Es usual que algunos empleados, normalmente los que tienen una peor actitud ante su trabajo, se pasen el día quejándose y lamentándose. Deambulan por la oficina intentando rapiñar caramelos o gastando bromas a los compañeros. No son los únicos que lo hacen: todos nos hemos fijado en que hay muchos cargos intermedios e incluso gerentes de empresas que, aunque su responsabilidad debería ser máxima, no dan ni golpe durante su jornada laboral.
Son una minoría pero con su nula ética de trabajo o su inseguridad pueden llegar a contaminar el buen ambiente y la productividad de toda la oficina.
Personas improductivas y sus justificaciones
Las siguientes frases son las que este tipo de trabajadores emplean para echar balones fuera sobre sus tareas y su improductividad.
1. Tengo demasiado trabajo
La gente improductiva no se da cuenta de que la inmensa mayoría de trabajadores en el mundo tienen mucho trabajo.
Desgraciadamente vivimos en una época que viene de la mano de un ritmo laboral frenético. La diferencia entre el sujeto improductivo y el buen trabajador (o jefe) es que el segundo no se lamenta de sus cargas, simplemente hace su trabajo.
2. Esa no es mi tarea
Cada trabajador debe saber cuál es su función dentro de la organización y conocer cómo lograr los objetivos. Ahora bien, existen momentos en que un trabajador, sea cual sea su puesto en la empresa, debe arrimar el hombro. Resulta curioso que las personas improductivas son las primeras en darse cuenta de que están trabajando más de la cuenta o que están realizando una labor de ayuda a un compañero que en teoría se sale de los márgenes de sus funciones.
Suelen poner mucha atención a su rol y en lo que los demás hacen o dejan de hacer. Las personas productivas no se preocupan de estas cuestiones, e intentan aportar en lo que pueden para que las cosas funcionen, de manera más flexible y generosa.
3. Lo acabaré mañana
Los trabajadores improductivos pierden mucho tiempo al vivir en un estado permanente de incongruencia. Acaban prorrogando siempre sus tareas, postergándolas para un futuro reciente.
Abren un documento word, escriben algún párrafo, luego empiezan otro documento powerpoint… Este constante abrir y cerrar pestañas supone una nefasta gestión del tiempo y de la energía. Es lo que se conoce con el nombre de Procrastinación.
4. Aún no dispongo de toda la información
Las personas detallistas también pueden ser improductivas. Esperan hasta que todos los astros se alinean para empezar cualquier tarea. Y cuando esto no sucede, cosa que ocurre con frecuencia, los trabajos van cayendo en saco roto. De este modo es imposible que logren avanzar con un ritmo aceptable.
Las personas productivas no esperan el momento exacto sino que van trabajando en sus proyectos y pulen o modifican el rumbo cuando es necesario.
5. Voy a esperar a que el jefe me diga qué tengo que hacer
La falta de independencia es un factor que minimiza la productividad, sobre todo en las pequeñas empresas. Cuando alguien está esperando a que otro le diga qué debe hacer, el proyecto común puede tambalearse: la falta de ritmo estropea la buena dinámica.
La persona productiva analiza las necesidades del grupo y se pone manos a la obra, mientras que aquella persona que espera que le cuenten cada pequeño detalle probablemente no podrá aportar más que una función mecánica y reducida al proyecto.
6. No entiendo todas las variables
Hay trabajadores (y también muchos jefes) que no empiezan una tarea hasta que no saben perfectamente cómo actuar, o hasta que no conocen todas las respuestas a cada inconveniente. Nadie tiene todas las respuestas de antemano, y será necesario enfrentarse a los retos para poder adquirir la experiencia necesaria.
Sin ir más lejos, proyectos como Airbnb o Uber no habrían salido al mercado si sus creadores hubieran esperado a tener todas las regulaciones legales perfectamente comprobadas. En ocasiones, la tecnología y los proyectos humanos van por delante de la lenta legislación, y este punto es clave para entender el progreso, tanto en el éxito empresarial como en el desarrollo de las sociedades.
7. No saco ningún provecho de esto
No es raro encontrarse con personas narcisistas que se pasan el día sacándose fotos a sí mismas o twitteando acerca de cada paso que dan. El problema subyacente a estas actitudes de personas improductivas es que, a la hora de trabajar, suelen examinar cada acción en base a si les reporta un beneficio directo o no.
Las personas productivas, por el contrario, contribuyen al proyecto porque sienten que forman parte de él, y precisamente esa es su motivación principal, el poder contribuir a mejorar.
8. No valorarán mi aportación
Otro punto que sepulta la productividad: la necesidad de ser constantemente valorado y alabado por las tareas que uno lleva a cabo.
El proceso de sobredimensionar las aportaciones propias, exigir valoración y hacerse notar para que todos se den cuenta de cuánto contribuyes, siembra un terreno para la improductividad porque, como resulta obvio, las demás personas no están constantemente atentas a lo que otro trabajador hace o deja de hacer.
9. Me preocupa la calidad de mi trabajo
Las personas productivas saben cómo plasmar buenas tareas en un constante torrente de habilidad y creatividad. Les importa la calidad, pero también son conscientes que en ocasiones se requiere un empujón para mantener la productividad. Si el objetivo principal es lograr siempre la perfección, la productividad cae en picado.
Hay que saber conjugar calidad y productividad sin que uno de los dos factores constriña el otro.
Por cierto: a veces puede ser bastante eficiente que uno se deje llevar por la ley del mínimo esfuerzo. Te lo explicamos en este post:
"Ley del mínimo esfuerzo: 5 claves para comprenderla"
10. Fallaré
Una característica inmanente a toda persona improductiva es la preocupación sobre el fracaso. Si el trabajador nunca tiene iniciativas propias y proyectos, obviamente no deberá preocuparse por el fracaso en absoluto.
Cuando uno fracasa de vez en cuando, es señal de que está intentando superarse, está probando cosas nuevas y por tanto, está contribuyendo al proyecto dando lo mejor de sí. Si esperas que todas tus iniciativas sean éxitos clamorosos e indiscutibles, es probable que dejes de proponer otras que hubieran sido muy positivas también.