La concepción de la homosexualidad como un problema moral o biológico ha existido en muchas sociedades durante la historia. El cristianismo en particular ha ejercido una gran influencia en este sentido en los países europeos y americanos.
Durante el siglo XX los desarrollos de la terapia psicológica se utilizaron para modificar la conducta y aliviar el malestar de personas con “trastornos” muy variados. Entre estos se incluía lo que algunos expertos aún denominan “homosexualidad egodistónica”, que se suponía que se podía curar mediante lareorientación de los impulsos sexuales.
Aunque la “terapia antigay” nació sumida en el descrédito y nunca lo ha abandonado, a día de hoy se sigue practicando rodeada de controversia.
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¿En qué consiste la “terapia antigay”?
La terapia de conversión sexual es una práctica pseudocientífica, es decir, que afirma de forma engañosa que sus planteamientos se basan en la investigación. Multitud de estudios han dado cuenta de la falta de eficacia de esta forma de modificación de conducta, hasta el punto de que en la comunidad científica ya no existe un debate real al respecto.
Los malos resultados de la terapia de reorientación probablemente se deban a que su objetivo no se limita sólo a modificar conductas o hábitos de comportamiento sino también impulsos con un origen biológico, difícilmente modificables.
Si bien hoy en día las formas más habituales de “terapia antigay” se centran en la conversación y la visualización, también se han utilizado técnicas más controvertidas como la terapia aversiva, el electroshock e incluso la lobotomía.
Lo más común es que las personas homosexuales que aceptan someterse a este tipo de “tratamiento” lo hagan por cuestiones morales, porque se ven a ellas mismas como enfermas o anormales y para evitar el rechazo social que reciben de su entorno.
Los defensores más importantes de la terapia de conversión sexual son grupos fundamentalistas cristianos que buscan que otros se adhieran a los comportamientos que ellos consideran éticos, especialmente miembros de su comunidad religiosa.
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Historia de la terapia de conversión
En 1935 Sigmund Freud contestó la carta de una mujer que le pidió que tratara a su hijo homosexual negando que esta orientación fuera una enfermedad y que se pudiera “curar”. Según Freud todos los niños son bisexuales y desarrollan su orientación sexual definitiva durante la adolescencia en función de si se identifican con la madre o con el padre.
No obstante, la popularización de la modificación de conducta a partir de los años 60 promovió la aparición de los tratamientos que se llegarían a conocer como terapia de reorientación o conversión sexual. Psiquiatras y psicólogos como Edmund Bergler, Samuel Hadden, Irving Bieber, Joseph Nicolosi y Charles Socarides defendieron la eficacia de las técnicas conductuales para convertir a los homosexuales en heterosexuales.
La literatura científica desacreditó de forma clara la terapia de conversión y dejó constancia de que aumentaba el riesgo de aislamiento, ansiedad, depresión y suicidio. Asimismo el activismo social logró que la homosexualidad dejara de ser considerada un trastorno en la segunda edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-II), que apareció en 1968.
No obstante, en la Clasificación internacional de enfermedades (CIE-10) sigue vigente el diagnóstico “Orientación sexual egodistónica”, que se aplica a personas que sienten malestar a causa de su sexualidad, y todavía se practican muchas formas de “terapia antigay” que niegan la evidencia aportada por la investigación, especialmente en ámbitos religiosos o con el objetivo de obtener un beneficio económico.
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La homosexualidad como parafilia
La terapia de reorientación para la homosexualidad guarda estrechas similitudes con las que se llevan a cabo en las parafilias. Este término engloba en la actualidad la focalización de los impulsos sexuales en animales, objetos o conductas que implican a personas que no consienten.
Así, los trastornos parafílicos incluyen la pedofilia, la zoofilia, el exhibicionismo, el voyeurismo o el frotteurismo, además de otras preferencias sexuales que puedan llegar a provocar malestar en la persona que las siente o en otras, como puede suceder con el sadismo.
Este malestar es uno de los criterios principales que se siguen utilizando a día de hoy para justificar la terapia de conversión en los casos de homosexualidad. El problema es que los problemas emocionales no derivan directamente del hecho de sentirse atraído por personas del mismo sexo, sino de la concepción social negativa que puede existir al respecto.
