Las 7 principales Leyendas Griegas (explicadas)

Explicamos historias de la antigua Grecia inspiradas en personajes reales que han generado leyendas.

Las principales Leyendas Griegas explicadas

De Grecia conocemos sus hermosos mitos, protagonizados por dioses y héroes. Sin embargo, existen numerosas leyendas griegas que están basadas en hechos y personajes reales. Estas historias cuentan con numerosos aderezos, obviamente, pero en muchas ocasiones son un eco distante de sucesos que ocurrieron realmente.

Hoy te contamos varias leyendas griegas inspiradas en hechos reales para que dejes volar tu imaginación, al tiempo que te cuestionas el pasado. Vamos allá.

7 leyendas griegas cortas

La hermosa Friné, cortesana y amante de Praxíteles y de la que se cuentan múltiples historias; la mítica Guerra de Troya que no sabemos si existió; anécdotas de escritores y filósofos que más parecen sacadas del imaginario popular que de la realidad… acompáñanos por este interesante resumen que no te dejará indiferente.

1. El juicio de Friné

Su nombre real era Mnesaréte, pero todo el mundo la conocía como Friné, “sapo”. El apodo puede parecer un insulto, pero nada más lejos de la verdad: según algunas fuentes, la mujer era llamada así por el tono oliváceo de su suave piel.

Friné era una hetaira, es decir, una cortesana profesional de la antigua Grecia que se dedicaba no sólo a dar placer sexual a sus clientes, sino también intelectual y estético. Dado que las mujeres no tenían permitido el acceso a la cultura y se pasaban la vida encerradas en el gineceo del hogar, las hetairas daban a los hombres atenienses todo el placer que necesitaban.

Friné fue una de las cortesanas más famosas de la época. Fue amante del mismísimo Praxíteles, que dicen que se inspiró en las bellas formas de su cuerpo para crear a sus Afroditas. Sin embargo, el “desparpajo” y el poder de Friné (que amasó una enorme riqueza y emuló con ello a los varones de la ciudad) no era bien visto por todos; pronto fue acusada de “impiedad” y llevada ante el Areópago, el tribunal ateniense.

Aunque el juicio existió, poco se sabe de él; solo conservamos fragmentos dispersos de testimonios que lo cuentan. De modo que lo que vamos a reseñar a continuación entra, de facto, en el terreno de la leyenda.

Parece ser que Hipérides, el abogado defensor de la cortesana, no estaba consiguiendo mucho con su discurso ante el tribunal. La mujer parecía condenada. Desesperado, y como recurso final, Hipérides arrancó la túnica de Friné y dejó ante los ojos asombrados de los jueces la visión maravillosa de su cuerpo desnudo. Entonces, el defensor conminó a todos los presentes a no condenar a la mismísima diosa Afrodita, pues solo su encarnación en la tierra podía tener unas formas tan perfectas. Friné fue finalmente absuelta… por ser hermosa. Otras versiones, sin embargo, sostienen que fue ella misma (y vestida, por supuesto) la que se encargó de su propia defensa, que fue tan brillante que resultó exculpada.

2. Los ¿300? espartanos

La batalla de las Termópilas ha pasado al imaginario popular del siglo XXI gracias al famosísimo cómic de Frank Miller y, más tarde, a la película basada en él, que tuvo enorme éxito. Fue gracias a estas dos fuentes que muchas personas tuvieron conocimiento del hecho histórico en cuestión y de la “resistencia heroica” de los 300 espartanos, que estuvieron días impidiendo a un ejército de más de 2 millones de persas acceder a la península helénica.

Pues bien, sí que existieron las guerras entre persas y griegos (conocidas como Guerras Médicas), y sí que existió una desesperada defensa del paso de las Termópilas (literalmente, “aguas calientes”), el acceso natural a Grecia. Pero no es cierto que fueron sólo 300 espartanos los que resistieron heroicamente ante el avance de los persas. De hecho, el ejército griego estaba constituido por una coalición de diversas ciudades helenas, por lo que no sólo se encontraban espartanos entre ellos, sino también tebanos, corintios y micenos, entre otros, que en total sumaban más de 6.000 soldados. Lo que sí es cierto es que su líder era Leónidas I, rey de Esparta.

Leyendas griegas cortas

Y bien; si los griegos superaban con creces la cifra legendaria de 300 hombres, los persas no llegaban ni por asomo a la astronómica cifra de dos millones. Se calcula que, en los ejércitos de Jerjes, los soldados no superarían los 300.000 hombres. Un número más que considerable, por supuesto, pero muy alejado de las cifras propuestas por algunos de los historiadores griegos. Por otro lado, la resistencia griega no fue, ni mucho menos, garante de la salvaguarda de la península helénica, pues los persas consiguieron penetrar en ella y destruir, entre otros símbolos, la Acrópolis ateniense.

