Rasputín: biografía de este oscuro personaje histórico ruso

Te contamos la vida de Rasputín, enigmático monje que llegó a ser confidente de los zares.

Rasputín

Su mirada de hielo petrificaba a cuántos se topaban con ella. La fuerza magnética de sus ojos no tenía igual; al menos, eso decían sus contemporáneos. Ciertamente, si tomamos cualquiera de las fotografías que nos han quedado de él, notaremos todavía esa fuerza. Rasputín ya no está entre nosotros, pero su hechizo pervive.

¿Quién era Grigori Rasputín? ¿Por qué tenía ese poder sobre la gente? ¿Qué vieron en él los zares de Rusia, que lo convirtieron en su íntimo amigo? ¿Por qué resultaba tan atractivo para las damas, cuando su higiene era escasa?

En esta biografía de Rasputín encontrarás un resumen de la vida de uno de los grandes misterios de la historia. Todavía hoy los estudiosos no consiguen llenar ciertas lagunas de su biografía, y no sólo en cuanto a hechos se refiere. Por ejemplo, sigue viva la cuestión de por qué él, un sencillo campesino siberiano, era el único capaz de mitigar las hemorragias que la hemofilia causaba en el zarévich. Rasputín sigue siendo, aún hoy, un verdadero enigma.

Biografía de Grigori Efímovich Rasputín, “el Depravado”

Ese sería, si aceptamos la etimología propuesta por muchos filólogos, el verdadero significado del apellido de Rasputín (que provendría, según esta teoría, del vocablo ruso rasputnyi, “disoluto”). Verdad o no, lo cierto es que el apellido le venía como anillo al dedo, si nos atenemos a su biografía y, sobre todo, a su leyenda.

Porque un personaje tan fascinante como Rasputín, generador de odio y admiración por partes iguales, no podía quedar al margen del mito. En su vida hay mucho de invención y, si bien el verdadero personaje no queda tampoco muy bien parado, es difícil discernir el Rasputín real de la imagen que se dedicaron a crear sus detractores.

El pobre campesino de Siberia

Los orígenes de Rasputín se remontan a un pueblecito de la Siberia profunda llamado Pokróvskoye, en la región de Tobolsk. Sus principales biógrafos dan como la fecha más probable de su nacimiento el 21 de enero (9 de enero en el calendario juliano) de 1869; al menos, una entrada de la parroquia del pueblo registra su bautizo al día siguiente, 10 de enero. En Pokróvskoye pasó toda su infancia y parte de su juventud, se casó con Praskovia Fiodorovna Dubrovina y tuvo varios hijos, entre ellos, Matriona (María) Raspútina, que más tarde escribiría una interesante biografía de su padre.

Rasputín nació y creció en el seno de una familia humilde de campesinos analfabetos y, de hecho, apenas aprendió a escribir en su adultez. En realidad, poco conocemos de los primeros años de vida del personaje, y lo que se sabe se debe, muy en parte, a los bulos que corrieron por San Petersburgo a medida que crecían sus detractores. ¿Qué hay, pues, de verdad en todo ello?

Mucho se ha hablado de la escabrosa adolescencia de Rasputín, del que se comentó que había sido un ladrón de caballos, muy pendenciero y amante de la juerga, las mujeres y el alcohol. Lo cierto es que, y según recoge Douglas Smith en su interesante libro Rasputin: Faith, power and the twilight of the Romanovs (ver bibliografía), existen las declaraciones de algunos vecinos de Pokróvskoye que testificaron para un informe de la Gendarmería de Tyumen, y que aseguraron que el joven Rasputín era amante de pequeños vicios y, ciertamente, efectuó algún robo que otro.

En cualquier caso, a la edad de veintiocho años nuestro protagonista parte del pueblo (algunos dicen que forzado al exilio por sus escandalizados paisanos) y empieza su largo peregrinaje.

En busca de Dios

Se desconoce si Rasputín salió de Pokróvksoye espoleado por sus ansias de conocer a Dios (tal y como él reconoció más tarde) o si, por el contrario, huyó del castigo impuesto por alguno de sus delitos. En todo caso, en la década de 1890 lo encontramos en plena peregrinación por Rusia, e incluso algunas fuentes aseguran que llegó hasta Tierra Santa.

Hacia 1892 ingresó en un monasterio de Verjoturie, en el centro de los Urales, donde aprendió a leer a través de las Sagradas Escrituras y los textos de los padres de la Iglesia. Sin embargo, y tal y como reconocieron aquellos que intentaron hacer de él un buen monje, el joven de Pokróvksoye era un caso perdido, pues lo consideraban demasiado tosco para penetrar en los misterios de Dios.

A pesar de todo, fue en Verjoturie donde Rasputín conoció a Makari, el starets o anciano santo que tenía su morada en los bosques que circundaban el monasterio. Los starets eran los ancianos que recorrían Rusia y que, según las gentes, estaban tocados por la gracia de Dios, que les había insuflado el don de la sabiduría y el liderazgo espiritual. Más tarde, cuando Rasputín llegue a San Petersburgo, será considerado como tal por una multitud sedienta de morbo, misterios e iluminaciones.

