En el lenguaje popular es frecuente oír eso de que el estrés es algo malo. Esta emoción es normalmente asociada a angustia, malestar y disfuncionalidad, sinónimo de que es una emoción mala.
Lo cierto es que el estrés no es tan malo. De hecho, si tomamos un punto de vista evolucionista, algún motivo debe haber para que esta emoción haya permanecido en nuestra especie. Tiene que tener un factor adaptativo, algo bueno.
Debido a esto hay quienes prefieren hablar de eustrés y distrés más que de estrés a secas y es precisamente eso de lo que vamos a hablar a continuación. Aquí vamos a ver cuáles son las principales diferencias entre eustrés, distrés y estrés, destacando las definiciones de estos tres términos.
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Las diferencias entre estrés, distrés y eustrés (explicadas)
En nuestro lenguaje cotidiano solemos usar la palabra “estrés” atribuyéndole un significado negativo. Esto ha llevado a la creencia de que todo el estrés es malo, lo cual no es del todo cierto. El estrés es una emoción como cualquier otra y el hecho de que los seres humanos la mostremos se debe a que, a lo largo de la historia evolutiva de nuestra especie, ha sido útil manifestar esta respuesta ante determinados estímulos. El estrés es, simplemente, la respuesta del cuerpo a los cambios que crean demandas muy exigentes.
Podemos diferenciar entre diferentes tipos de estrés, algo planteado por Richard S. Lazarus (1922-2002) quien, basándose en el trabajo de Hans Selye (1907-1982) quien sugirió que existen diferencias entre el estrés positivo, denominándolo eustrés, y el estrés negativo, llamándolo distrés o angustia en términos más llanos.
Como emoción humana que es, el estrés va a ser vivido por todo el mundo en algún momento de su vida. Y es necesario en según qué ocasiones. No obstante, hay que diferenciar entre el eustrés y el distrés, siendo uno más adaptativo y útil que el otro.
Vamos a ver cuáles son las principales diferencias entre eustrés, distrés y estrés, aunque ya adelantamos que los dos primeros están dentro del último.
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¿Qué es el estrés?
Cuando hablamos de estrés nos referimos a la respuesta que establece nuestro cuerpo ante una situación que percibimos como peligrosa o demandante. Esta respuesta se da tanto a nivel físico como psicológico, manifestándose en forma de cambios fisiológicos, como consecuencia de estar ante un factor estresante que no es más que cualquier cambio o estímulo que se cree que podría afectar a nuestra integridad física o mental.
El estrés ha sido necesario a lo largo de la historia de la evolución y es gracias a él que hemos sobrevivido. Esto lo podemos comprender si pensamos en el ser humano como lo que es, un animal, y que hace miles de años se encontraba ante las amenazas de la naturaleza como los depredadores. En una situación así eran dos las respuestas para poder sobrevivir: luchar o huir.
Decimos que el estrés es una respuesta fisiológica, además de psicológica, porque también se manifiesta a nivel orgánico. El estrés se manifiesta orgánicamente en forma de activación fisiológica, la cual nos ayuda de hecho a realizar una de las dos conductas que hemos mencionado. Cuando sentimos estrés nuestro corazón se acelera, la presión arterial se incrementa, se inhibe la digestión y aumentan los niveles de azúcar en sangre. Todos estos cambios fisiológicos se orientan en hacer que la huida y el ataque sean lo más eficientes posibles, proporcionando energía a los músculos.
Si bien no se puede descartar la posibilidad de encontrarse en una situación en la que tengamos que luchar o huir, hoy en día eso es más bien complicado. No obstante, sí que seguimos sintiendo estrés, en grandes cantidades cabe decir, a pesar de que ya no vivimos las mismas amenazas que nuestros antepasados prehistóricos. La mayoría del estrés que experimenta el Homo sapiens moderno proviene de su propia mente, surgido de tensiones psicológicas y rumiaciones producto de sobredimensionar amenazas.