La forma en que la CIE describe la “orientación sexual egodistónica” es más cercana a los llamados “trastornos de la identidad de género”, aún vigentes en el DSM. En ambos casos la propia categoría diagnóstica tiene un efecto patologizante y moralizante puesto que separa el malestar debido a la sexualidad o a la identidad de otras causas, promoviendo la adaptación de la persona a normas sociales específicas y quitando responsabilidad al entorno.
Por así decirlo, diagnosticar homosexualidad egodistónica o un trastorno de identidad de género sería similar a hacer lo propio con las víctimas de bullying o violencia de género poniendo énfasis en que la persona sea un niño o una mujer.
¿Cómo se “curaba” la homosexualidad?
La terapia de conversión no sigue unas directrices oficiales porque no es reconocida por las asociaciones de psicólogos y médicos. Ninguno de estos tratamientos se ha mostrado eficaz y la mayoría están en desuso.
Recomendamos a quienes estén interesados en saber más sobre la terapia de reorientación sexual que vean la serie de televisión Masters of Sex, donde se retratan algunos de estos tratamientos y la visión de la homosexualidad en general en el contexto del nacimiento de la terapia sexual, en los Estados Unidos de los años 50 y 60.
1. Terapia aversiva
Este tipo de terapias consistían en presentar un castigo junto con el estímulo que se pretendía que dejara de resultar atractivo; en el caso de la homosexualidad se usaban imágenes eróticas con personas del mismo sexo.
Se suponía que el castigo, normalmente sustancias que producían náuseas o corrientes eléctricas, haría que las imágenes homosexuales dejaran de provocar excitación. En realidad la terapia aversiva sólo conseguía aumentar los sentimientos de culpa y miedo de las personas que se sometían a ella.
2. Psicoterapia
En el pasado, algunos teóricos del psicoanálisis planteaban que la homosexualidad se debía a conflictos inconscientes originados en la infancia y que se podía “curar” resolviendo estos conflictos a través de la psicoterapia.
Actualmente la “terapia antigay” se lleva a cabo sobre todo mediante diálogo, al menos cuando se practica de forma abierta. Algunos profesionales de la psicología y organismos religiosos ejercen una especie de counseling centrado en convencer a la persona de que reprima sus impulsos homosexuales.
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3. Recondicionamiento masturbatorio
Esta técnica se utiliza de forma habitual en el tratamiento de parafilias. Consiste en masturbarse utilizando los estímulos excitantes que se consideran inadecuados (en el caso de la terapia de conversión, imágenes homosexuales) pero al alcanzar el orgasmo visualizar los estímulos que se pretenda hacer más apetecibles (personas del sexo opuesto).
Siguiendo los principios del condicionamiento, las imágenes heterosexuales deberían pasar a ser apetecibles con la práctica repetida y la recién desarrollada atracción por el sexo opuesto podría sustituir los impulsos homosexuales. El recondicionamiento masturbatorio no se ha mostrado eficaz como terapia de conversión.
4. Terapia electroconvulsiva
La terapia electroconvulsiva consiste en transmitir corrientes eléctricas de baja intensidad al cerebro de una persona anestesiada para alterar la química cerebral en casos en que otras formas de tratamiento son ineficaces.
Aunque si se practica correctamente puede ser eficaz para tratar algunos casos resistentes de depresión**, manía y esquizofrenia**, no sólo no “cura” la homosexualidad sino que en la época en que la terapia de conversión estaba en boga el electroshock producía con mayor frecuencia efectos secundarios como pérdida de memoria y fractura de huesos.
5. Tratamientos médicos
En esta categoría se engloban algunas de las terapias más agresivas que se han aplicado para “curar” la homosexualidad. Por ejemplo, a mediados del siglo pasado no era infrecuente que se practicaran lobotomías, es decir, incisiones quirúrgicas en el cerebro; se relacionaba la homosexualidad con la acción del hipotálamo, concretamente.
También se han llegado a aplicar tratamientos con estrógenos e incluso la castración química para reducir la libido de personas homosexuales.