Todo el mundo ha sentido miedo más de una vez, y es normal. Es una emoción que ha garantizado la supervivencia no solo de la especie humana, sino de todos los animales con cerebro.
El saber identificar una situación que puede implicar peligro para el individuo es algo necesario para poder alejarse de ella y, así , evitar sus nocivas consecuencias. Sin embargo, a veces puede darse el caso de que la respuesta dada ante un estímulo visto como amenazante sea exagerada, y es aquí cuando se habla de fobia.
¿Qué diferencias hay entre la fobia y el miedo normal? Descubrámoslo unas líneas más abajo.
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Fobia y miedo: ¿no son lo mismo?
Antes de entrar con más detalle sobre las principales diferencias entre los conceptos de miedo y fobia, se hace necesario describir ambos términos brevemente.
En primer lugar, se entiende por miedo a la emoción que se manifiesta ante una situación que puede ser amenazante para el individuo. Normalmente, en la mayoría de los casos en los que aparece, lo hace de forma casi innata, sin necesidad de que haya habido un aprendizaje previo de la situación amenazante. Otras, en cambio, mediante la experiencia, se aprende qué situaciones deben ser temidas, dado que pueden poner en riesgo la integridad de la persona.
El miedo, al igual que todas las emociones que conforman el amplio espectro emocional humano, tiene una muy importante función adaptativa, siendo su finalidad garantizar la supervivencia del individuo.
Las fobias, en cambio, son consideradas patrones de conducta no ajustados. Implican un grado de temor muy alto, demasiado en relación con el estímulo al que se teme. Lo que cause esta fobia puede ser cualquier cosa y normalmente es adquirida, ya sea mediante un trauma o mediante aprendizaje vicario.
Son muchos los psicólogos quienes consideran, desde la perspectiva del psicoanálisis, que el origen de las fobias se da durante la infancia, especialmente durante la etapa fálica (de 2 a 5 años). En esta etapa, el niño desarrolla una fuerte angustia frente a la vivencia de un suceso desagradable, haciendo que aplique un muy fuerte mecanismo de autodefensa que, eventualmente, será el trastorno fóbico.
Diferencias entre la fobia y el miedo normal
A continuación veremos las diferencias fundamentales entre la fobia y el miedo, además de cuáles son los factores que pueden estar detrás de ellos, su importancia a nivel psicopatológico y las respuestas asociadas.
1. Grado de control
El miedo no es una emoción que facilite pensar racionalmente, sin embargo, no deja de ser un mecanismo de supervivencia, con lo cual, permite actuar rápido y decidir qué hacer para asegurarse que se evita el estímulo dañino.
Dentro de los casos en los que no hay psicopatología, las emociones son responsabilidad nuestra, es decir, se pueden aprender a controlar. El miedo no es una excepción.
Es posible tener un cierto grado de control sobre esta emoción, sin dejar de ser consciente de que se está ante algo que puede ser perjudicial, pero teniendo en cuenta que cuanto más claramente se piense más eficiente se será a la hora de hacerle frente.
En cambio, las fobias, como psicopatológicas que son, implican una enorme dificultad para controlar tanto su intensidad emocional como la capacidad de pensar fríamente de la persona.
Tanto si se está delante del estímulo temido como si solamente se estaba pensando en él, la persona pierde por completo el control sobre su pensamiento, viendo como ideas auténticamente terroríficas invaden su mente.
2. Signos fisiológicos
Es normal que ante un susto se muestren algunos signos fisiológicos, como pueden ser taquicardia, sudoración o incluso temblores. Sin embargo, los signos que muestran las personas con fobia a algún estímulo concreto son muy intensos.
La reacción fisiológica en estos casos puede llegar a ser desbordante, siendo muy comunes los problemas gastrointestinales como náuseas y sequedad de boca, además de sudoración excesiva, dolor en el pecho, mareos e, incluso, dolor de cabeza.
Cabe destacar que los signos que causa el miedo se dan ante la situación temida, mientras que en el caso de la fobia, con tan solo pensar en el estímulo fóbico o hablar sobre él favorece que se dé toda la sintomatología aquí descrita.
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3. Intensidad de la respuesta
Cuando se está frente a una amenaza real, lo normal es prepararse para la huida o evitar que el factor que puede resultarnos perjudicial vaya a más.
