Un estudio confirma que la mayor parte de las personas se muestran incapaces de escuchar activamente a su interlocutor durante más de 3 minutos seguidos. Por otro lado, diversas encuestas dan a conocer que aproximadamente el 50% de la población española se siente sola.
Es inevitable pensar que existe un paralelismo entre sentimiento de soledad y aislamiento y una sociedad que no ha aprendido a escuchar.
¿Es lo mismo oír que escuchar?
Lo primero que debemos hacer es marcar la diferencia entre oír y escuchar. Mientras oír significa simplemente recibir información a través de nuestros canales auditivos, escuchar implica intencionalidad. Implica un esfuerzo por atender a lo que nos cuenta la otra persona, en un intento por crear una comunicación efectiva y empática.
¿Qué dificultades nos impiden escuchar de manera activa?
¿Sabemos escuchar atentamente a nuestro interlocutor? Existen diversos motivos que pueden interferir y restar calidad al proceso de la escucha activa. Algunos de ellos son los siguientes.
1. Incapacidad de tolerar el silencio
La mayor parte de las personas sienten incomodidad cuando se producen silencios en una conversación, sobre todo ante desconocidos. Es por ello que mientras el interlocutor habla ellos piensan lo que van a decir a continuación, disminuyendo la atención hacia la información que transmite en hablante para no quedarse sin nada que decir inmediatamente.
2. Juicios y comparaciones
En muchos casos lo que dificulta la escucha es una serie de juicios que se emiten en el pensamiento que nada tienen que ver con lo que el hablante trata de exponer (me gusta su camiseta, no le queda bien el color verde, parece que ha engordado, le queda mejor el pelo corto que a mí, etc.).
3. Focalización de la atención
Consiste en centrar la atención solo en un aspecto de la conversación y quedarse pensando en ello, obviando el resto de la información que emite el hablante.
4. Tener “la mente en otro lado”
Se trata de una de las interferencias más comunes. Mientras el interlocutor habla la persona comienza a recordar un hecho que le sucedió el otro día, a planificar la cena de la noche o a pensar sobre la entrevista de trabajo que tiene al día siguiente, prestando poca o nula atención a lo que la otra persona le cuenta.
5. Estar pendientes de agradar
Esto sucede sobre todo en personas inseguras. Se centran en pensar si su postura es correcta, si están sonriendo lo suficiente, si las respuestas que están dando son las idóneas, etc. Perdiendo capacidad atencional y por lo tanto calidad en la escucha.
6. Interrupciones continuas
Hay ciertas personas que por diversos motivos necesitan continuamente hablar y ser el centro de atención en una conversación. Es por ello que interrumpen continuamente el discurso del hablante aportando datos de su propia experiencia personal, llevando la conversación a su terreno para poder hablar sobre ellos mismos o emitir consejos.
7. Distracciones ambientales
Seguramente todos hemos sentido la frustración de querer hablar con alguien que está continuamente mirando el móvil, la televisión o la pantalla de su ordenador. Las distracciones ambientales dificultan mucho la escucha, pues la atención se ve dividida hacia varios estímulos diferentes.
Escucha activa para comunicar mejor
Por lo tanto, si queremos aprender a escuchar de forma activa debemos esforzarnos por reducir todas esas inferencias y desarrollar nuestra capacidad atencional en el aquí y el ahora.
Crear un clima de respeto donde entendemos que lo que nos tiene que decir la otra persona es importante, y merece, por tanto, que pongamos los cinco sentidos ello, al igual que nos gustaría que hicieran las personas que nos escuchan a nosotros.
“Escucha, serás sabio. El comienzo de la sabiduría es el silencio” —Pitágoras