La desinformación nos está haciendo daño. Y mucho. Especialmente, en este momento histórico en el que estamos saturados de contenidos. Pero, ¡calma! No queremos comenzar esto culpando a la tecnología, porque no es el punto. Pero sí queremos aclarar algo: hay demasiada información dando vueltas, y no toda es cierta.
Este exceso de datos, mezclado con creencias de toda la vida, ha generado mitos sobre muchos temas, especialmente sobre salud mental. Y claro, los trastornos de ansiedad no se salvan.
Aquí te resumo 7 ideas bastante comunes que, aunque suenan lógicas o bien intencionadas, no reflejan lo que realmente significa vivir con problemas de ansiedad.
1. Solo necesitas relajarte y la ansiedad se irá
Este es probablemente el comentario que más escuchan las personas que viven con ansiedad. Y, ¡a ver!, es cierto que técnicas como la respiración consciente, la meditación o el ejercicio pueden ayudar, pero cuando hablamos de un trastorno de ansiedad, las cosas no son tan simples.
No se trata de una tensión ocasional, sino de una respuesta intensa y desproporcionada ante ciertas situaciones, que se repite con frecuencia y que puede paralizar a quien la padece. Entonces, reducir la ansiedad a “tan solo respira hondo” es como decirle a alguien con fiebre que tome agua y ya está. Puede colaborar, sí, pero no resuelve el problema de fondo.
El punto de todo esto es que cuando la ansiedad se convierte en un trastorno necesita un abordaje más amplio y muchas veces acompañado por profesionales de la salud mental, por lo que a veces un consejo así, aunque sea dicho con la mejor intención, puede ser contraproducente.
2. Tener ansiedad significa que eres débil
Así como lo hemos escuchado con casos de depresión u otros trastornos, también pasa con la ansiedad. Este mito es dañino porque se mete directo en la autoestima de las personas. Y no solo es dañino, también es falso.
La ansiedad puede afectar a cualquier persona, sin importar cuán fuerte, sensible, capaz o inteligente sea. Es una condición que se relaciona con factores biológicos, psicológicos y del entorno, y no es una cuestión de voluntad ni una señal de que alguien no sabe manejar su vida.
Creer que tener ansiedad es ser débil también puede hacer que muchas personas no pidan ayuda por miedo a ser juzgadas. Pero sentir ansiedad no tiene nada que ver con debilidad, sino con cómo está funcionando el sistema de alerta del cuerpo y la mente.
3. Evita lo que te da miedo y se te pasará
Este mito, por lo general, se lo cuentan a sí mismos quienes padecen trastornos de ansiedad. Lo cierto es que la evitación es una de las respuestas más comunes frente al miedo.
En el corto plazo, evitar lo que temes puede que te haga sentir mejor… por un rato. El problema es que esa estrategia, con el tiempo, le da más poder a la ansiedad. El miedo se mantiene, crece, y la lista de cosas que se evitan puede volverse cada vez más larga.
La evidencia muestra que uno de los caminos más efectivos para tratar los trastornos de ansiedad es justamente lo contrario: ir enfrentando, paso a paso y con apoyo, aquello que genera malestar. Esto, aunque al principio no lo veas así, te ayudará a construir herramientas para ganar confianza en situaciones que antes parecían imposibles.
4. Las personas con ansiedad exageran todo
Muchas veces, cuando alguien comparte que tiene ansiedad, recibe respuestas como “¡no es para tanto!” o “¿pero por qué te tomas todo así?”. Pero la ansiedad no se elige, no se controla a voluntad, y no se trata simplemente de ser dramático.
Los síntomas pueden ir desde pensamientos persistentes y dificultad para concentrarse, hasta temblores, taquicardia, sudoración o sensación de asfixia. Son reacciones reales que afectan el cuerpo y la mente, y que muchas veces aparecen incluso cuando la persona sabe que no hay un peligro inmediato. No es una exageración. Es una experiencia que se siente muy intensamente y que necesita de comprensión, no de juicios externos (ni internos).
5. Si nunca has tenido un ataque de pánico, no tienes ansiedad
Este mito es bastante común y genera confusión. La ansiedad no siempre se manifiesta a través de episodios de pánico. De hecho, hay muchos tipos de trastornos de ansiedad: fobias específicas, ansiedad generalizada, ansiedad social, entre otros. Cada uno tiene síntomas distintos, y no todos implican un episodio súper grave.
Por ejemplo, una persona con ansiedad generalizada puede pasar meses o años sintiendo preocupación constante, tensión muscular, insomnio o dificultad para relajarse, sin tener un solo ataque de pánico. Así pues, que no haya crisis visibles no significa que no haya ansiedad. El malestar está ahí, aunque no se vea desde afuera.
6. Si te diagnostican ansiedad, te van a medicar sí o sí
Este es otro de los temores que hace que muchas personas eviten consultar con un profesional. Y la verdad es que no todos los tratamientos implican medicación. El tratamiento de la ansiedad suele incluir psicoterapia, especialmente enfoques como la terapia cognitivo-conductual.
En algunos casos, y dependiendo de la intensidad de los síntomas, sí se puede recomendar medicación, pero siempre como parte de un plan más amplio. La decisión se toma de forma conjunta, considerando lo que la persona necesita y desea. No es automático, ni obligatorio.
7. Los trastornos de ansiedad son para siempre
Cuando alguien recibe un diagnóstico, puede sentir que se le viene encima una etiqueta para toda la vida. Pero tener un trastorno de ansiedad no significa que todo seguirá igual para siempre.
Sí, es cierto, puede ser un proceso largo. Y sí, también puede haber recaídas. Pero, por fortuna, también hay herramientas, tratamientos y recursos que ayudan a disminuir los síntomas y mejorar la calidad de vida.
Muchas personas aprenden a conocer cómo funciona su ansiedad, a identificar sus disparadores y a desarrollar maneras más saludables de responder. Y eso ya es mucho más que “curarse”: es poder convivir con esa parte sin que lo controle todo.
¿Qué queremos que te lleves de todo esto?
Queremos que recuerdes que muchas veces el problema no es solo el trastorno, sino todo lo que se dice (o no se dice) sobre él, es por eso que hablar de ansiedad con más claridad y menos prejuicios es necesario. Cuestionar estas creencias nos ayuda a tratar con más cuidado a quienes la viven, y también a nosotros mismos, si alguna vez la sentimos.
Si reconoces algo de esto en tu historia, o en la de alguien que te importa, esperamos que este artículo te haya servido para mirar la ansiedad desde un lugar más informado, más amable y menos lleno de mitos.


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