Las relaciones afectivas son mucho más que un espacio en el que encontramos ayuda e incluso momentos de calma y diversión entre los retos y las exigencias del día a día. De hecho, lo que las caracteriza es el modo en el que nos vinculan emocionalmente con los demás: hacen que actuemos a través de lógicas que van más allá de nuestra propia individualidad.
Ahora bien, esto tiene aspectos positivos y negativos. Entre los positivos encontramos lo estimulante o incluso ilusionante que es conectar con alguien y dar y recibir afecto o amor. Y entre los negativos, cabe destacar la facilidad con la que caemos en una pérdida de la objetividad a la hora de reconocer asimetrías de poder en esas relaciones, o incluso relaciones que nos hacen perder más de lo que nos aportan. Es por eso que es importante saber reconocer las características de las relaciones tóxicas; veamos cuáles son.
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Las características de las relaciones tóxicas
Las relaciones tóxicas son aquellas que, a pesar de perpetuarse gracias al hecho de que ya nos hemos acostumbrado a mantenerlas participando en ellas, afectan negativamente a una o ambas partes involucradas. Es decir, se trata de vínculos que están asentados sobre dinámicas de interacción disfuncionales, que dañan el bienestar de alguien pero que, a la vez, siguen existiendo y apelando a dos o más personas.
A veces, las relaciones tóxicas lo son porque un individuo se aprovecha de otro o lo ataca de manera constante. En otras ocasiones, en ellas hay dos personas que sufren a través de esa relación, sin que se pueda apreciar que una saca más provecho de la relación que la otra.
En cualquier caso, suele ocurrir que quienes lo pasan mal por mantenerse dentro de estas relaciones normalicen la situación y no sean plenamente conscientes de lo que les está ocurriendo.
En ocasiones, incluso se enfrentan a sus amistades cuando estas llaman la atención sobre el hecho de que hay señales de alarma preocupantes en ese vínculo que mantienen con cierta persona. Por eso es necesario detenerse a pensar, del modo más objetivo y analítico posible, en si uno mismo está exponiéndose a relaciones de pareja o de amistad que cumplan con las características de las relaciones tóxicas, que son las siguientes (aunque no tienen por qué darse todas a la vez).
1. La manipulación emocional es frecuente
Muchas de las relaciones tóxicas muestran su capacidad para dañar a las personas a través de las múltiples ocasiones en las que aparece la manipulación emocional. Esta puede darse en forma de gaslighting (hacer creer a la otra persona que sus capacidades de comprensión o de percepción de lo que ocurre están dañadas, para culparlas de lo que uno mismo hace mal), chantaje emocional, y/o engaños relacionados con lo que uno siente por el otro.
Lo malo de la manipulación emocional es que es difícil de detectar, dado que apela a los sentimientos y los afectos; cuesta distanciarse de estos comportamientos para analizarlos fríamente. Por eso, es recomendable tener una visión global de la situación; por ejemplo, es recomendable ir rellenando un diario en el que ir dejando notas sobre lo que uno vive y siente en compañía del otro.
2. Predomina el miedo a romper esa relación
Otra característica que se da habitualmente en las relaciones tóxicas es que se mantienen no tanto por las experiencias positivas que aportan, sino por el hecho de no querer pasar por la situación de que estas se rompan. Esto último produciría una disrupción, un cambio de aquello a lo que nos hemos acostumbrado, y por ello implicaría salir de la zona de confort (llamada así no porque en ella nos sintamos cómodos, sino porque nos proporciona una manera de vivir “por defecto”, que se perpetúa sin que tengamos que pensar en qué hacer a continuación).
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3. Surge la impresión de que la relación solo se basa en promesas de futuro
Muchas personas que se mantienen dentro de relaciones tóxicas racionalizan sus motivos para hacerlo asumiendo que su sufrimiento se verá compensado en un futuro, cuando ese vínculo dé sus frutos.
Por ejemplo, se fantasea con escenarios en los que la otra persona cambia radicalmente y aprende a ser justa, ecuánime y compasiva. Si notas que el único argumento por el cual asumes que te conviene seguir alimentando esa relación se basa en hipótesis de futuro, esa es una muy mala señal: debería aportarte aspectos positivos en el presente.
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4. Pueden surgir momentos de violencia
Algunas relaciones tóxicas son, fundamentalmente, contextos de maltrato físico y/o psicológico. De hecho, en situaciones de este tipo en las que se llega al extremo es mejor no hablar tanto de relación tóxica como de maltrato y tener claro que se trata de una dinámica de violencia que debe ser detenida cuanto antes poniendo fin a esa relación y buscando la ayuda necesaria. Y no hay que olvidar que las situaciones de ataques verbales (como insultos y humillaciones deliberadas) también constituyen una forma de maltrato.
5. Generan aislamiento social
No se trata de que estas relaciones “roben tiempo”, sino que la persona que intenta imponerse sobre la otra (si existe, pues hemos visto que no en todas las relaciones tóxicas hay alguien que lleva claramente la batuta) trata de hacer que la otra vaya perdiendo el contacto con sus amigos, su familia, etc. Esto va asociado a la finalidad de que la otra persona sea más dependiente.
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