¿Por qué mienten los políticos?

¿Qué es lo que explica que en política se suela mentir de manera constante y sistemática?

¿Por qué mienten los políticos?

En los tiempos en los que vivimos decir que los políticos mienten es casi una obviedad. No son pocos los líderes de todo tipo de partido e ideología que han sido pillados diciendo algo que nunca cumplieron una vez fueron elegidos por el electorado.

Uno podría pensar que es porque consideran que sus votantes son idiotas, que no se darán cuenta de la mentira. Sin embargo, teniendo en cuenta que gracias a Internet podemos confirmar fácilmente en qué han mentido uno no puede evitar pensar por qué mienten los políticos. Deberían saber que van a ser desmentidos tarde o temprano.

A continuación profundizaremos sobre esta cuestión viendo que, realmente, no se trata simplemente de mentir, sino de hacer de sus falsedades una herramienta verdaderamente potente.

¿Por qué los políticos mienten con tanta frecuencia?

Decir que los políticos mienten suena casi a algo lógico. Unos dirán que, realmente, no es así, simplemente que dicen prometer algo en sus programas electorales pero por X o Y al final no lo pueden confirmar. Otros, quizás con los pies más en la tierra, dirán que efectivamente los políticos mienten conscientemente con la clara intención de conseguir ser escogidos por sus votantes y luego, cuando ya estén en el poder, se encargarán de decepcionar a aquellos que los eligieron.

Sea como sea, uno no puede evitar pensar que en los tiempos en los que vivimos aquel político que miente es un político poco inteligente y precavido. Gracias a Internet y al acceso de toda la información habida y por haber no resulta muy complicado encontrar en páginas web de ideología antagónica a la de un político en concreto que saca a relucir todo aquello en lo que ha mentido. Teniendo en cuenta esto, podríamos pensar que esta gente es realmente tonta, puesto que saben que existe un recurso que va a desmentir todo aquello que han dicho.

En un mundo ideal y lógico el político mentiroso sería pillado y apartado de la carrera política porque nadie lo quiere votar. Pero no vivimos ni en un mundo ideal ni en uno lógico. El político dice falsedades de forma descarada, sabe que Internet demostrará en qué ha mentido y, aun así, consigue enorme fama, muchos votantes y una repercusión increíble. Fijémonos en Donald Trump o en Jair Bolsonaro. Antes de ser escogidos dijeron muchas burradas, cosas que cualquier norteamericano y brasileño podía desmentir rápidamente y, pese a esto, acabaron siendo elegidos presidentes.

Teniendo en cuenta todo esto, además de la pregunta que da nombre a este artículo (¿Por qué mienten los políticos?) también se nos viene a la cabeza cómo, aun mintiendo, consiguen ganar fama. Pareciera esto que debería ser justo lo contrario y ha quedado claro que con estos dos ejemplos que acabamos de mencionar no únicamente les ha ido bien, sino que parece que su fama vaya cada vez a más, incluso con una terrible gestión de aspectos tan cruciales en la historia como ha sido la COVID-19.

Un mundo de falsedades

La información falsa, más modernamente compuesta por lo que se conoce como “fake news”, parece que se extiende a una mayor velocidad que las verdades. Puede que pensemos que creernos mentiras o que nos las queramos creer es algo moderno, potenciado por las nuevas tecnologías, pero parece ser que esto ya viene de muy lejos, incluso de cuando no existía la escritura.

Parece ser que la existencia de conflictos intergrupales a lo largo de nuestra historia evolutiva ha moldeado nuestra mente. La psicología humana parece estar predispuesta para diseminar información que, independientemente de si es verdadera o no, si reune las siguientes características es vista como algo potencialmente creíble.

  • Movilizar al endogrupo contra al exogrupo.
  • Facilitar la coordinación de la atención y los esfuerzos dentro del grupo propio.
  • Señalar el compromiso con el grupo de los miembros del endogrupo.

Lejos de lo que muchos puedan pensar, la mente humana está diseñada para seleccionar y diseminar información que sea eficaz para conseguir estos objetivos, no para dar información cierta, especialmente si se está dando un conflicto social. En caso de que haya un conflicto entre dos grupos, los seres humanos estamos psicológicamente preparados para priorizar aquella información que nos ayude a ganar el conflicto contra el exogrupo, aunque de forma objetiva esa información sea claramente una falacia.

Cabe decir que asegurar que el ser humano no presta la debida atención a la información verdadera no es del todo cierto. Es adaptativo y eficaz tener conocimiento verdadero del mundo exterior, especialmente en aspectos que contribuyan a la supervivencia individual y grupal en términos de necesidades biológicas como alimentarse, cobijo o evitar una amenaza como puede ser un depredador. Por ejemplo, en una tribu, es adaptativo decirles al resto de los miembros dónde se encuentran los mejores pastos para cazar ñus.

