¿Alguna vez has sentido que te estaba resultando difícil ser paciente con tus hijos/as? ¿Te ha pasado en alguna ocasión que, por la intensidad del enfado sentías, has hecho algún comentario del que después te has arrepentido? ¿Alguna vez has sentido que tus emociones estaban siendo tan intensas que has acabado "perdiendo el control"?
Si has respondido que sí a una o varias de las preguntas anteriores, es probable que, en esos momentos, estuvieras viviendo un secuestro emocional. Pese a que puede experimentarse en diversas situaciones, en este artículo abordaremos su relación con la crianza. Es especialmente importante hablar de esto debido al impacto que puede generar en el desarrollo de las criaturas y las dinámicas familiares.
Así pues, a lo largo de este artículo hablaremos detenidamente sobre qué es el secuestro emocional y cómo identificarlo. Una vez asentadas las bases, nos adentraremos en su relación con la crianza. Hablaremos tanto del secuestro emocional de los padres como de los infantes. Por último, explicaremos algunas herramientas útiles para prevenirlo.
¿Qué es el secuestro emocional?
Se define el secuestro emocional, también conocido como "secuestro amigdalino" como el proceso mediante el cual nuestras emociones —regidas por la parte más instintiva del cerebro— toman el control de la situación y “secuestran” a la parte racional.
Es decir, a causa de la intensidad de nuestras emociones, se disminuye la capacidad del pensamiento racional y se potencian las conductas impulsivas. A pesar de que, a priori, pueda no parecerlo, tiene un sentido biológico que está relacionado con nuestra supervivencia.
Cuando nuestro organismo detecta un posible peligro —real o imaginario—, se movilizan recursos internos que activan el organismo y lo preparan para la respuesta de lucha o huida. En ese momento, se reduce la capacidad de los individuos para pensar de forma racional o lógica. El cerebro emocional (límbico) es más rápido, pero más impreciso.
Así pues, en determinados momentos en los que nuestro organismo se ha sentido en peligro, es probable que estemos procesando la información que nos llega con nuestro cerebro emocional. Consecuentemente, las respuestas son automáticas y no pasan por nuestro cerebro racional.
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¿Cómo identificarlo?
Si hablamos de personas adultas, es importante que cada individuo haga un ejercicio de autoobservación y se implique en su propio autoconocimiento. Sin duda, esto será de gran ayuda a la hora de identificar aquellos momentos en los que se está produciendo un secuestro emocional. Quizá puede ayudar en el proceso hacer un registro de las propias emociones, de las situaciones desencadenantes y la perspectiva del entorno.
Además del trabajo personal, a continuación se mencionan algunas señales que nos pueden servir como signos de alerta para tomar consciencia de que se está produciendo un secuestro emocional —sea en nosotros/as o en nuestros hijos/as—:
- Respuestas o reacciones intensas y rápidas ante estímulos o situaciones que posteriormente no consideramos tan graves.
- Sensación de “desconexión” o de actuar en piloto automático. Sentir que no se está en control de la situación.
- Sentir un profundo arrepentimiento inmediatamente después de haber actuado.
Secuestro emocional en la crianza
La amígdala es una parte de nuestro cerebro a la que algunos autores hacen referencia como el "detector de humos" porque se encarga de procesar las señales de alerta. Los peligros que activan la respuesta de la amígdala pueden ser reales, pero también imaginarios. Es decir, no a todas las personas nos activarán los mismos estímulos.
Son muchas las situaciones que pueden desencadenar una respuesta intensa de la amígdala al percibir una potencial amenaza y que, como consecuencia, se produzca un secuestro emocional. Si bien es cierto que puede suceder tanto a adultos como a menores, hay ciertas diferencias entre ambas situaciones. A continuación se exponen las principales.
Secuestro emocinoal en los niños
Es esencial comprender que el cerebro de nuestros hijos/as se encuentra en desarrollo. De hecho, la corteza cerebral —que es la parte encargada del pensamiento racional— no se desarrolla por completo hasta los 20-25 años.
Teniendo esto en mente, es más fácil comprender que las criaturas se rigen más por su cerebro emocional que por el racional y, por ello, con frecuencia tienen respuestas emocionales mucho más intensas de lo que nos gustaría como adultos —o de lo que podemos sostener— en determinadas ocasiones.
Nos guste o no, los niños no disponen de la capacidad de raciocinio que tenemos los adultos y se mueven por sus emociones. Actúan de forma impulsiva puesto que no han desarrollado todavía la parte del cerebro que les dice cómo actuar y cuándo. Tienen necesidades diferentes a las que pueden tener las personas adultas.
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Secuestro emocional en los padres
Los/as adultos/as, en cambio, nos regimos en nuestro día a día por la parte racional, la corteza cerebral. Esta es la encargada de recordarnos cómo debemos actuar, cuándo debemos inhibir nuestras conductas y nos ayuda a tomar decisiones. Además, también se encarga o está relacionada con otras funciones como la moralidad y la empatía.
La amígdala funciona de forma automática e inconsciente, así que constantemente está revisando el entorno y comprobando si estamos en peligro o no. Así pues, puede suceder que en determinadas ocasiones nuestra amígdala interprete un peligro y active las respuestas de defensa.
Esto es lo que sucede, por ejemplo, cuando nos enfadamos y sentimos que perdemos el control, que no podemos evitar discutir y, durante unos instantes, actuamos desde la intensidad de nuestra emoción. Cuando sentimos que "estallamos" ante determinadas situaciones estresantes, estamos sufriendo un secuestro emocional.
¿Cómo prevenir y abordar el secuestro emocional en la crianza?
Tal y como hemos visto, el secuestro emocional en los niños y las niñas —e incluso en los y las adolescentes— es algo habitual y esperable por su desarrollo evolutivo. Es cierto que esto puede ser altamente retador y, en ocasiones, difícil de sostener y acompañar. Es importante proporcionales herramientas de gestión emocional para ayudarles en la medida de lo posible.
En relación con los secuestros emocionales que podemos sufrir los adultos, la cosa cambia. Es comprensible que queramos prevenir este tipo de situaciones puesto que posteriormente generan un profundo malestar emocional cargado de culpa y arrepentimiento.
En este sentido, es crucial el autoconocimiento del que hablábamos anteriormente. Es importante conocer qué situaciones tienden a desbordarnos con más frecuencia. Antes del "estallido" se produce la sensación de estar desbordado/a. Es en los momentos previos cuando podemos intervenir para evitar esta situación.
Lo interesante es conocerse lo suficiente como para poder detectar nuestro estado emocional y poder atendernos cuando la intensidad todavía es asumible. Es decir, lo ideal es no salir de nuestra ventana de tolerancia y, para ello, necesitamos observarnos y atender nuestras necesidades en la medida de lo posible.
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