Podríamos definir la confianza como esa expectativa que depositamos en algo o en alguien con la esperanza de que responda como esperamos. Es esa parte personal y emocional que entregamos a una situación o persona, y que a la vez, es tan valioso e importante.
A lo largo de nuestra vida hemos confiado en personas a las que hemos ofrecido lo mejor de nosotros, y en ocasiones, lo que hemos obtenido a cambio han sido decepciones o desilusiones que nos han producido dolor, un sentimiento de tristeza y vacío que nos ha llevado a vivir un proceso de duelo al plantearnos una ruptura en la relación con la persona que nos traicionó.
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¿De qué depende que seamos más o menos confiados?
Nuestras experiencias pasadas ejercen una importante influencia sobre la confianza que somos capaces de depositar en los demás. Cuanta más diferencia existe entre la confianza y las expectativas depositadas en cualquier tipo de relación, y el resultado que obtenemos a cambio, mayor impacto recibimos, y por tanto, más intensa es la emoción negativa.
La traición o el engaño nos dan un golpe de realidad que no esperábamos, dibujando a un tipo de persona que para nosotros es totalmente desconocida. Tenemos la sensación de que aquella persona en la que confiábamos no existe, ya que nos mostró una cara que no reflejaba la realidad.
Cuánto más dolorosas hayan sido nuestras experiencias, más difícil nos resultará después confiar en los demás. Activamos una especie de mecanismo de autoprotección que nos mantiene alerta con la gente que nos rodea y nos impide darnos a conocer para evitar mostrar los que puedan ser nuestros puntos débiles o frágiles. Evitamos mostrar nuestro lado tierno y más emocional, aquel que nos hace vulnerables frente a los demás, con la finalidad de evitar volver a pasar por el mismo proceso.
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¿Qué hacer con la confianza en las relaciones personales?
Tal y como explico en consulta, con la confianza, tenemos dos opciones:
- Entregarla por completo cuando conocemos a alguien y dejar en sus manos la responsabilidad de mantenerla o perderla en función de sus actos.
- Ser cautelosos e ir entregándola poco a poco dependiendo del comportamiento de la persona que quiere formar parte de nuestra vida. Según lo que haga, así la dosificaremos.
Cualquiera de las dos opciones es válida, teniendo en cuenta que en la primera de ellas estamos más expuestos, pero lo importante es no cerrarse en uno mismo. No nos podemos permitir convertirnos en personas temerosas, desconfiadas e inseguras, ya que es muy probable que esto afecte a nuestras relaciones interpersonales y a nuestra relación con el mundo en general.
¿Cómo nos perjudica la desconfianza?
Algunas de las consecuencias que sufrimos viviendo sumergidos en la desconfianza son:
1. Escaso entorno social
Dificultad para hacer o mantener amistades. También para entablar cualquier tipo de relación afectiva.
2. Inseguridad
Vivir en alerta de forma constante, hasta incluso, acabar convirtiéndose en algo natural, alimenta tu inseguridad a la hora de interactuar con el mundo. Te sientes vulnerable, temeroso, y por ello, pierdes la capacidad de mantener el control de las situaciones y de mostrarte seguro de ti mismo. Debes saber y tener claro que nadie traspasará tus líneas rojas si eres capaz de poner límites.
3. Distorsión de la realidad
Aquellos que viven en alerta y con desconfianza, tenderán a distorsionar la realidad, juzgando el comportamiento de ciertas personas o entendiendo cualquier comentario como un ataque o amenaza. Son personas especialmente susceptibles que analizarán con detalle todo aquello que les rodea, intentando encontrar el engaño o la manipulación. Esto les empuja a ser personas infelices y a experimentar de forma continuada, sentimientos negativos que les impiden avanzar y vivir nuevas experiencias.
4. Frialdad
Podemos llegar a proyectar una imagen de dureza, frialdad o insensibilidad que provoque el rechazo de los demás cuando en realidad, sí que somos capaces de sentir y empatizar, sólo que alejamos a la gente de nosotros por culpa de esas barreras y limitaciones personales creadas por los miedos derivados de las malas experiencias del pasado.
Creemos que por construir capas y capas como las cebollas, seremos capaces de controlar mejor nuestras emociones. Estamos convencidos de que si no les damos a los demás la oportunidad de conocernos en profundidad, siempre tendremos el control de las relaciones personales y jamás conseguirán hacernos daño. Esto dista mucho de la realidad.
5. Comportamientos obsesivos o tóxicos
En casos concretos, como por ejemplo, infidelidades, el hecho de haber sufrido semejante traición a la confianza depositada en la pareja, produce en nosotros la imperiosa necesidad de, para confiar de nuevo, llevar a cabo comportamientos tóxicos para ambas partes como por ejemplo, controlar las entradas y salidas de la pareja, supervisar el teléfono móvil, comprobar que realmente está donde dice estar, o que sale con los amigos que dice tener. Esto es extrapolable a otro tipo de relaciones.
Lydia Fiz Gonzalez
Lydia Fiz Gonzalez
Psicóloga General Sanitaria
Conclusión
Es importante conocerse a uno mismo, saber cuáles son nuestros límites, mostrarlos sin miedo, asegurarnos de que son respetados y apartar a aquellos que ya nos traicionaron en una ocasión. Saber que somos capaces de resolver cualquier conflicto que se nos presente, de sobreponernos a un desamor, de relacionarnos con el mundo utilizando todos nuestros sentidos y emociones con libertad. Sólo así, podremos seguir siendo auténticos, ser capaces de confiar de nuevo y de abrirnos a nuevas oportunidades entregando nuestra mejor versión.