No obstante, en el transcurso de la evolución humana nuestra mente fue generando, adoptando y propagando creencias que podían servir para cumplir con otras funciones, aunque la información en sí no sea cierta. La mentira tiene un claro componente evolutivo, puesto que de no ser así no la realizaríamos. Mintiendo podemos manipular a otras personas, hacer que se imaginen cosas que no son y que se comporten de una forma que a nosotros nos resulte beneficiosa. La mentira habría servido para que un grupo enemistado con otro pudiera acabar con el otro, aunque la motivación estuviera basada en falsedades.

Conflicto en animales no humanos

Naturalmente, el conflicto o lucha no es algo exclusivo de la especie humana. En más de una ocasión hemos visto en documentales de la televisión cómo dos individuos de una misma especie se enfrentan por asuntos como el dominio sobre el territorio, la comida u obtener una pareja. Estos enfrentamientos suelen seguir a una serie de pasos para valorar si hay posibilidades de victoria o, de lo contrario, hay muchas posibilidades de perder con graves heridas o, incluso, muriendo.

En la mayoría de los casos, el mejor predictor de la capacidad para enfrentarse es el tamaño y la fuerza física. Es por esto que la selección natural ha ido desarrollando mecanismos en diferentes especies para poder evaluar el tamaño y fuerza del contrincante, a fin de averiguar si ellos tienen alguna oportunidad. Un ejemplo de ello lo tenemos en los ciervos que, antes de pelearse, suelen empezar a berrear. Se ha visto que el volumen de sus berridos correlaciona directamente con su tamaño. A mayor volumen, más grandes.

Pero lo que resulta sorprendente es que, a veces, los ciervos mienten. Con la intención de evitar una pelea que seguramente van a perder e intimidad a su rival los ciervos con un tamaño, digamos, modesto emiten berridos de gran volumen, como si fueran más grandes de lo que son. De esta forma, y con un poco de suerte, pueden llegar a intimidar a un rival que, seguramente, si hubiera decidido pelear contra ellos los hubieran vencido y dejado muy malheridos. De esta forma estos ciervos de pequeño tamaño consiguen alimento, territorio y parejas sin necesidad de poner en riesgo sus vidas.

Otro mecanismo de engaño natural lo tenemos en la piloerección, es decir, que se nos ponga la piel de gallina y se eleve el cabello. En el caso humano este mecanismo ya no nos sirve de mucho, pero en especies más velludas permite confundir al rival dándole la sensación de que son más grandes y, por tanto, más fuertes de lo que realmente son. Así, especialmente ante un depredador o cualquier otro animal amenazador, muchas especies animales pueden salvar sus vidas mintiendo a su contrincante acerca de su tamaño.

Los políticos mienten

Conflictos entre grupos e instintos coalicionales

En el caso humano los conflictos han dado un importante salto evolutivo. En nuestra especie no únicamente se pueden dar conflictos entre individuos, sino también entre grupos muy grandes. Los seres humanos sabemos que varios individuos débiles no tienen ninguna oportunidad contra un individuo más fuerte por separado, pero juntos pueden darle una paliza.

Las alianzas son un aspecto fundamental en nuestra historia evolutiva, y se ha visto que también se presenta en algunos primates como los chimpancés.

Como individuos, si no tenemos ninguna coalición con otras personas, estamos “desnudos”, somos débiles ante cualquiera que sí la tenga. Pertenecer a una coalición se ha convertido en un imperativo evolutivo, tan importante como el conseguir comida o cobijo.

Los seres humanos, si bien no somos una especie que se constituya en un superorganismo como las hormigas, sí que nos organizamos en una estructura muy social. Hemos adquirido un muy fuerte sentido de pertenencia a todo tipo de grupos, producto de nuestro instinto de pertenecer a una coalición que nos garantice nuestra protección y seguridad.

Una vez estamos dentro acabamos adquiriendo ciertas pautas de comportamiento y pensamiento. Nuestro sentido de pertenencia al grupo hace que seamos menos críticos con lo que se opine dentro de él. Es mucho más fácil que nos creamos lo que se comparta en su seno, aunque desde fuera lo viéramos como algo realmente delirante y poco creíble. Compartir las mismas creencias que el resto de los miembros del grupo nos hace sentirnos más parte de él, mientras que la crítica nos aleja. La mentira puede unir a un grupo, especialmente si esta se dice para destacar sus diferencias con respecto al exogrupo.

Cuando se da un conflicto entre dos grupos la cohesión y la coordinación entre los miembros de cada grupo son dos aspectos esenciales para ganar la contienda. Si dos grupos están en disputa y se encuentran en igualdad de condiciones, aquel que consiga organizarse mejor, que tenga un pensamiento más homogéneo y tome una acción más sincronizada será el grupo vencedor.

