Los estereotipos son uno de los elementos fundamentales para entender cómo percibimos a los demás y a nosotros mismos. Parte de nuestra vida social está influenciada por ellos y, aunque no nos demos cuenta, actúan desde los márgenes de nuestra consciencia y nos predisponen a adoptar ciertas actitudes y a tomar ciertas decisiones en nuestra convivencia con el resto de personas.
En este artículo veremos qué son los estereotipos, y repasaremos algunos ejemplos que ayudan a comprender el modo en el que se expresan a través de nuestras acciones y pensamientos.
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¿Qué es un estereotipo?
El cerebro humano es un conjunto de órganos muy difícil de comprender y de estudiar, pero si hay una cosa clara sobre él, es que una de sus principales funciones es simplificar la realidad. Hacer fácil de entender aquello que en realidad es complejo y enrevesado.
Esta idea puede resultar de sentido común, pero a la vez tiene implicaciones muy importantes sobre cómo pensamos y percibimos la realidad.
En concreto, nos dice que la mente humana no está hecha para darnos acceso a la verdad, sino para darnos una versión minimalista y simplificada de ella, lo suficientemente fiel a la realidad como para permitirnos sobrevivir. Y los estereotipos son una de las maneras por las que de manera inconsciente e involuntaria conseguimos ese efecto simplificador.
En concreto, los estereotipos son creencias que afectan a nuestra percepción de un grupo o colectivo concreto. Existen estereotipos que atienden a un criterio socioeconómico, como la diferencia entre las personas ricas y las pobres; otros que se basan en la distinción de género entre hombres y mujeres, otros que se aplican a nuestras ideas preconcebidas acerca de grupos étnicos o raciales, etc.
De hecho, estas creencias pueden surgir a partir de cualquier categorización de grupos humanos, por arbitrarias que parezcan. Es posible que surjan estereotipos acerca de los habitantes de un pueblo o de una región más amplia que ni siquiera se corresponda con una entidad administrativa, e incluso pueden aparecer por simples características físicas elegidas casi al azar.
¿Y un prejuicio?
Si los estereotipos son fundamentalmente creencias, los prejuicios son actitudes unidas a los estereotipos; es decir, tienen un componente emocional claro. Una persona puede adoptar un estereotipo acerca de los escoceses, por ejemplo, sin que eso le haga posicionarse emocionalmente de una manera clara ante este grupo; pero otra puede que sí se posicione emocionalmente con respecto a ellos, mostrándose más amistoso o más hostil por esta razón.
Por supuesto, los límites entre los estereotipos y los prejuicios nunca son claros, y de hecho es difícil sostener estereotipos y no expresar ningún tipo de prejuicio. Esa diferenciación es siempre relativa, igual que la intensidad y el poder que los prejuicios y los estereotipos tienen en cada persona.
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Ejemplos de la expresión de estereotipos
Estas son varias maneras por las cuales los estereotipos pueden manifestarse.
1. Aplicación de prejuicios de odio
Esta es posiblemente la consecuencia más negativa de la existencia de estereotipos: la posibilidad de construir, a través de ellos, prejuicios negativos que nos lleven a odiar a colectivos de personas no ya por lo que hagan como individuos, sino por el hecho de ser algo, de llevar una etiqueta.
El caso del odio racial que impulsaron los nazis, capaz de arraigar en un público masivo entre los habitantes de Alemania, es uno de los ejemplos más claros de este fenómeno, pero no es ni de lejos el único. Mucho antes de Hitler, las campañas de odio dirigidas a minorías éticas han sido una constante en la historia de la humanidad.
2. Adopción de actitudes paternalistas
Los estereotipos no tienen por qué predisponernos siempre a adoptar una actitud hostil hacia los miembros de ese colectivo que nos intentan “resumir” en forma de generalizaciones. En ocasiones, incluso nos pueden llevar a adoptar una actitud de condescendencia y de paternalismo que, aunque suele resultar molesto, no surge de las ganas de perjudicar al otro.
Esta clase de estereotipos son relativamente frecuentes en el trato que muchos hombres tienen con las mujeres, por ejemplo, entre otras cosas porque históricamente la mujer no ha tenido acceso a los estudios superiores.
3. Surgimiento de una admiración inmerecida
Tal y como hemos visto, los estereotipos no siempre van de la mano de ideas que nos lleven a odiar a un colectivo determinado; a veces, nos llevan a adoptar una actitud positiva hacia este.
En algunos casos, incluso facilitan que surja una especie de admiración y sentimiento de inferioridad, dado que los estereotipos definen a los demás, pero también nos definen a nosotros por contraste: si creemos que los chinos, japoneses y coreanos son muy buenos en las matemáticas, es porque implícitamente consideramos que el grupo al que pertenecemos se desenvuelve peor en este ámbito.
4. Surgimiento de errores por presuposiciones erróneas
Otra de las maneras en las que se expresan los estereotipos tiene que ver con los malentendidos y los errores propios de contextos en los que se trata a una persona siguiendo pautas de comportamiento erróneas basadas en mitos o exageraciones de la cultura o la manera de ser de los miembros de un colectivo.
Conclusión
En definitiva, los estereotipos son un elemento prácticamente inevitable en nuestras relaciones sociales, aunque eso no quiera decir que deban tener tanta fuerza como para determinar completamente cómo tratamos con el resto de personas. Ni, por supuesto, como para llevarnos a odiar a individuos por generalizaciones basadas en los colectivos a los que pertenecen.