Las relaciones humanas son necesarias para el mantenimiento de una adecuada salud mental, y constituyen uno de los factores de protección para los problemas psicológicos, tal y como lo son los hábitos de salud, el estatus socioeconómico, o la predisposición genética.
Las relaciones humanas, cuando nos suman, aportan, ayudan, nos pueden hacer sentir muy bien. Los seres humanos somos seres sociales y como tal, nos beneficia relacionarnos. El hecho de hacerlo, favorece que nos sintamos pertenecientes a un grupo, queridos y aceptados.
Sin embargo, esto no significa que las relaciones siempre nos beneficien, ni que sean obligatorias.
¿Por qué nos mantenemos junto a las personas que nos dañan?
Estar en una relación, del tipo que sea (amistad, familiar, de pareja) debido exclusivamente a una necesidad de no estar solo, puede influir negativamente en tu salud mental y, por lo tanto, convertirse en todo lo contrario, un factor predisponente para sufrir problemas psicológicos. De hecho, los problemas relacionales son una de las principales causas por las que las personas acudimos a terapia.
Los problemas que se dan en el contexto de una relación con una pareja o exparejas, familiares de origen o políticos, entre compañeros o bien amigos o ex amigos, sirven de predisponente y en ocasiones detonante de diferentes síntomas que generan dificultades en el día a día de la persona.
Existen algunas causas por las cuales podemos vernos en la situación de aferrarnos a personas que en el fondo creemos que no nos están beneficiando, o incluso nos están provocando un daño.
A veces, lo que ocurre es que nos aferramos por la ilusión de volver a sentirnos como al comienzo de la relación. Por lo tanto vivimos más bien en el recuerdo que tenemos de lo que fue y cómo fue, que en lo que es en realidad en la actualidad. Así que, tenemos en nuestra cabeza pensamientos tales como: “quiero volver a lo de antes”, “antes no nos pasaba esto”, “volveremos a ser lo que éramos”, etc.
Así que merece la pena analizar tu relación cada cierto tiempo, para observar cómo te sientes en el presente con ella, qué cosas te faltan o te sobran, cómo podrías “renegociar” las condiciones de vuestra relación si lo ves necesario, etc. Hacer esto constantemente requerirá demasiada energía, pero hacer ese análisis cada cierto tiempo, puede ayudarte a darte cuenta de los verdaderos motivos por los que sigues en esa relación y saber qué cambios has de realizar, en el caso de que se tenga que modificar algo.
Una dinámica de dependencia emocional
En otras ocasiones, especialmente en el contexto de una relación de pareja, le atribuimos a la persona la capacidad de sanarnos. Así que, directa o indirectamente, le responsabilizamos de nuestras emociones, con lo que esto conlleva: “yo mismo no me hago cargo de estar mejor, y normalmente el otro se encuentra con una responsabilidad que, o desconoce que tiene, o tiene pero no sabe cómo gestionar”. Esto nos pone en una situación de vulnerabilidad que va provocando una espiral negativa en la relación.
Cada uno es responsable de lo que piensa, siente, y hace. Tu pareja puede ayudarte a sentirte mejor, pero de ti va a partir el análisis de lo que ocurre, las iniciativas de solución, y la gestión de tus propias emociones. En algunas de estas relaciones además, esperamos que nos repare quien nos está haciendo daño, por lo que recurrimos a una fuente de malestar para tratar de encontrar bienestar, con la frustración y resignación que esto conlleva.
Un rol de sumisión al otro
Por último, puede que nos aferremos a determinadas relaciones que ya no nos aportan por considerar que no tenemos el derecho a opinar, realizar una crítica, decidir, o poner límites en la relación. En los casos más graves, la persona puede estar siendo denigrada y continuar en una relación muy dañina para él/ella, con el consecuente daño en su autoestima. Las personas con una autoestima baja tienden a ser más dependientes emocionalmente en sus relaciones, a ejercer peor sus derechos asertivos y en definitiva son más vulnerables a aferrarse a relaciones que está siendo negativas para ellas/os.
En este sentido, si detectas que tu autoestima es baja, lo mejor será que recurras a un especialista en salud mental que pueda evaluar adecuadamente tu problemática y necesidades e indicarte las herramientas a utilizar para mejorar.
En determinadas ocasiones puede ayudarte preguntar en tu entorno, apoyarte en tu red social, que pueda aportarte un punto de vista diferente y en ocasiones más objetivo, respecto de los derechos que tienes en esa relación. Tu entorno puede incluso ayudarte a encontrar las mejores palabras para poder expresar tus necesidades, tus críticas, tus opiniones, etc. dentro de esa relación a la que te estás aferrando. También indicarte cómo poner límites adecuados. Es importante elegir bien en qué personas depositas tu confianza a la hora de pedirles consejo, para que puedas expresar libremente lo que quieras sin sentirte juzgado.
Concluyendo...
Las relaciones son una fuente de satisfacción y bienestar. Nos generan amor, satisfacción, placer, diversión, conexión, etc. Es por esto que se convierten en una parte muy importante de nuestras vidas. Sin embargo, las relaciones no deben continuar a cualquier precio, sobre todo cuando detectamos que están siendo fuente de estrés excesivo y nos provocan mucho dolor innecesario. Puede ocurrir que se conviertan en una fuente de insatisfacción, malestar, tristeza, culpa o frustración. En las relaciones hay conflictos, y aprender a lidiar con ellos es necesario, si romper la relación tan pronto exista un problema. Pero esto no debe condicionarnos a la hora de poner los límites necesarios y dejar ir aquellas relaciones que nos están perjudicando.
Cómo identificar las relaciones dañinas, o bien salir de ellas, puede ser un proceso complicado y costoso, además de doloroso, te animamos a que consultes a un profesional de la salud mental, quien pueda guiarte en ese proceso de identificación y comunicación, además de ayudarte en el proceso de superación del duelo por la pérdida de una relación en el caso de que esta se termine. Pedir ayuda es muy saludable y a veces imprescindible, para encauzar ciertos problemas psicológicos.