Lamentablemente, son incontables las guerras y los conflictos bélicos que se han dado a lo largo de la historia de la humanidad. Múltiples y variados son los motivos que los han originado. Sin embargo, algo que poco varía es el hecho de que una guerra tiene grandes y graves consecuencias para las personas que la viven.
Puesto que la sintomatología puede variar en función de cada persona, a lo largo de este artículo explicaremos detalladamente cuáles son los efectos de los traumas causados por la guerra.
Para ello, abordaremos los aspectos más básicos que nos permiten definir qué son los traumas a raíz de la guerra. Seguidamente veremos tanto los efectos psicológicos, como los físicos y los socioeconómicos.
¿Qué entendemos al hablar de traumas causados por la guerra?
Al hablar de traumas originados por la guerra nos situamos dentro del trauma conocido como tipo I. Este hace referencia a las huellas que ha dejado vivir una experiencia en la cual la integridad física de la persona ha corrido un grave peligro.
En este caso, el hecho de haber estado expuesto/a de alguna forma a un conflicto bélico genera, sin duda, consecuencias a nivel físico, emocional y/o psicológico. Es cierto que las secuelas pueden variar en función de lo que cada persona haya experimentado y de sus propios recursos de afrontamiento.
Uno de los diagnósticos más asociados a los traumas de guerra es el trastorno por estrés postraumático, también conocido como TEPT por sus siglas. El impacto de los conflictos bélicos empezó a generar interés clínico y a ser estudiado ampliamente a partir de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Se estudiaba principalmente el impacto en soldados.
Ha sido a raíz de los conflictos bélicos más recientes (Afganistán, Irak, Siria, Ucrania, etc.) y, en cierta medida gracias a la globalización, que se ha empezado a fomentar también la concienciación y el estudio sobre el impacto en las personas ciudadanas. Afortunadamente, a día de hoy, nadie duda de las devastadoras consecuencias que una guerra conlleva en todos los niveles.
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Efectos psicológicos
Tal y como mencionamos anteriormente, una de las consecuencias psicológicas observada con más frecuencia en personas que han vivido una guerra de alguna forma es el trastorno por estrés postraumático. Este es una grave patología de salud mental que se caracteriza principalmente por la reexperimentación involuntaria del trauma.
Los principales síntomas se asocian con recuerdos intrusivos sobre el suceso (o los sucesos) traumático —puede darse en forma de flashbacks y/o pesadillas recurrentes—, conductas de evitación, sentimientos de desesperanza, desconexión del entorno y de uno/a mismo/a, baja autoestima y dificultad para mantener los vínculos entre otros.
Además, se pueden observar también dificultades de memoria —pueden aparecer lagunas u olvidos en relación con lo vivido—, pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras, cambios en el estado de ánimo y dificultad para sentir emociones agradables. Algunas personas tienen dificultades para manejar la ira y presentan conductas agresivas junto con intensos sentimientos de culpa y/o vergüenza.
Por último, también se destaca un estado de hiperalerta constante caracterizado por mucha tensión física y emocional, sentirse en peligro constantemente y asustarse con facilidad. Todo esto, sin duda, puede provocar dificultades para dormir, concentrarse y desencadenar conductas autodestructivas o autolesivas.
Por si todo lo expuesto fuera poco, son muchas las personas que desarrollan otras patologías de salud mental a raíz de las experiencias vividas. No es inusual encontrar graves cuadros de aislamiento, ansiedad y/o depresión, por ejemplo. Por supuesto, los impactos generados a nivel psicológico y emocional afectan directamente al resto de áreas de la vida de las personas.
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Efectos físicos
Si bien es cierto que las secuelas psicológicas de haber vivido una guerra son innegables, no podemos decir que sean las únicas. A nivel físico, las personas pueden haber padecido heridas, lesiones, amputaciones y cualquier otro tipo de afectación. Su intensidad y grado de limitación física variará en función de su exposición al conflicto o de su vivencia.
Además, todo lo expuesto en el apartado anterior, los efectos y consecuencias psicológicas o emocionales, pueden desencadenar sintomatología física también. El cuerpo y nuestra mente están conectados, somos un todo, y en este tipo de situaciones es fácilmente observable la conexión. Es habitual encontrar dolencias físicas que, con frecuencia, no tienen un origen orgánico.
En la misma línea, el estrés que se genera en el cuerpo tanto durante el conflicto como posteriormente puede tener graves consecuencias para la salud. El estrés crónico incrementa la probabilidad de padecer otro tipo de enfermedades como las cardiovasculares o gastrointestinales. Igualmente, se altera el funcionamiento del sistema inmunológico.
Efectos sociales y económicos
Ya se ha mencionado anteriormente que todo lo vivido tiene un impacto gravísimo a nivel individual, pero también afecta a los vínculos relacionales de las personas. Con frecuencia, las personas que están padeciendo de las secuelas de la guerra tienen una mayor tendencia al aislamiento social y refieren muchos problemas a nivel relacional —tanto con la familia como en el trabajo y con las amistades—.
Estas dificultades para conectar a nivel interpersonal, junto con los problemas para regular sus propias emociones y sensaciones físicas así como manejar la ira y las explosiones de agresividad, pueden contribuir a un incremento de los episodios de violencia doméstica. Las personas se suelen sentir aisladas, desconectadas de la sociedad y la comunidad.
A nivel social, es importante comprender que todo esto también genera un gran impacto. El trauma de guerra puede contribuir a la perpetuación de los ciclos de violencia debido a la falta de apoyo, comprensión de la situación y abordaje de las problemáticas.
A nivel económico, el trauma de guerra puede contribuir a la perpetuación de la pobreza puesto que las personas que lo padecen pueden presentar dificultades reales para mantener sus puestos de trabajo. Además, no se puede obviar el elevado coste que puede llegar a suponer el tratamiento del mismo. Sin duda, pueden incrementarse las situaciones de dependencia hacia las ayudas o prestaciones sociales.
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