stone, D.A., Stason, W.B. (2000). Do medical devices have enhanced placebo effects? J Clin Epidemiol.
- Wartolowska, K., Judge, A., Hopewell, S. (2014). Use of placebo controls in the evaluation of surgery: systematic review. BMJ.