Los nombres propios son mucho más que simples etiquetas para identificar a las personas; también evocan percepciones y sentimientos que pueden influir en cómo los demás las ven y tratan.
Desde hace tiempo, los estudios experimentales han utilizado nombres para indicar género de manera sutil, especialmente en investigaciones sobre sesgos de género. Sin embargo, esta práctica puede dar lugar aconfusiones, ya que los nombres no solo reflejan género, sino también otras características como edad, estatus socioeconómico o rasgos de personalidad. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿cómo se vinculan los nombres con percepciones específicas y sentimientos?
Un reciente estudio con 4,000 participantes de Estados Unidos y Reino Unido ha explorado estas asociaciones al analizar las percepciones generadas por 20 nombres comunes y entendidos como atemporales (10 masculinos y 10 femeninos). Los resultados revelaron que los nombres evocan características consistentes más allá del género, como confianza, competitividad o altruismo.
Este artículo examina cómo los nombres influyen en las percepciones sociales y emocionales, explorando sus implicaciones psicológicas y culturales.
Cómo los nombres evocan percepciones más allá del género
Esta investigación aborda esta problemática mediante un experimento exhaustivo con 4,000 participantes de entre 18 y 65 años en Estados Unidos y Reino Unido. Cada participante evaluó uno de 20 nombres comunes y atemporales (10 masculinos y 10 femeninos) en 29 características diferentes, que incluyen rasgos demográficos, laborales y personales. Los resultados revelaron que los nombres evocan percepciones consistentes más allá del género, lo que sugiere que las asociaciones con nombres son mucho más complejas de lo que se pensaba inicialmente.
La selección de los nombres para el estudio fue meticulosa. Se eligieron nombres populares y atemporales que fueran claramente asociados con un género específico y con una alta probabilidad de pertenecer a personas blancas. Esto buscaba minimizar posibles sesgos relacionados con la etnicidad o asociaciones culturales específicas. Además, se excluyeron nombres vinculados a figuras prominentes como la familia real británica para evitar influencias externas evidentes.
Este enfoque permitió explorar cómo ciertos nombres generan percepciones significativamente diferentes incluso dentro del mismo género. Por ejemplo, algunos nombres masculinos como “Ryan” fueron percibidos como más competitivos y confiados, mientras que otros como “Joseph” evocaron características más prosociales. De manera similar, entre los nombres femeninos, “Victoria” destacó por atributos relacionados con ambición y liderazgo, mientras que “Anna” fue asociada con honestidad y cooperación.
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Resultados clave del estudio
El estudio analizó cómo los nombres propios, más allá de su asociación con el género, evocan percepciones específicas en términos de características personales, laborales y prosociales. Los resultados revelaron diferencias significativas entre nombres masculinos y femeninos, así como entre nombres dentro del mismo género, destacando la complejidad de las asociaciones que generan.
1. Diferencias entre nombres masculinos y femeninos
Los nombres masculinos tienden a asociarse con características relacionadas con la asertividad y la competitividad. Por ejemplo, nombres como “Ryan” fueron percibidos como más confiados, competitivos y extrovertidos, mientras que “Joseph” destacó por ser más prosocial, altruista e íntegro. Estas diferencias reflejan estereotipos de género ampliamente documentados en la literatura, como la percepción de los hombres como más propensos al riesgo y a la autoconfianza excesiva.
Por otro lado, los nombres femeninos fueron consistentemente asociados con rasgos prosociales. Nombres como “Anna” evocaron percepciones de honestidad, cooperación y confiabilidad, mientras que “Victoria” se destacó por atributos relacionados con liderazgo y ambición. Esto sugiere que los nombres femeninos generan una imagen más orientada a la empatía y el altruismo, aunque algunos también proyectan fuerza y determinación.
2. Variaciones dentro del mismo género
Uno de los hallazgos más interesantes fue la diversidad de percepciones dentro del mismo género. Por ejemplo, entre los nombres masculinos, “Ryan” fue considerado menos altruista y confiable que “Joseph”, pero más competitivo y seguro. Entre los femeninos, “Victoria” sobresalió por su ambición y capacidad de liderazgo, mientras que “Anna” fue vista como más cooperativa y honesta.
Estas variaciones indican que las personas no solo perciben el género al escuchar un nombre, sino también una serie de características específicas que pueden influir en cómo interactúan con quienes llevan esos nombres.