La secta de los “flagelantes”

Pero de momento, Grigori Efímovich Rasputín solo es un peregrino más de todos los que llegan en masa al monasterio, uno de los lugares más venerados de Rusia. Parece ser que el ambiente monacal no le satisface; en parte por ello y en parte inspirado por Makari, pronto abandona Verjoturie para seguir una vida más libre y más acorde con su naturaleza rebelde e inquieta.

Es en aquellos años de búsqueda que el campesino errante ingresa en una conocida y temida secta, los jlystý o “flagelantes”, un grupo religioso escindido en el siglo XVII de la ortodoxia oficial rusa. Según la doctrina de la secta, Dios se encuentra en cada ser humano, puesto que Cristo se reencarna continuamente; de esta manera, la única forma de alcanzar a Dios es teniendo contacto íntimo con los miembros del grupo.

Los “flagelantes” predicaban además que la verdadera iluminación solo se alcanza tras haber pecado en exceso, pues tras ello el dolor del arrepentimiento es mayor y, por tanto, mejor el ascenso al perdón y a la redención. Así, en las reuniones clandestinas de los “flagelantes” se celebraban descomunales orgías donde no faltaba ni comida, ni vino ni sexo, y en las que, por supuesto, participó El Depravado.

Todo ello nos conduce a una pregunta: ¿quién era, realmente, Rasputín? ¿El “disoluto” que se dejaba arrastrar por una secta perseguida que basaba sus ritos en sexo y violencia, o el peregrino que se acercaba solícitamente al starets Makari y aprendía de su humildad y renuncia?

La primera curación

Rasputín llega a San Petersburgo en la Pascua de 1903. Los círculos religiosos de la capital quedan encantados de aquel joven asceta, que les llega recomendado por los dignatarios eclesiásticos de la ciudad de Kazan, por donde Rasputín ha pasado en su peregrinaje. La sencilla presencia de aquel campesino iletrado parecía encarnar el ideal de una Iglesia primigenia y pura, cercana a los humildes, que muchos de los dirigentes deseaban recuperar.

Así, el pobre campesino de Pokróvksoye consigue entrar en los círculos eclesiásticos más importantes de San Petersburgo y, desde ellos, accede a los salones de los aristócratas. De allí a conocer a la familia imperial hay un solo paso.

El encuentro se produce finalmente en 1905, cuando, a través de las princesas de Montenegro, Rasputín toma el té una tarde en compañía de los zares. Nicolás queda hondamente impresionado por el santón, hasta el punto de anotar sus impresiones en su diario personal. Por su parte, Alejandra cree ver en él al salvador que desde hace tanto tiempo ha estado esperando, y que ya creyó ver en la figura de Nizier Anthelme Philippe, un “iluminado” que le había prometido el nacimiento de un hijo.

El primer varón de los zares y heredero del trono ruso, Alexéi, había nacido en agosto de 1904 para gran alegría de sus padres. La promesa del primer “amigo” de la familia se había cumplido, pero existía un contratiempo: el niño había venido al mundo con la terrible enfermedad de la hemofilia. Alejandra, preocupada por la salud y la vida de su pequeño, y sintiéndose terriblemente culpable por haberle transmitido el mal (la hemofilia solo se pasa de madres a hijos varones), se había encerrado en sí misma y en su fe, olvidándose por completo del mundo.

En 1907, Rasputín es llamado a palacio con urgencia: Alexéi ha tenido una caída que le ha producido una gravísima hemorragia. Para un hemofílico, esto puede significar la muerte, por lo que los zares rezan día y noche ante la cama del niño, implorando su salvación. Cuando Rasputín llega, se coloca a los pies de la cama, impone sus manos en el cuerpecito del zarévich y se pone a orar. Nada más. Al día siguiente, Alexéi se encuentra bien y la crisis ha pasado.

El poder en sus manos

Muchos ríos de tinta han corrido intentando descifrar qué procedimiento utilizó Rasputín para mitigar los dolores del niño y salvarlo de sus crisis hemorrágicas. ¿Hipnosis, quizá? ¿Conocía Rasputín los secretos de la curación a través de la imposición de manos? Cualquier explicación científica se da de bruces contra la evidencia, y es que, sea como fuere, y ante una crisis hemofílica, el zarévich solo se curaba gracias a Rasputín.

A partir de entonces, el starets se convirtió en el amigo de los zares y en su confidente más íntimo. Al menos, en el caso de Alejandra, que se refería a él como “nuestro querido amigo” en las cartas que enviaba a su esposo. Poco a poco, la estrella de Rasputín empezó a crecer, y nada se hacía y deshacía en la corte sin que él no estuviera al tanto.

Vida de Rasputín

Pero, a pesar del indudable ascendente que poseía el monje sobre la voluntad de Alejandra, los historiadores no están tan seguros de que Rasputín causara el mismo efecto sobre el zar. Muchos creen que Nicolás “aguantaba” al santón porque sólo a través de él tenía garantizada la salud del zarévich. ¿Cómo culpar a unos padres atormentados por la agonía de su hijo…? Y, sin embargo, mientras Alejandra y Nicolás permanecían atentos a la enfermedad del niño, Rusia caía en el abismo.

