Beato de Liébana: biografía del monje cántabro que comentó el Apocalipsis

Su obra dio origen al género de los beatos, textos clave de la Edad Media.

Beato de Liébana

Beato de Liébana vivió en unos años muy convulsos. Corría el siglo VIII y, mientras en el resto de Hispania los invasores musulmanes sometían al antiguo reino visigodo, el valle de Liébana, un enclave tranquilo de la actual Cantabria, vivía un notable esplendor cultural, en el que se multiplicaban los monasterios y, por tanto, la producción de códices y la transmisión del saber.

Los “oscuros” primeros siglos medievales han pasado a la historia como un periodo turbulento y carente de actividad cultural. Sin embargo, cada vez más los historiadores están convencidos de que esto no fue para nada así. El valle de Liébana, protegido por su propia orografía, bien alimentado por los ricos cultivos propiciados por su clima suave y, sobre todo, espoleada la actividad cultural por el creciente número de monasterios, supone el testimonio de que aquel siglo VIII no fue tan “oscuro” como antaño se creía.

Es en este contexto cuando viene al mundo Beato de Liébana, un personaje de origen confuso del que conservamos, sin embargo, parte de su abundante correspondencia con grandes personalidades del momento, como Alcuino de York, consejero de Carlomagno, y Elipando, metropolita de Toledo, con el que, sin embargo, establecería más tarde una violenta enemistad.

Breve biografía de Beato de Liébana, el monje que comentó el Apocalipsis

Más allá de que era natural de Liébana y que fue presbítero y abad de un monasterio dedicado a san Martín (el futuro Santo Toribio de Liébana), poco o nada sabemos con certeza de nuestro personaje. Su fecha de nacimiento debe situarse alrededor del año 730, cuando en la zona asturiana reinaba el primero de los Alfonsos, yerno de Pelayo, el caudillo astur.

De su infancia y primera juventud se desconoce absolutamente todo. La siguiente información fehaciente de la que disponemos es que, en el año 776, y ya como monje, finaliza la que sería la primera versión de su Comentario al Apocalipsis, un texto que tendría gran difusión en el mundo cristiano occidental de la Edad Media.

El abundante y rico valle de Liébana

Ya hemos comentado la importancia del enclave del valle de Liébana en el contexto hispano de la época. Situado en la parte occidental de la actual Cantabria, su situación, al abrigo de los climas más duros de las regiones colindantes, permitía un clima suave que hacía posible un cultivo nada desdeñable de viñedo, cereal y árboles frutales. Esta abundancia dio pie a la proliferación de cenobios, repartidos por todo el valle, que supusieron enclaves fundamentales para la producción y la expansión del saber.

Tenemos constancia de varios monasterios en la época de Beato: además de Santo Toribio de Liébana, el monasterio de donde fue abad (denominado en aquellos años San Martín de Turieno), existían otros cenobios importantes como San Salvador de Osina, San Salvador de Vileña y Santa María de Cosgaya. Este último, por cierto, y siguiendo la tradición de la Hispania postvisigoda, era dúplice, es decir, tenía comunidad femenina y masculina.

Recordemos que estamos en un mundo anterior a la reforma gregoriana en el que la convivencia de monjes y monjas no era para nada sorprendente. De hecho, era habitual verlos trabajar juntos en la confección de códices, como fue el caso de la monja Ende y el monje Emeterio. Ende fue, dicho sea de paso, la iluminadora o una de las iluminadoras del famoso Beato de Girona.

Beato de Liébana, el primer beato

Aprovechamos la mención del Beato de Girona para definir exactamente a qué llamamos beatos. Los beatos son comentarios del Apocalipsis basados en el comentario que Beato de Liébana realizó en el siglo VIII (de ahí el nombre). La obra tuvo tanto éxito que se extendió por toda la Europa occidental y suscitó que otros monasterios copiaran su texto y sus imágenes.

Hay que tener en cuenta que la palabra copia, en la Edad Media, no poseía el valor peyorativo que le aplicamos actualmente. Para empezar, no había nada de malo en copiar las obras de otros; al contrario, era necesario, pues recordemos que la imprenta aún no existía y que la única manera de diseminar el saber era copiando manualmente los códices. Por otro lado, cada copista añadía su propia imaginación (e incluso texto adicional) a la copia de turno, por lo que no existe ningún beato que sea estrictamente idéntico al original del monje de Liébana.

Beato de Liébana escribió el más famoso comentario al Apocalipsis, pero no fue ni el único ni el primero. Este enigmático libro, supuestamente escrito por el apóstol Juan durante su exilio en la isla de Patmos, reunió a su alrededor bastante polémica hasta que fue oficialmente admitido en el corpus canónico de la Biblia en el Concilio de Toledo del año 633. De esta forma, la visión de san Juan pasaba a ser obligatoria en la liturgia hispana, con pena de excomunión para quien no lo leyera.