3. Impacto en contextos sociales y laborales
Las percepciones asociadas a los nombres tienen implicaciones prácticas significativas. En el ámbito laboral, por ejemplo, los nombres que evocan atributos como competencia o liderazgo podrían influir en decisiones de contratación o promoción. Esto se refleja en estudios previos donde candidatos ficticios con ciertos nombres recibieron tasas de respuesta diferentes en procesos de selección laboral.
Además, estas asociaciones pueden reforzar estereotipos culturales. Por ejemplo, los nombres femeninos asociados con rasgos prosociales podrían limitar las oportunidades para ser percibidas como líderes competitivos en entornos dominados por hombres.
Implicaciones psicológicas y sociales: el efecto de los nombres en las percepciones
Los hallazgos del estudio revelan que los nombres propios no son meros identificadores, sino que evocan asociaciones profundas que pueden influir en cómo las personas son percibidas y tratadas. Estas asociaciones tienen raíces tanto en factores culturales como psicológicos, y sus implicaciones abarcan desde la vida cotidiana hasta contextos laborales y sociales.
1. Estereotipos culturales y sociales
Los nombres están cargados de significados culturales que influyen en las percepciones de las personas. Por ejemplo, nombres como “Victoria” evocan liderazgo y ambición, mientras que “Anna” se asocia con honestidad y cooperación. Estas asociaciones pueden estar vinculadas a figuras históricas, literarias o incluso celebridades que han llevado estos nombres. En el caso de “Victoria”, su conexión con la realeza británica podría reforzar percepciones de autoridad y prestigio. De manera similar, nombres masculinos como “Ryan” pueden evocar competitividad debido a estereotipos culturales sobre masculinidad.
Estas percepciones también reflejan los roles de género tradicionales. Los nombres femeninos tienden a asociarse con características prosociales como altruismo y confiabilidad, mientras que los masculinos se vinculan más con atributos como confianza y competitividad. Esto refuerza estereotipos de género que pueden limitar las oportunidades de las personas al encasillarlas en ciertos roles o comportamientos esperados.
2. Nombres como profecías autocumplidas
Un aspecto fascinante es cómo los nombres pueden moldear la identidad y el comportamiento de las personas a lo largo del tiempo. Según estudios recientes, las expectativas asociadas a un nombre pueden influir en cómo los demás tratan a una persona, lo que a su vez puede afectar su autoestima, habilidades sociales e incluso su trayectoria profesional. Este fenómeno, conocido como profecía autocumplida, sugiere que alguien llamado “Victoria” podría desarrollar cualidades de liderazgo porque los demás esperan que sea ambiciosa y capaz.
Además, investigaciones han sugerido que incluso la fonética de un nombre puede influir en las percepciones. Por ejemplo, nombres con sonidos fuertes o cortantes podrían percibirse como más dominantes o enérgicos, mientras que nombres con sonidos suaves podrían evocar calidez o amabilidad.
3. Implicaciones en contextos laborales
En el ámbito laboral, estas asociaciones pueden tener un impacto significativo. Los empleadores podrían inconscientemente favorecer a candidatos cuyos nombres evocan competencia o confiabilidad, lo que podría influir en decisiones de contratación o promoción. Por ejemplo, un nombre como “Matthew” podría percibirse como más competente que “Ryan”, lo que podría dar una ventaja injusta al primero en procesos de selección.
Además, las mujeres cuyos nombres evocan características prosociales podrían ser vistas como menos aptas para roles de liderazgo competitivo, perpetuando desigualdades de género en el lugar de trabajo. Esto subraya la importancia de crear conciencia sobre estos sesgos implícitos para promover decisiones más equitativas.
4. Reflexión sobre prejuicios implícitos
El estudio también destaca cómo los prejuicios implícitos asociados a los nombres pueden influir en interacciones cotidianas. Desde cómo se perciben las solicitudes laborales hasta cómo se forman primeras impresiones en encuentros sociales, los nombres actúan como una especie de “etiqueta emocional” que guía nuestras respuestas hacia los demás.
Conclusiones
Los nombres propios no solo identifican a las personas, sino que también evocan percepciones y sentimientos específicos que van más allá del género. Este estudio demuestra que ciertos nombres generan asociaciones consistentes con características como confianza, altruismo o competitividad, influenciadas por estereotipos culturales y sociales. Estas percepciones pueden impactar en contextos laborales, educativos y sociales, reforzando prejuicios implícitos.
Además, los nombres pueden actuar como profecías autocumplidas, moldeando la identidad y el comportamiento de quienes los portan. Comprender estas dinámicas es clave para mitigar sesgos y promover interacciones más equitativas, tanto en investigaciones como en la vida cotidiana.


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