Poca gente desconoce quién es Umberto Eco. Su nombre se hizo mundialmente famoso en 1980, cuando vio la luz su obra más famosa, El nombre de la rosa, una novela negra ambientada en una abadía medieval que consagrará su fama para siempre. Pero, más allá de ser un grandísimo creador de ficción (unas obras que, además de un argumento elaborado, rebosan erudición en cuanto al contexto y el contenido profundo del mensaje), Eco también dejó para la posteridad numerosos ensayos sobre distintas disciplinas que han marcado el devenir intelectual del siglo XX. Hoy nos adentramos en una biografía de Umberto Eco, probablemente el último gran humanista de nuestra era.
Breve biografía de Umberto Eco, el último gran humanista
Su fallecimiento en 2016 fue una auténtica revolución a nivel mundial. Con él se marchaba el que fue, con toda posibilidad, el último gran pensador de nuestra época. En Umberto Eco se unían, como en los humanistas del Renacimiento, diversas aptitudes e intereses: filósofo, escritor, profesor, semiólogo.
Umberto Eco era, como él mismo se autodenominó, un “hijo de la Ilustración”, pues, igual que Diderot, d’Alembert y compañía, dominaba varios campos con igual maestría, y siempre bajo el auspicio crítico de la razón.
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Una infancia marcada por la guerra
Umberto Eco vino al mundo en Alessandria, una pequeña ciudad del Piamonte italiano, en enero de 1932. Muy pronto estalla la Segunda Guerra Mundial, y su padre es llamado al frente. El pequeño Umberto se refugia con su madre, huyendo del fantasma de la contienda, en un pequeño pueblo del norte de Italia, donde pasan a resguardo los años del conflicto. Sin embargo, la guerra marcó profundamente al futuro filósofo.
En una de las numerosas entrevistas que concedió durante su vida, Eco manifiesta que vivió una infancia “felizmente esquizofrénica”. El autor hace referencia a la locura colectiva en que el régimen fascista había sometido a Italia, donde los niños cantaban a los “héroes” de la guerra y, al mismo tiempo, disfrutaban con algunas (pocas) de las películas americanas que se colaban en el país. Estos recuerdos de infancia los retomó el escritor en su novela La misteriosa llama de la Reina Loana, publicada en 2004.
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Un ateo con un profundo interés en la religión
La educación familiar de Umberto Eco fue católica, aunque él siempre se definió como no religioso. Sin embargo, el pensador siempre manifestó su respeto hacia las costumbres cristianas, que en uno de sus artículos catalogó de mucho mejores para encarar la muerte que otras alternativas comerciales.
Para Eco, el ser humano es un ser esencialmente religioso. Él mismo, aunque ateo, demostró su propio interés hacia la religión en numerosas ocasiones, como en la correspondencia que mantuvo con el cardenal Carlo María Martini, que vio la luz posteriormente en formato libro con el título En qué creen los que no creen (1996). Esto demuestra, una vez más, la voluntad de Eco de establecer un puente, una conexión profunda entre pensamientos y puntos de vista, una constante a lo largo de su vida y de su obra.
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El encuentro con la vanguardia
Durante los años de la posguerra, y a pesar de que su padre deseaba que fuera abogado, Eco empieza a estudiar Filosofía y letras, materia de la que se doctora en la Universidad de Turín en 1954. A partir de entonces, su carrera intelectual será imparable.
Interesado en múltiples campos, se especializa en Filosofía teórica medieval en 1955. Su interés por la intelectualidad del Medievo ya se había puesto de relieve en su tesis doctoral, que versó sobre el problema estético en Santo Tomás de Aquino, publicada en 1956 bajo este mismo título. Más tarde, empieza a trabajar como editor cultural de la RAI y como profesor en diversas universidades.
En sus años juveniles en la Radiotelevisión Italiana, Eco entra en contacto con creadores cercanos al ambiente de vanguardia, que en aquellos años de renacimiento cultural de posguerra vive una efervescencia inusitada en Italia. Entre los artistas con los que se relaciona está Luciano Berio (1925-2003), un compositor de música experimental que le pide un trabajo para la revista Incontri Musicali. El trabajo de Eco se publicó más tarde, junto con otros de su autoría, en formato libro; se trataba de Opera aperta (Obra abierta), que lanzó a la fama al escritor.
El encuentro con la vanguardia se hizo definitivo cuando el famoso grupo de artistas experimentales Grupo 63 eligieron a Eco como una especie de “guía”. A partir de entonces, el Doctor en Filosofía se fue ganando fama de pensador rompedor, y su obra Opera Aperta fue criticada por algunos sectores más tradicionales. Recordemos que eran los años 60, una época de sacudidas sociales que enfrentaban los restos del viejo mundo y los inicios del nuevo. Era la época, también, del avance imparable de los medios de comunicación y del arte de masas, como el Pop Art.
Prestigioso profesor y afamado novelista
Tras su doctorado, y en combinación con sus trabajos de editor cultural, Eco ejerce de profesor en diversas universidades, entre las que se encuentra la Universidad de Bolonia, donde obtiene finalmente la cátedra de Semiótica, que ocupa durante más de cuatro décadas.
Sus aportaciones en esta disciplina, que estudia los signos y cómo se interpretan, se cuentan entre los más importantes; en 1975, publica su famoso Tratado de Semiótica General. Con todo, y a pesar de sus numerosos ensayos, en los que toca diversos campos (la ya citada Opera aperta, pero también Función y signo: la semiótica de la arquitectura, Arte y belleza en la estética medieval, La historia de la belleza, etc.), Umberto Eco es especialmente famoso por su trayectoria como novelista.
Su primer éxito en este sentido llegó con El nombre de la rosa, un thriller ambientado en el siglo XIV y que protagoniza el monje franciscano Guillermo de Baskerville, encargado de esclarecer la serie de asesinatos que se están produciendo en la abadía. A pesar de que la novela tuvo éxito por su trepidante argumento (llevado al cine en 1986, donde un espléndido Sean Connery interpretaba el rol principal), se trata en realidad de una obra total, puesto que contiene, además, referencias profundas a la filosofía medieval y al contexto europeo del convulso siglo de la Peste Negra, tratado con una erudición que sólo Eco podía ofrecer.
Tras el rotundo triunfo editorial de El nombre de la rosa (se vendieron más de diez millones de copias en todo el mundo), Eco publicó varios títulos más, como la también exitosa El péndulo de Foucault (1988). Baudolino (2000), una excelente fábula medieval que fantasea con la existencia del legendario reino del Preste Juan, fue también un notable éxito de ventas. Más tarde vendrían, entre otras, El cementerio de Praga (2010) y su última novela, Número cero, publicada en 2015, un año antes de su muerte.
El último gran humanista de nuestra época
Puede parecer una afirmación exagerada, pero a la luz de la trayectoria del autor, no lo es tanto. Umberto Eco publicó numerosas obras sobre variadísimos temas, siempre con una visión crítica y original. Por otro lado, su corpus de ficción es la prueba viviente de que se puede combinar entretenimiento con erudición y conocimiento.
Sus aportaciones a la Semiótica, así como a otros campos (pedagogía o lingüística) le hacen emerger como un intelectual completo y comprometido. Por otro lado, sus constantes apariciones en los mass media, como en el programa de televisión italiano Che tempo che fa, lo convirtieron en un auténtico icono de la cultura popular, especialmente entre los jóvenes.