Así, cuando percibimos una amenaza, como lo pueden ser un examen próximo, obligaciones laborales o tener que romper con una pareja, empezamos a sentirnos estresados. No son cosas que vayan a perjudicarnos en lo físico pero en nuestra mente se perciben como si fueran tan peligrosas como los animales antropófagos a los que nuestros antepasados prehistóricos tuvieron que enfrentarse.
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¿Qué es el eustrés?
El eustrés es un concepto relativamente reciente que se ha descrito como sinónimo de estrés positivo, útil y motivador. Este tipo de estrés es el que nos motiva a seguir trabajando, a mejorar nuestro desempeño y alcanzar las metas y desafíos. Es tensión física, psicológica y emocional pero productiva, eficiente, que nos acerca al éxitos. Como cualquier otro tipo de estrés, este activa el cuerpo y la mente, preparando los recursos para enfrentarnos a todo aquello que deba ser superado. Aquí, la energía generada para hacer frente al obstáculo o tarea a superar es proporcional a la que se demanda la situación.
Lo que hace que una persona experimente estrés positivo o negativo dependerá de varios factores, pero entre los principales están la percepción que tenga del evento y el factor estresante en sí mismo.
Normalmente, cuando una persona se siente segura de su capacidad para superar un determinado evento estresante, es más probable que experimente estrés positivo. Naturalmente le va a provocar cierta tensión, pero esa persona sabrá que la situación tarde o temprano acabará siendo superada, lo cual le permite pensar calmadamente en lo que está haciendo y no agobiarse más de lo necesario.
Formas de crear eustrés son:
- Probar algo nuevo.
- Hacer ejercicio y participar en deportes grupales.
- Prepararse para aprender algo nuevo, como un idioma o tocar un instrumento.
- Establecer metas desafiantes, pero realistas.
- Asumir una nueva responsabilidad en el trabajo y verla como manejable.
- Organizar uno mismo una actividad social.
Lo que podemos ver del eustrés es que el estrés, en dosis proporcionadas ante el estímulo a hacer frente y de forma momentánea, es beneficioso. La activación fisiológica y psicológica, cuando sirve para hacerle frente a los obstáculos y alcanzar metas, es bueno para nuestras vidas. No obstante, en caso de durar demasiado la tensión y empezar a incrementarse, esta activación se convertirá en distrés. Este estrés negativo se da cuando la situación se vuelve demasiado abrumadora o se dan otros factores estresantes al mismo tiempo.
¿Qué es el distrés?
El distrés es conocido o estrés negativo, y es lo que la mayoría de las personas asocia con sentirse estresado. Se trata del tipo de respuesta que tiende a hacer que las personas se sientan abrumadas, ansiosas y padezcan síntomas físicos y psicológicos como irritabilidad, insomnio, falta de concentración y atención, dolores de cabeza, molestias estomacales, sequedad de boca…
El distrés, cuando es frecuente, intenso y crónico, acaba perjudicando nuestra mente y cuerpo. Es por este motivo que presentar estrés negativo se relaciona con una serie de enfermedades físicas y trastornos psicológicos, además de que supone un obstáculo para llevar a cabo una vida plena y funcional.
Las personas que padecen altos niveles de estrés tienen problemas para rendir en el trabajo, en los estudios y en las relaciones sociales como amigos, familia y pareja, además de que puede llegarse al punto de no disfrutar de la vida ni sacarle el gusto a aficiones que antes sí eran placenteras.
La principal diferencia entre el eustrés y el distrés tiene que ver con los factores estresantes que provocan la respuesta tensional y cómo la persona los evalúa. El distrés, que algunos lo llaman también angustia, se produce cuando el individuo percibe los factores estresantes como fuera de su control o que la capacidad para solucionarlo o cambiarlo no se encuentra a su disposición.
Cuando se siente distrés es habitual sentirse abrumado e indefenso, y como no se ha alcanzado todavía una solución viable, quienes lo padecen vuelven a preocuparse y a manifestar otras respuestas improductivas.