¿De dónde viene, pues, el mito de los 300 espartanos heroicos que resistieron en el paso de las Termópilas? No, no es invención de Miller, el autor del cómic. Fue Heródoto, historiador griego del siglo V a.C., el que registró la hazaña algunas décadas después y convirtió el suceso en una verdadera campaña propagandística. Una campaña muy exitosa, por cierto, pues sigue dando su fruto más de 2000 años después.

3. Filípides y la primera “maratón”

Ya que hemos sacado el tema de las Guerras Médicas, no podemos dejar de reseñar la leyenda que envuelve a Filípides, el héroe de Maratón. Pero pongámonos en contexto: es el año 490 a.C., y se están desarrollando la primera de las Guerras Médicas; en esta ocasión, es Darío I, el padre de Jerjes I (el rey persa de las Termópilas) el que intenta hacerse con el control de Grecia. Ese año se produce la Batalla de Maratón, una ciudad situada en las costas áticas, en la que, por primera vez, los griegos derrotan a los persas.

Según la leyenda, Filípides fue un emisario de los griegos que consiguió llevar la noticia de la victoria a Atenas, tras lo cual falleció por agotamiento. La distancia que separa Maratón de Atenas es de 40 kilómetros, lo que, mucho más tarde, inspiró al filólogo Michel Bréal (1832-1915) a diseñar, junto a Pierre de Coubertin (el padre de los Juegos Olímpicos modernos) una carrera que cubriera la misma distancia, conocida desde entonces como Maratón.

Sin embargo, según Heródoto, la distancia que cubrió Filípides no fueron 40 kilómetros, sino más de 200, pues, según el historiador griego, la misión del héroe no era comunicar la victoria, sino pedir ayuda a los espartanos para derrotar a los persas. Por lo tanto, el recorrido real habría sido el de Maratón-Esparta, ciudades separadas por 213 kilómetros exactamente.

¿Cuál de las dos versiones es cierta? ¿Se produjeron, entonces, dos carreras, una para pedir ayuda a Esparta, y otra para avisar a Atenas de la victoria? Sea como fuere, si realmente Filípides existió, fue un auténtico héroe.

4. El rey Midas y el oro

Otra de las leyendas griegas más famosas surge de la vida del rey Midas. Si bien la existencia del rey Mittaa (su nombre en frigio) está más o menos documentada en las fuentes orientales, que lo sitúan en el siglo VIII a.C., la leyenda que se originó a su alrededor es, obviamente, un mito. Nos referimos a la famosa historia del oro del rey Midas.

Puede que la leyenda se inspirara en las fabulosas riquezas que poseían los monarcas frigios. Los frigios eran un pueblo proveniente de Macedonia que se estableció más tarde en lo que ahora es Turquía, la llamada Frigia, región rica, al parecer, en yacimientos auríferos.

Cuenta el mito (en la versión que Ovidio recoge en sus Metamorfosis) que Sileno, sátiro del séquito de Dionisos, se había perdido y no encontraba al cortejo. El rey reconoció de inmediato al divino ser, y le pidió que lo instruyera. Conocida por todos era la sabiduría de Sileno, que había enseñado al mismísimo Dionisos.

Así, el sátiro permaneció un tiempo en la corte de Midas, que le colmó de lujos y de placeres. Cuando lo devolvieron al cortejo de Dionisos, este, agradecido por cómo habían tratado a Sileno, concedió al rey un deseo. Este, ni corto ni perezoso, pidió que todo lo que tocara su cuerpo se convirtiera en oro.

Al principio todo fue bien; las ramas de los árboles, las copas, las estatuillas; todo se convertía en oro ante la mirada atónita de Midas. El problema llegó cuando intentó comer, y los alimentos también se transformaron en oro. Luego, sediento, quiso beber, y lo mismo. Pero lo peor estaba por llegar; cuando Midas abrazó a su hija, esta se convirtió al instante en una bellísima estatua dorada…

El final del avaricioso monarca tiene varias versiones. Mientras que una cuenta que, hambriento, sediento y solo (pues nadie quería acercársele) murió, la otra nos cuenta de la piedad de Dionisos que, ante el sufrimiento del hombre, le permitió quitarse la maldición bañándose en las aguas del río Pactolo que, inmediatamente, se volvieron doradas.

5. La guerra más famosa… ¿qué nunca existió?

Cuando el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann descubrió, a finales del siglo XIX, las supuestas ruinas de la ciudad de Troya, muchos escépticos tuvieron que callarse. ¿Sería verdad, entonces, que la mítica Ilión existió y, con ella, la guerra más famosa de todos los tiempos?