Una muerte inusual

Rasputín tenía tantos amigos como enemigos. Las damas de la aristocracia lo querían en sus fiestas y sus soirées, e incluso se rumoreaba que muchas de ellas no hacían ascos a su aspecto desaliñado y maloliente a la hora de acostarse con él. En este tema también hay un exceso de rumorología (se le llegó a acusar de ser amante de la zarina, cosa que no es cierta), pero no se puede negar que Rasputín frecuentaba los prostíbulos y era un gran amante de la juerga y de las borracheras.

Lentamente, la conspiración para acabar con este molesto personaje que tanto poder ejercía sobre los zares empezó a tomar forma. La noche del 29 de diciembre de 1916 (el 16 de diciembre según el calendario juliano), el príncipe Félix Yusúpov organizó una fiesta en su palacio a orillas del Neva. A ella invitó a Rasputín, que acudió con gusto, pues deseaba conocer a Irina, la esposa de Félix, que tenía fama de ser una de las mujeres más hermosas de San Petersburgo. Entre los conspiradores estaban, además de Yusúpov, Vladímir Purishevich, diputado de la Duma, y el Gran Duque Dimitri Pavlóvich.

Los conjurados intentaron acabar con Rasputín con pastelillos rociados de cianuro, pero a medida que pasaba la noche veían horrorizados cómo el starets comía y bebía sin sucumbir. Borracho, Rasputín empezaba a perder la paciencia. ¿Dónde estaba Irina? Nervioso, uno de los congregados fue a buscar su pistola y disparó sobre el monje sin demasiados miramientos. Rasputín cayó al suelo, aparentemente muerto.

Los conspiradores cerraron la puerta, pero volvieron más tarde a por el cadáver. Al entrar, tuvieron tiempo de ver a Rasputín escapándose por el jardín. ¡Seguía vivo! Enloquecidos, dispararon otros tres tiros, que finalmente lo derribaron en el suelo nevado. Parece ser que Purishevich, temeroso de que siguiera con vida, lo remató con un tiro en la cabeza. A continuación, los asesinos envolvieron el cadáver y lo lanzaron a un agujero del helado río Neva. Cuando se descubrió el cuerpo días más tarde, se pudo comprobar que Rasputín no había muerto a causa de los disparos, ni por supuesto a causa del veneno; todavía seguía vivo cuando se deshicieron de su cuerpo, y la muerte le sobrevino finalmente por ahogamiento. Una muerte inusual para un personaje que nada tenía de común.

Los rumores de la conspiración británica

Hasta no hace mucho, los historiadores aceptaban la teoría de la conspiración rusa que pretendía acabar con el molesto “amigo” de los zares. Sin embargo, últimamente se han encontrado indicios que apuntan al Servicio Secreto de Inteligencia Británico (BSIS por sus siglas en inglés) como artífice del asesinato.

Parece ser que el abogado británico Oswall Rayner acudió en repetidas ocasiones al palacio de los Yusúpov entre octubre y noviembre de 1916, y también estuvo allí al día siguiente del asesinato. Extrañas coincidencias, que todavía se vuelven más curiosas si se tiene en cuenta que una de las heridas de Rasputín fue realizada con un arma que usaba el BSIS. Por otro lado, en enero de 1917 el agente inglés Stephen Alley envió un telegrama a otro agente, John Scale, en el que se decía que, a pesar de que “las cosas” no habían resultado como habían planeado, se había alcanzado el objetivo. Y ¿qué objetivo era ese? De nuevo según el telegrama, nada menos que la desaparición de “las fuerzas oscuras”. ¿Se referían a Rasputín?

¿Qué motivos tenía el Servicio Secreto de Inteligencia Británico para eliminar a Rasputín? ¿Podemos creer en el testimonio de Félix Yusúpov? ¿Cuál fue la consecuencia de la desaparición del starets?

Esta última pregunta es la única que puede ser contestada. Porque la muerte de Grigori Rasputín no hizo más que caldear un ambiente ya suficientemente cargado; pocos meses más tarde empezaba la revolución que destronaría al zar y que llevaría a su familia a la muerte. Ya lo dijo Rasputín poco antes de su muerte (si hemos de creer, de nuevo, a la leyenda): si moría a manos de miembros de la familia imperial, los zares y sus hijos no le sobrevivirían. Irina, la esposa de Yusúpov, era la sobrina de Nicolás, y Dimitri Pavlóvich, su primo.

  • Casals, J.M. (2020). ¿Quién asesinó a Rasputín? Historia National Geographic.
  • Fuhrmann, J.T. (2012), Rasputin, the untold story, ed. Wiley
  • Smith, D. (2016), Rasputin. Faith, power and the twilight of the Romanovs, Farrar, Straus and Giroux.
  • Manáev, G. (2022). ¿Quién era en realidad el ‘monje loco’ Grigori Rasputín?, artículo publicado en Russia Beyond.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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