Qué es el rencor, y cómo combatirlo

El rencor es un estado psicológico que nos predispone a cronificar conflictos con otras personas.

Qué es el rencor

El rencor es una emoción muy humana y, a la vez, perjudicial. Es un sentimiento de hostilidad hacia alguien que nos ha hecho, a nuestro juicio, una injusticia, valga la redundancia.

Esta emoción no únicamente se cronifica en forma de odio hacia quien nos hizo daño, sino que, también, nos trae malestar, un dolor que nosotros aceptamos que nos afecte, pese a que le podemos buscar solución.

Vamos a ver qué es el rencor, qué mal nos causa y cómo podemos dejar de sentirlo, de forma sana y socialmente adecuada.

¿Qué es el rencor? Características generales

El rencor es, sin lugar a dudas, una emoción negativa. Se trata, cogiendo su definición más literal y académica, del sentimiento de hostilidad, o de gran resentimiento, hacia alguien quien nos ha hecho algún tipo de ofensa o daño. Es decir, aparece cuando sentimos que alguien se ha portado mal con nosotros.

Cada uno se toma las cosas a su manera. Donde unos oyen un comentario inocente, otros ven una terrible ofensa, generadora de mucho enfado. Nos sentimos heridos por cualquier cosa y, en vez de hablar las cosas o de gestionar eso que interpretamos como injusticia, sentimos un profundo odio a la persona quien nos ha causado tal desdicha.

Esta emoción puede ser tan fuerte y tan mala que, a veces, puede desequilibrarnos, enfermarnos tanto en lo físico como en lo mental. El obcecarnos con una injusticia transforma nuestra mente en una cárcel y, a la vez, nos transforma en verdugos. El rencor acumulado nos lleva a comportarnos de forma muy contraria a cómo somos, queriendo tomar venganza, perdiendo el control. Desde luego, nos puede hacer ser peores personas.

El rencor, tan natural como dañino

Es normal que, cuando sentimos que alguien nos ha tratado injustamente, sintamos emociones negativas, estando el rencor entre ellas. El problema es que puede tomar el control de nuestras vidas, cambiando radicalmente nuestra forma de ser.

Como sugeríamos, cada quien es único y se toma las cosas de muchas diferentes formas. Es por esto que, en más de una ocasión, nos pasará algo que nos hará despertar esta emoción. Sin embargo, dado que son muchas las veces que el rencor puede venir y casi nunca es beneficioso, se hace necesario aprender a gestionarlo.

Es necesario aprender que todo cambia, que hay veces que nos pasarán cosas buenas y otras que nos pasarán cosas malas. La vida es un fluir constante en el que no siempre estaremos en una nube. Si nos refugiamos en el rencor, en vez de buscar soluciones al daño que nos han hecho, estamos avivando las llamas de la amargura, el odio, la tensión, sentimientos malos, sentimientos que no nos hacen avanzar.

El rencor, algo tan humanamente natural es, a la vez, muy dañino, un arma peligrosa que nos desequilibra cuerpo y mente. Nos impide disfrutar de la vida. Hace que las ofensas, sean verbales o de cualquier índole, se conviertan en algo casi crónico en nuestra mente. Un comentario que nos hizo daño, unas palabras que el viento ya se ha llevado, se repiten una y otra vez en las paredes de nuestra mente, como el eco en una cueva…

¿Para qué sirve?

Seguir odiando o pensar repetidamente en algo que ya no existe no tiene sentido. Como ya hemos dicho, las palabras que el viento se las ha llevado ya no están. Pensar una y otra vez en el daño que nos hicieron, pero no aprender a gestionar el daño que sentimos, que nos infligimos nosotros mismos con pensamientos tóxicos, es el verdadero problema. Hay que soltar, de forma sana y no dañina, ese dolor.

No podemos ir por el mundo deseando el mal a los demás. Suena obvio, una lección clásica de la escuela, la familia o la iglesia. Desde bien pequeñitos nos dicen que no haremos daño a los demás pero, cuando alguien nos lo hace, nos refugiamos en la excusa del “fueron ellos quienes empezaron”, “ojo por ojo, diente por diente”.

Pero, como dijo Mahatma Gandhi, “ojo por ojo y el mundo acabará ciego”. No podemos hacer daño a quienes, supuestamente, nos hicieron daño, porque el odio no se expulsa por medio de hacer daño. Va a más y más,pudiendo materializarse en una espiral de violencia física y verbal para nada deseable. Hay que apagar el odio con buenas intenciones y hablarlo.

Así pues, ¿de qué sirve el rencor? Realmente, de poco. Es un obstáculo que se entromete a la hora de intentar restaurar una relación. Es aquello que interpretamos como una ofensa que, con el paso del tiempo y pese a que estaba extinto, lo hemos conservado criogenizado en nuestra mente. Es un problema, no una solución, en nuestras relaciones sociales. En la medida que haya rencor, la relación no podrá volver a ser cómo era.

Cómo dejar de sentir rencor

Cómo ya hemos comentado, el rencor, aunque una emoción sin duda natural en todo ser humano, no nos es beneficioso. Es por ello que no son pocas las personas que, pese estar atrapadas en un ferviente odio tratan de hacer el esfuerzo de huir de las terribles garras de esta emoción. El rencor nos perjudica, nos destroza física y mentalmente. Por esto hay que buscarle una solución.

El primer paso es identificar correctamente este sentimiento. No es lo mismo estar enfadado por un pequeño rifirrafe con alguien, emoción que eventualmente se desvanecerá, que sentir la necesidad de vengarse por lo que nos ha hecho. Si nuestra imaginación no para de imaginarse terribles consecuencias para él y sus actos, está claro que sentimos rencor.

Una vez identificada la emoción, es necesario recurrir a una potente herramienta, más poderosa que toda revancha que podamos concebir: la comunicación. Hablar y expresarle a esa persona por qué nos ha molestado es un buen intento de hacer que la relación vuelva a su cauce. Perdonar es un acto prosocial, que ayuda a estabilizar nuestras interacciones con los demás.

Sin embargo, si no nos es posible hablar con la persona porque o bien no quiere o bien no puede podemos intentar desahogarnos, sanamente, con otra persona. Explicarle qué es lo que nos ha sucedido quizás despierte su empatía, algo que, sin duda, nos hará sentirnos respaldados.

Una forma sumamente vital para afrontar la vida es aceptar lo que ha ocurrido, siempre y cuando no sea algo terriblemente grave. A veces el dolor nos impide aceptar cosas que ya forman parte del pasado y que, como hemos dicho antes, no tiene sentido darle más vueltas. Esa persona nos hizo algo malo, ya está. Agua pasada.

No obstante, aceptar no es sinónimo de perdonar. Además de aceptar lo que nos ocurrió, debemos tomar decisiones y acciones para mejorar la situación. Como ya hemos dicho, la comunicación es fundamental, especialmente cuando se usa para arreglar la situación y desahogarse de forma sana.

Sin embargo, si no hay forma de poder arreglar el daño que nos ha generado, ya sea porque no quiere o porque no es consciente de sus actos, el intentar separarnos de esa persona puede ser una medida drástica pero necesaria. En algunos casos, es mejor estar solo que mal acompañado.

Referencias bibliográficas:

  • Kancyper, L. (2003). La memoria del rencor y la memoria del dolor. Intercambios, papeles de psicoanálisis/Intercanvis, papers de psicoanàlisi, (10), 84-94.
  • Murphy, J. G. (1982). Forgiveness and resentment. Midwest Studies in Philosophy, 7(1), 503-516.

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Postgrado de Actualización de Psicopatología Clínica en la UB.

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