A pesar de las evidencias arqueológicas (más tarde se descubrió un estrato en el lugar que tenía signos de incendio, lo que encajaría con la leyenda), todavía muchos científicos ponen en duda la veracidad del relato homérico. ¿Existió realmente Troya, escenario de una de las principales leyendas griegas? ¿Es verídica la epopeya del bardo heleno?

Pues bien, como sucede muchas veces, en la Ilíada puede que haya retazos de realidad, aderezados con mucha, mucha imaginación poética. Es muy posible que no existieran ni Helena, ni Paris, ni Héctor, ni Príamo, ni Agamenón, ni, por supuesto, Aquiles u Odiseo. O quizá sus personajes están lejanamente inspirados en oscuras reminiscencias históricas, quién sabe.

Históricamente se sabe que, hacia la mitad del II milenio a.C., las tierras del Mediterráneo sufrieron una serie de catástrofes y destrucciones de ciudades, que los expertos adjudican a la invasión de algún pueblo desconocido (se han barajado dos posibilidades: los dorios y los “pueblos del mar”). Fue entonces cuando comienza la llamada Edad Oscura de Grecia, donde la escritura desapareció por completo y la cultura y las artes sufrieron un importante retroceso.

Quizá la épica de Homero hace referencia a esta “gran guerra” mediterránea y, con ella, al esplendor de la época inmediatamente anterior al desastre.

6. ¿Y Homero?

Y hablando de la Ilíada, podemos hacernos otra pregunta: ¿existió Homero? Sí, como lo leéis. Si bien Heródoto, el historiador por excelencia de la antigua Grecia, afirma que fue un personaje real y que vivió en el siglo IX a.C., es decir, contemporáneo a la Guerra de Troya, actualmente existen serias dudas al respecto.

Dada la nula fuente de información más allá de la supuesta autoría de la Ilíada y la Odisea, es lícito plantearse si Homero no es, en realidad, una especie de apodo, un nombre ficticio al que adjudicar una serie de poemas transmitidos por tradición oral. Es decir que, según algunos expertos, las dos grandes epopeyas helénicas habrían estado compuestas por muchos bardos, y se habrían finalmente plasmado por escrito bajo el nombre de Homero. O puede que este sí que existiera, y simplemente recopilara toda la tradición oral de sus antepasados y la plasmara por escrito. La incógnita sigue abierta.

7. Anécdotas de hombres cultos

Hay otros personajes griegos que, indudablemente, existieron, pero de los que se cuentan miles de anécdotas que no siempre son verdad. Es el caso de Sófocles, uno de los mayores dramaturgos griegos, autor de obras tan conocidas como Antígona o Edipo Rey.

Pues bien, del gran autor se dice que falleció de alegría. Al menos, eso sostiene Diodoro en su biografía; según él, Sófocles sintió un alborozo tan grande al enterarse del éxito que estaba teniendo su Edipo Rey, que murió de la intensidad de su júbilo. Tenía 90 años.

De los filósofos también se cuentan varias anécdotas, que no siempre sucedieron. Es el caso de Diógenes de Sínope (413-323 a.C.), que, según la leyenda, se encontró con Alejandro Magno cuando los espartanos acababan de poner fuego al palacio del macedonio. Por lo visto, Diógenes estaba mirando fijamente un puñado de huesos calcinados, y el Magno, extrañado, le preguntó qué miraba con tanta atención. Sin titubear, el filósofo contestó que intentaba distinguir los huesos de los esclavos de los de los nobles, y no conseguía discernirlos.

Hay otra anécdota famosa relativa a Diógenes y Alejandro. Un día, en Corinto, el rey lo encontró tomando el sol. Deseoso de agradar a tan sabio personaje, el macedonio le preguntó qué deseaba que le diera. Ni corto ni perezoso, Diógenes respondió: “Que te quites y no me tapes la luz del sol”. Diógenes era de la escuela cínica, claro.

  • Elío, J. (2018). Desmontando el mito espartano: ni eran 300 ni salvaron la democracia, artículo de El Español.
  • Flores, J. (2021). Midas, el rico rey de Frigia, artículo de Historia National Geographic.
  • Grimal, P. (2003). Diccionario de mitología griega y romana. Barcelona: Paidós.
  • Ventura, D. (2020). El dramático juicio de Friné, la cortesana de la Antigua Grecia que se desnudó para salvar su vida, artículo de BBC News Mundo.
  • VV.AA. (2018). ¿Es cierta la historia de la Guerra de Troya?, artículo de BBC History.
  • VV.AA. (2016). ¿Cuán cierta es la historia que nos contaron sobre el origen del maratón?, artículo de BBC Mundo.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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