Todo esto tiene directa relación con por qué mienten los políticos y, en general, cualquier partido político o incluso nación. Mentir sobre las características del propio grupo, exagerando sus virtudes, sobre las del otro grupo, destacando o inventándose defectos, contribuye a que el endogrupo se motive todavía más, tenga mayor autoestima y mayor capacidad de acción.

Un ejemplo de ello lo tenemos en los desfiles militares. En ellos los estados presentan todo su amplio arsenal militar con una clara intencionalidad política: intimidar al rival. Por medio de un ejército perfectamente sincronizado al desfilar por las calles de la capital, mostrando sus armas, tanques e incluso artefactos que no son más que cartón-piedra el gobierno manda dos mensajes. Uno, que es que son una gran nación, enalteciendo el orgullo patrio, y dos, que los demás países no se atrevan a atacarles pues están bien preparados, cosa que no tiene por qué ser verdad.

El otro ejemplo es el discurso de los políticos. Los políticos mienten, dicen falsedades de todo tipo y condición con la clara intención de que su audiencia sienta que si no le votan a él estarán dejando que una potencial amenaza, ya sea perpetrada por el rival político o por su inacción, suceda. Las carreras electorales no dejan de ser otro tipo de conflictos intergrupales y, como en cualquier otro, es necesario mejorar la coordinación del endogrupo por medio de engaños. Las mentiras en estos contextos sirven para:

  • Resolver problemas de coordinación.
  • Estar de acuerdo con creencias falsas es una muestra de compromiso con el grupo.
  • Ejercer dominio sobre el grupo haciéndoles creer en información exagerada.

Las mentiras y la coordinación

Donald L. Horowitz explica en su libro The Deadly Ethnic Riot que antes y después de las matanzas étnicas que se han sucedido en todo el mundo a lo largo de la historia los rumores han sido la herramienta que ha servido para pasar a la acción. La circulación de estos rumores, es decir, información no verificada y en muchas ocasiones no verificable juegan un papel muy importante a la hora de atacar al exogrupo, visto como una terrible amenaza que en breves va a atacarnos.

El contenido de estos rumores tiende a apuntar al grupo rival como un desalmado enemigo, el cual desvaloriza a nuestro grupo. Este exogrupo es muy poderoso y si no se hace algo para pararle los pies él nos va a hacer daño, incluso puede que nos destruya. Los rumores transmiten un sentido de urgencia, de que si no se hace algo vamos a ser gravemente dañados. Un ejemplo sencillo de entender es el caso de Alemania cuando Adolf Hitler empezaba a irrumpir en el panorama político, diciendo cómo los judíos estaban conspirando para destruir a la nación y que era necesario “defenderse”.

Muchos políticos actuales siembran la duda con rumores que no pueden confirmar ni tampoco tienen intención de ello. En muchos discursos, especialmente de políticos partidarios de ideas conspirativas, no es raro encontrar frases del estilo “No sé si es verdad pero...”, un tipo de estructura verbal que viene a sembrar la duda y el miedo en la población, quien no puede evitar pensar “y si es verdad… ¡deberíamos hacer algo ya!”

La mentira y la dominancia

Hacer declaraciones hechas de mentiras pueden servirle a político para señalar su motivación de ayudar al grupo en un conflicto, pero también para señalar que ese mismo político reúne las capacidades adecuadas para llevar al grupo a la victoria.

La mente humana en tiempo de conflictos está diseñada para promocionar a aquellos líderes que tienen o aparentan tener las características personales que permitirán solucionar los problemas del endogrupo de la forma más eficaz.

Una de las características que debe tener todo política es el de la dominancia, es decir, la capacidad para inducir el cumplimiento de una acción ya sea por medio de la intimidación y la coerción. Cuando hay un conflicto, ya sea una guerra o simplemente una situación políticamente tensa, la gente prefiere líderes dominantes, reflejado en su motivación de que el conflicto vaya a más y se ataque de una vez por todas al enemigo. La dominancia se manifiesta desafiando al exogrupo.

El político que miente, que ataca a otro partido o seguidor de una ideología política antagónica lo hace con la clara intención de verse como dominante, una figura de poder ante sus potenciales electores. Se atreve a decir las cosas tal y como las piensa o cómo quiere su audiencia que sean dichas, aunque no sean verdad. Al desafiar las normas son vistos como más auténticos, más atrevidos, más verdaderos. Irónicamente, los políticos mienten para ser vistos como los que más razón tienen y las personas, que nos gusta que nos digan las cosas tal y como las creemos, no como son verdaderamente, los seguimos.

Referencias bibliográficas:

  • Horowitz, D. L. (2003) The Deadly Ethnic Riot. University of California Press.
  • Petersen, M., Osmundsen, M., & Tooby, J. (2020, August 29). The Evolutionary Psychology of Conflict and the Functions of Falsehood. https://doi.org/10.31234/osf.io/kaby9.

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