Así es como la dieta mediterránea debilita el vínculo entre la depresión y el Alzheimer

La influencia de la alimentación en la salud cerebral y el riesgo de Alzheimer.

Así es como la dieta mediterránea debilita el vínculo entre la depresión y el Alzheimer

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La relación entre lo que comemos y la salud de nuestro cerebro es cada vez más evidente. En las últimas décadas, la investigación ha revelado que ciertos patrones alimentarios pueden influir no solo en el riesgo de enfermedades cardiovasculares, sino también en el desarrollo de trastornos mentales y neurodegenerativos. El Alzheimer y la depresión, dos de los mayores desafíos del envejecimiento, parecen estar conectados por mecanismos biológicos complejos.

Recientemente, un estudio australiano ha descubierto que la dieta mediterránea podría debilitar el vínculo entre la depresión y los daños cerebrales asociados al Alzheimer. Comprender cómo la alimentación puede proteger nuestro cerebro y mejorar el estado de ánimo es fundamental para promover un envejecimiento saludable y prevenir el deterioro cognitivo.

Alzheimer y depresión: dos caras de un mismo desafío

La enfermedad de Alzheimer es la causa más común de demencia y representa uno de los mayores retos de salud pública en el envejecimiento. Se caracteriza principalmente por una pérdida progresiva de la memoria, que comienza afectando la capacidad para recordar información reciente y, con el tiempo, interfiere en la vida diaria de la persona.

A medida que avanza, el Alzheimer impacta otras funciones cognitivas como el lenguaje, la capacidad de planificar, resolver problemas, tomar decisiones y realizar tareas habituales, incluso aquellas que antes resultaban sencillas. Los afectados pueden experimentar desorientación en el tiempo y el espacio, extraviar objetos, perderse en lugares familiares y tener dificultades para reconocer a personas cercanas.

Pero el Alzheimer no solo afecta la memoria y la cognición. Los cambios cerebrales que produce la enfermedad también alteran el estado de ánimo y el comportamiento. Es común que las personas desarrollen síntomas de depresión, apatía, ansiedad, irritabilidad y cambios en la personalidad, como desconfianza, agresividad o retraimiento social. La depresión en adultos mayores, además de ser frecuente, puede agravar el deterioro cognitivo y la calidad de vida, creando un círculo vicioso entre el ánimo y la función cerebral.

La coexistencia de depresión y Alzheimer plantea un desafío diagnóstico y terapéutico, ya que ambas condiciones pueden potenciarse mutuamente. Por eso, entender cómo se relacionan y qué factores pueden influir en este vínculo es clave para mejorar la prevención y el abordaje integral de quienes envejecen.

Biomarcadores: las huellas en la sangre del Alzheimer

Los biomarcadores son señales biológicas que permiten detectar y monitorizar procesos patológicos en el organismo, y en el caso del Alzheimer, son fundamentales para un diagnóstico más temprano y preciso. Existen diferentes tipos de biomarcadores según lo que miden: algunos reflejan cambios estructurales en el cerebro, mientras que otros detectan alteraciones en procesos biológicos específicos de la enfermedad.

Entre los biomarcadores más relevantes para el Alzheimer destacan tres grupos principales. El primero es el relacionado con la proteína beta-amiloide, especialmente la relación Aβ42/Aβ40, que indica la acumulación anormal de placas amiloides en el cerebro, uno de los signos iniciales de la enfermedad. Un descenso en esta proporción en sangre o en líquido cefalorraquídeo suele asociarse a mayor acumulación cerebral de amiloide.

El segundo grupo lo forman las proteínas tau, en particular la tau fosforilada, que aumentan cuando se producen cambios patológicos en las neuronas y se forman ovillos neurofibrilares, otro sello distintivo del Alzheimer. Niveles elevados de p-tau en sangre o LCR se asocian con mayor progresión de la enfermedad.

Por último, la neurofilament light chain (NfL) es un marcador de daño neuronal: sus niveles aumentan cuando hay lesión o degeneración de las células cerebrales, tanto en Alzheimer como en otras enfermedades neurológicas. El análisis conjunto de estos biomarcadores permite evaluar el riesgo y la evolución del Alzheimer de forma menos invasiva y más accesible que las pruebas tradicionales.

Dietas bajo la lupa: mediterránea, occidental y DASH

No todas las dietas influyen igual en la salud cerebral. La dieta mediterránea, reconocida internacionalmente, se basa en un alto consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos, pescado y aceite de oliva, con un consumo moderado de lácteos y bajo de carnes rojas y procesadas. Este patrón alimentario destaca por su aporte de antioxidantes, grasas saludables y compuestos antiinflamatorios, factores que han sido asociados con una mejor salud cardiovascular y cerebral.

En contraste, la dieta occidental, predominante en muchos países industrializados, se caracteriza por un elevado consumo de carnes rojas, productos ultraprocesados, azúcares añadidos y grasas saturadas. Diversos estudios han vinculado este tipo de alimentación con un mayor riesgo de obesidad, enfermedades cardiovasculares y deterioro cognitivo, incrementando la vulnerabilidad a trastornos como el Alzheimer.

