Bien sabemos que las relaciones interpersonales son una parte fundamental de la vida humana. A través de ellas, las personas establecemos conexiones emocionales y sociales con los demás, lo que nos permite compartir experiencias y construir vínculos significativos que nos hacen sentir queridos, seguros, y que nos satisfaga la necesidad biológica que tenemos todos de sentirnos parte de una comunidad.
Sin embargo, nuestras relaciones también pueden convertirse en fuente de dolor y conflicto, especialmente cuando las heridas emocionales de la infancia se reflejan en la forma en que interactuamos con los demás.
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Características de las heridas emocionales de la infancia
En psicología, las heridas emocionales de la infancia, son heridas que muchos de los adultos tenemos en nuestra psiquis asociadas a una emoción, como una lesión afectiva y que está en nosotros de forma inconsciente hasta que nos tomamos el tiempo de pensar y reflexionar sobre esas conductas que nos limitan en nuestras relaciones y las asociamos con aquellas vivencias de la infancia, y nos damos cuenta de que son conductas que provienen de esa herida.
Estas heridas posiblemente fueron causadas por diversas circunstancias, como el abuso emocional o físico, maltrato verbal y/o psicológico, el abandono, la negligencia, el rechazo, el amor condicionado a los logros, padres sobre protectores o la pérdida de un ser querido, así como también la depresión de uno de los progenitores, una crianza inadecuada, el nacimiento de un hermanito y los celos asociados a ello, entre otras posibles.
También es posible que sea una herida creada de una situación interpretada como negativa por el/la niño/a, ya que su inmadurez emocional no le ha permitido entender e interpretar correctamente lo sucedido en el contexto de aquel momento.
Es normal que los adultos tengamos una o varias de ellas en menor o mayor profundidad, las heridas emocionales son 5: Herida de rechazo, herida de abandono, herida de traición, herida de injusticia, herida de humillación.
Asociamos las heridas principalmente a las figuras paternas, pero también pueden haber sido causadas por otras figuras como maestros, otros familiares o incluso el bullying por parte de amigos. Estas experiencias pueden dejar cicatrices emocionales profundas que pueden durar toda la vida, y pueden afectar la forma en que las personas nos relacionamos con los demás, a través de nuestra manera de comunicarnos y las conductas dentro de la relación.
Las conductas observables que evidencian las heridas psicológicas son, entre otras, la desconfianza, la inseguridad, el miedo, los celos, la culpa, el autoabandono, problemas del sueño, pensamientos obsesivos, ansiedad, depresión, reacciones emocionales desbordadas.
Por ejemplo, una persona que ha sido víctima de abuso emocional puede tener dificultades para confiar en los demás o para establecer límites saludables en sus relaciones. Puede sentirse ansiosa o insegura en presencia de personas que le recuerden a su abusador, o puede tener dificultades para expresar sus necesidades y deseos de manera clara y directa.
Del mismo modo, una persona que ha experimentado la pérdida de un ser querido puede tener dificultades para formar vínculos emocionales fuertes con los demás, por temor a sufrir otra pérdida. Puede ser retraída o cerrada emocionalmente, o puede tener dificultades para expresar sus sentimientos o necesidades emocionales.
Depende de los inputs recibidos del entorno en la infancia a través de los padres, la familia, maestros, cultura social, religión y amistades, creamos una personalidad u otra, depende de qué experiencias se hayan vivido, se pueden llegar a desarrollar, además de heridas, traumas o trastornos de la personalidad.
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¿Qué hacer para curar esas heridas emocionales de la infancia?
Cuando estas heridas emocionales no se abordan de manera adecuada, pueden manifestarse en problemas en nuestras relaciones interpersonales. Por ejemplo, podemos proyectar nuestros miedos e inseguridades en los demás, lo que puede llevar a conflictos o malentendidos. Podemos ser más críticos o desconfiados de los demás de lo que deberíamos, lo que puede generar tensión en nuestras relaciones. Podemos tener actitudes infantiles que dan paso a discusiones innecesarias.
También podemos encontrarnos repitiendo patrones en nuestras relaciones que reflejan las dinámicas disfuncionales de nuestra infancia, lo que puede impedirnos construir relaciones saludables y satisfactorias. La buena noticia es que las heridas emocionales de la infancia pueden sanar con el tiempo y el esfuerzo adecuados. Algunas formas de abordar estas heridas incluyen:
1. Buscar ayuda profesional
Un terapeuta puede ayudar a las personas a explorar y abordar las heridas emocionales de la infancia, y a desarrollar estrategias para manejar mejor sus emociones y relaciones interpersonales.
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2. Practicar la autocompasión
Aprender a tratarnos a nosotros mismos con amabilidad y compasión puede ayudar a reducir el dolor emocional y a desarrollar una mayor autoestima y autoconfianza.
3. Identificar patrones en nuestras relaciones
Ser conscientes de los patrones disfuncionales en nuestras relaciones puede ayudarnos a identificar las heridas emocionales subyacentes y a tomar medidas para abordarlas.
4. Trabajar en la comunicación
Aprender a comunicarse de manera clara y efectiva puede ayudar a reducir los malentendidos y los conflictos en nuestras relaciones, y a construir vínculos emocionales más fuertes.
5. Aprender a establecer límites saludables
Establecer límites saludables en nuestras relaciones es fundamental para darnos y que nos den el respeto que todos podemos disfrutar, pero que por las heridas no somos conscientes de ser merecedores.
6. Trabaja en tu autoconocimiento
Escribe sobre ti, sobre cómo fue tu infancia, sobre las cosas que te hicieron daño y aquello que te hubiera gustado que hubiera sido diferente y cómo.
7. Mejora tu diálogo interior
Mejorar la forma en que nos tratamos mentalmente e incluso en voz alta a nosotros mismos es fundamental para mejorar la autoconfianza y el autoconcepto.
Norma Conde
Norma Conde
Psicoterapeuta, Tratamiento del Estrés, Ansiedad, Depresión, Duelo, Autoestima, Gestión emocional, Terapia de pareja.
Conclusión
La mejora de nuestras relaciones son una consecuencia inevitable de estas acciones, estamos en un momento de la historia donde tenemos más población formada y educada que las generaciones anteriores, tenemos acceso ilimitado a la información, se han roto tabúes y se habla libremente de miles de temas incluyendo los traumas y las heridas de la infancia.
Se trata de que cada uno asuma la responsabilidad individual de buscar y velar por su bienestar psicológico.