Pero no en todos los lugares tuvo el Apocalipsis la misma aceptación. En la parte oriental de la cristiandad nunca se vio con buenos ojos, pues se consideraba altamente “sospechoso”, y no fue admitido oficialmente hasta el siglo XIV. En cualquier caso, los comentarios realizados con anterioridad (por Victorino de Pettau y San Jerónimo, por un lado, y por Ticonio y San Agustín por otro) fueron una fuente valiosísima para que, siglos más tarde, Beato de Liébana compusiera su propio comentario.

“Testículo del Anticristo”

Puede que lo más conocido en la vida de Beato de Liébana fuera la enemistad feroz que sostuvo con Elipando, metropolita de Toledo (717- h. 808). Para entender esta lucha encarnizada, debemos situarnos en el contexto. Elipando era partidario de una corriente del cristianismo que promulgaba que Cristo era hijo de Dios, pero solo adoptivo. Esto chocaba evidentemente con el dogma oficial, sostenido por el imperio de Carlomagno y por personalidades como la de Beato, en estrecho contacto con la corte carolingia.

En uno de sus textos, el monje de Liébana llegó a llamar a Elipando “testículo del Anticristo”, haciendo alusión a sus creencias herejes. Pero el metropolita de Toledo no se quedó corto, pues dijo de Beato que era una ovis morbida (es decir, una “oveja sarnosa”). De todo ello podemos deducir que, a pesar de ser dos personalidades importantes en la cultura del momento, los dos personajes no dudaban a la hora de dejarse llevar por la ira…

Elipando fue más allá y acusó a Beato de ser un cliente habitual de los prostíbulos. No podemos saber si esto era cierto, aunque existen dudas de la veracidad de la acusación, pues es evidente que el metropolita de Toledo, en su exaltación contra el monje de Liébana, podía haber dicho cualquier cosa para denigrarlo ante los ojos de todos. En fin, un testimonio de que los personajes históricos no dejan de ser, ante todo, seres humanos.

Beato y el inicio del culto a Santiago

En 783, Mauregato, un bastardo de Alfonso I, es coronado rey astur, en detrimento de los derechos del heredero legítimo, el futuro Alfonso II.

Sabemos que Beato de Liébana asiste al ingreso de Adosinda, viuda del rey Silo y partidaria del joven Alfonso, en un monasterio, hecho que la aparta definitivamente de la vida política.

Es muy posible que esto sea un indicador de que Beato se posicionaba a favor de Mauregato, como también lo atestigua su famoso himno poético O dei verbum, dedicado a este monarca y donde se menciona, por primera vez, a Santiago apóstol como patrón de Hispania, pues se le cita como dorada cabeza refulgente de Hispania…

Curiosamente, poco después de la composición del himno, ya en tiempos de Alfonso II (que accedió, finalmente, al trono que le correspondía por derecho) se descubrió en Compostela la supuesta tumba del apóstol, de la que el rey fue, por cierto, el primer peregrino. Empezaba una ascensión fulgurante del Camino como una de las peregrinaciones medievales por excelencia. Beato de Liébana, por supuesto, había tenido un papel crucial en la composición de la leyenda del patrón hispánico.

¿El fin del mundo?

Una de las burlas que Elipando dirigió a Beato estaba relacionada, precisamente, con la creencia que el monje de Liébana tenía de la segunda venida de Cristo. Según sus cálculos (y de acuerdo con una corriente bastante extendida en la época), si la Creación estaba destinada a durar 6.000 años y, con la llegada de Cristo, ya llevaba 5.200, solo quedaban ocho siglos para su segundo advenimiento y, por tanto, para el fin del mundo.

Parece ser que Beato sobrevivió a la fecha fatídica, por lo que pudo comprobar que los cálculos eran erróneos. Sin embargo, no se sabe con certeza el año de su muerte. Los historiadores creen que falleció unos años después, quizá alrededor de 810. En todo caso, y a pesar de las dificultades actuales para desentrañar su vida, lo que está claro es, a la luz de la profusa correspondencia que mantuvo y los discursos intelectuales en los que participó, y tal y como afirma el historiador del arte Joaquín Yarza Luaces (1936-2016), que Beato de Liébana no fue aquel monje encerrado en sus valles cántabros, sino que representa una figura fundamental para comprender el siglo VIII hispano.

  • De Liébana, B. (2004), Obras completas y complementarias de Beato de Liébana. II: documentos de su entorno histórico y literario, ed. Biblioteca de autores cristianos
  • Gil, J. (1978), Los terrores del año 800, dentro de Actas del Simposio para el estudio de los códices del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana
  • Yarza Luaces, J. (1998) Beato de Liébana. Manuscritos iluminados, Moleiro editor
  • Williams, J. (1994), The illustrated Beatus. A Corpus of the Illustrations of the Commentary on the Apocalypse, Introduction
  • Códices medievales, video del canal de Youtube Vitruvio Arte, por el historiador del arte Hugo García. https://www.youtube.com/watch?v=G3hVilJYDrA

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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