Por otro lado, la dieta DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension) fue diseñada para combatir la hipertensión. Se centra en reducir el sodio y aumentar la ingesta de frutas, verduras, lácteos bajos en grasa y cereales integrales. Aunque comparte similitudes con la dieta mediterránea, sobre todo en el énfasis en alimentos frescos y poco procesados, su objetivo principal es la salud cardiovascular.

El estudio australiano: diseño y hallazgos principales

Un reciente estudio realizado en Australia ha arrojado luz sobre cómo los patrones alimentarios pueden influir en la relación entre los síntomas depresivos y los biomarcadores sanguíneos asociados al Alzheimer. El trabajo analizó a 89 participantes cognitivamente sanos, todos mayores de 60 años. Los investigadores evaluaron la dieta de los participantes mediante un cuestionario de frecuencia alimentaria y midieron en sangre los principales biomarcadores relacionados con el Alzheimer: la relación amiloide-beta 42/40, la tau fosforilada (p-tau181) y la neurofilament light chain (NfL).

El análisis se centró en tres patrones dietéticos: mediterráneo, occidental y DASH. Los resultados mostraron que quienes seguían la dieta mediterránea o la DASH tendían a compartir hábitos saludables, mientras que la adherencia a la dieta occidental era baja y poco correlacionada con las otras dos. Un hallazgo clave fue que los hombres con baja o media adherencia a la dieta mediterránea presentaban una asociación significativa entre síntomas depresivos y niveles elevados de NfL, un marcador de daño neuronal. Sin embargo, esta relación desaparecía en aquellos con alta adherencia a la dieta mediterránea, sugiriendo un efecto protector.

Además, el estudio identificó que los portadores del alelo APOE ε4, un conocido factor genético de riesgo para Alzheimer, tenían mayores niveles de p-tau181 y NfL. Curiosamente, entre las personas sin este alelo, la dieta mediterránea también parecía atenuar la relación entre depresión y daño neuronal. En cambio, ni la dieta DASH ni la occidental mostraron efectos similares.

¿Por qué la dieta mediterránea protege el cerebro?

La dieta mediterránea se ha consolidado como uno de los patrones alimentarios más beneficiosos para la salud cerebral, y los mecanismos detrás de su efecto protector son diversos y complementarios. En primer lugar, esta dieta es rica en antioxidantes presentes en frutas, verduras, aceite de oliva y frutos secos, que ayudan a combatir el estrés oxidativo, un proceso que contribuye al envejecimiento y daño de las neuronas. Además, los ácidos grasos omega-3, abundantes en el pescado y algunos frutos secos, poseen propiedades antiinflamatorias que pueden reducir la inflamación crónica del cerebro, un factor implicado en el desarrollo tanto de la depresión como del Alzheimer.

Por otro lado, el consumo regular de fibra y polifenoles, presentes en legumbres, cereales integrales y vegetales, favorece una microbiota intestinal saludable. Cada vez más estudios demuestran que el equilibrio de las bacterias intestinales influye en la comunicación entre el intestino y el cerebro, afectando tanto el estado de ánimo como la función cognitiva. Así, una microbiota sana puede contribuir a reducir los síntomas depresivos y proteger frente al deterioro neuronal.

La dieta mediterránea también promueve una mejor salud vascular, ayudando a controlar la presión arterial y los niveles de colesterol, lo que repercute positivamente en la circulación cerebral y la prevención de microinfartos y lesiones que aceleran el deterioro cognitivo.

Aunque los hallazgos del estudio australiano son prometedores, es importante considerar sus limitaciones. Al tratarse de un estudio transversal, no se puede establecer una relación causal directa entre la dieta mediterránea, los síntomas depresivos y los biomarcadores de Alzheimer; solo se observan asociaciones en un momento concreto. Además, la muestra fue relativamente pequeña y limitada a personas mayores cognitivamente sanas, lo que puede dificultar la generalización de los resultados a otras poblaciones o a quienes ya presentan deterioro cognitivo.

Por otro lado, factores no controlados, como el nivel de actividad física, la educación o el acceso a servicios de salud, podrían haber influido en los resultados. Los autores destacan la necesidad de realizar estudios longitudinales y ensayos clínicos que permitan confirmar estos efectos protectores y comprender mejor los mecanismos implicados. Así, se podrán diseñar estrategias personalizadas para la prevención del Alzheimer y la promoción de la salud mental a través de la alimentación.

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Javi Soriano. (2025, junio 13). Así es como la dieta mediterránea debilita el vínculo entre la depresión y el Alzheimer. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/clinica/dieta-mediterranea-debilita-vinculo-entre-depresion-y-alzheimer

Psicólogo

Javi Soriano es graduado en Psicología por la Universidad de Valencia y está acabando un Máster en Investigación Psicosocial. Le interesa todo lo que tiene que ver con las personas y la sociedad, pero le encanta leer y escribir sobre temas relacionados con el género, la sexualidad y las minorías. Es una persona muy curiosa a la que le encantan los debates y aprender de los demás.

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