Entre las fuentes de distrés más comunes encontramos las siguientes:
- Problemas económicos
- Insatisfacción laboral
- Situación política
- Preocupación por el futuro de la economía
- Episodios de violencia, crímenes, atentados…
- Preocupación por la salud
- Diagnóstico de enfermedad médica o trastorno mental
- Conflictos en las relaciones sociales
- Problemas de sueño
- Malos hábitos alimenticios
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Signos del estrés positivo y negativo
Ahora que hemos visto las definiciones entre estrés, eustrés y distrés podemos destacar sus principales diferencias. Lo que podemos extraer de ellas es que el eustrés y el distrés son dos modalidades del estrés, que si se comprende en su sentido neutral hace referencia a la tensión y activación fisiológica y psicológica para hacerle frente a una determinada demanda del ambiente, ya sea realizando una conducta de lucha o una de huida.
Podemos discernir varios signos entre el estrés positivo o eustrés y el estrés negativo o distrés:
- Signos de eustrés o estrés positivo.
- Duración a corto plazo.
- Produce energía y aumenta nuestra motivación.
- Sentimiento de capacidad de afrontamiento.
- Crea emoción y atención en los problemas a solucionar.
- Aumenta nuestra productividad y rendimiento.
Signos de distrés o estrés negativo:
- Duración a largo plazo.
- Sentimientos de ansiedad y preocupación.
- Supera capacidad de afrontamiento.
- Genera sentimientos desagradables.
- Disminución de nuestra productividad y rendimiento.
- Contribuye a desarrollar problemas físicos y mentales.
El impacto del distrés
Como hemos visto en el apartado anterior, el distrés puede provocar alteraciones a nivel psicológico y físico. El estrés negativo y en altas dosis suele impactar de forma negativa en el estado de ánimo, la salud y el funcionamiento de quienes lo padecen.
Cuando esta tensión es crónica u ocurre a menudo, deja huella a nivel orgánico. Esta emoción repercute en nuestra fisiología, incrementando los niveles de cortisol y puede provocar una serie de problemas físicos y psicológicos, como los que vienen a continuación:
- Problemas de sueño: insomnio, hipersomnia…
- Dolor o malestar físico: dolor de cabeza, de estómago, cosquilleos…
- Alteraciones en el apetito
- Aumento de la frecuencia cardíaca, la respiración y la presión arterial.
- Dificultad para concentrarse.
- Problemas de memoria.
- Fatiga crónica.
- Tener pensamientos intrusivos acelerados o repetitivos.
- Irritabilidad y menor tolerancia a la frustración.
- Ansiedad y depresión.
- Consumo de calmantes y ansiolíticos de forma crónica.
- Mayor riesgo de trastornos por uso de sustancias.
- Mayor riesgo de enfermedades crónicas.
- Problemas del corazón.
- Aumento de la mortalidad.
Conclusión y reflexión final
Como podemos ver, el estrés en sí mismo no es malo. Es una emoción que ha estado presente en nuestra especie a lo largo de su historia evolutiva y que le ha servido para sobrevivir y adaptarse. Sin estrés muy difícilmente nuestra especie hubiera sobrevivido, pues es esta emoción la que nos despierta la conducta de lucha o huida ante amenazas tan evidentemente dañinas para nuestra integridad física como lo son, por ejemplo, el ataque de un león.
El estrés se subdivide en dos tipos: el positivo, que es el eustrés, y el negativo, que es el distrés. El eustrés es esa tensión emocional que nos motiva a hacerle frente a un obstáculo o evento determinado, algo que si bien puede que no nos amenace vitalmente sí que se requiere de cierta energía y activación para poder superarlo. El distrés, en cambio, es la tensión emocional desproporcionada que hace que sintamos gran malestar y no respondamos adecuadamente frente un estímulo el cual no es tan peligroso como lo percibimos.
Todas las personas van a sentir estrés a lo largo de la vida, tanto de un tipo como del otro. La ausencia total de uno y la presencia completa del otro son problemáticas, pues sin eustrés no se puede responder activamente hacia la superación de los objetivos vitales y con demasiado distrés nos arriesgamos a sufrir problemas psicológicos y físicos a causa de la excesiva tensión. En ambos casos se deberá acudir a un psicólogo para adquirir las herramientas necesarias para gestionar el estrés y responder de forma adaptativa ante los problemas de la vida.