Por ejemplo, si nos persigue un perro por la calle, situación claramente temida, la opción más lógica y proporcional a la amenaza es o bien escapar o bien atacar al animal antes de que nos lo haga a nosotros.
En cambio, en el caso de la fobia, la respuesta ante el estímulo es totalmente desproporcionada, independientemente de si realmente se está ante algo que pueda dañar la integridad física y psíquica de la persona o, por el contrario, algo inofensivo.
La persona puede gritar, llorar, perder por completo su racionalidad, atacar a las personas de su alrededor… las conductas que realiza la persona con una fobia pueden ser de todo tipo y casi ninguna de ellas se puede considerar adaptativa.
4. Intromisión en la vida diaria
Todo el mundo tiene miedo de algo, pero normalmente esta emoción no implica un grado de afectación grave en la rutina, dado que en la mayoría de los casos las situaciones temidas no son comunes.
Por ejemplo, todo el mundo tiene miedo a ser comido por un tiburón, pero, realmente, ¿cuántas posibilidades hay de que nos crucemos con un escualo nadando en la playa?
En caso de que haya la posibilidad de encontrarse dentro de una situación peligrosa, la mayoría de los seres humanos toman las precauciones necesarias para evitar tal situación, y la vida sigue su curso normal.
En el caso de la fobia, el miedo a encontrarse ante la situación temida es tal que la persona puede iniciar una serie de cambios integrales en toda su rutina, haciendo que se vea perjudicado su bienestar, solo para evitar encontrarse ante el estímulo fóbico.
Por ejemplo, una persona con aracnofobia puede evitar pasar por un parque al ir hacia el trabajo, pese a ser el camino más corto, o disfrutar de excursiones con sus amigos por el simple hecho de temer encontrarse con una sola araña.
Así, la persona va desarrollando un amplio repertorio de estrategias que le otorgan una cierta sensación de seguridad, pero a costa de su nivel de vida y su desarrollo como persona.
5. Diferencias individuales
Normalmente, todo el mundo tiene miedo a prácticamente los mismos estímulos. Por poner unos pocos ejemplos, sería el estar delante de un león, ir de noche por un barrio marginal, estar delante de personas con apariencia violenta…
No son pocas las situaciones en las que la inmensa mayoría de la población humana no le gustaría encontrarse. En cambio, en el caso de las fobias específicas hay un mayor grado de diferencias individuales. Hay fobias para todo: cucarachas, serpientes, sexo, vidrio…
Son en este tipo de trastornos de la ansiedad en donde se puede ver con mayor claridad cómo hay estímulos que son prácticamente inofensivos para la mayoría pero un pequeño grupo de la población les tiene un pavor para nada adaptativo ni proporcionado.
6. Recuerdo de la situación temida
Normalmente, cuando se recuerda una situación o estímulo que genera miedo adaptativo, la persona es capaz de recordar el recuerdo de forma intacta, sin distorsiones ni exageraciones, aunque implique un cierto grado de emocionalidad, como ansiedad.
En el caso de la fobia, no obstante, dado que la persona siente una elevada activación fisiológica y psicológica, prefiere evitar evocar el recuerdo. Bloquea la parte de la memoria en donde se encuentre la situación temida.
7. Psicopatología
Por último, pero no menos importante, se debe aclarar la diferencia fundamental entre el miedo normal y las fobias.
El miedo, como ya hemos ido indicando a lo largo de este artículo, implica un patrón de respuesta que se encontraría dentro de lo normal, y tiene una función adaptativa: garantizar la supervivencia de la persona frente una amenaza.
En cambio, las fobias son consideradas trastornos dentro del grupo de los trastornos de la ansiedad. Las fobias suelen darse ante situaciones que son poco reales o que realmente implican un grado de amenaza insignificante y, por tanto, no son adaptativas.
Como trastornos que son implican una serie de síntomas a nivel psicológico que el miedo normal no manifiesta, siendo el principal el pensamiento distorsionado respecto al estímulo fóbico, además de no hacerle frente ni pensar de forma racional su grado de peligrosidad real.
Referencias bibliográficas:
- Antony, M.A. y Barlow, D.H. (1997). Fobia específica. En V.E. Caballo (Dir.), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos (Vol. 1, pp. 3-24). Madrid: Siglo XXI.
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- Capafons Bonet, J. I. (2001). Tratamientos psicológicos eficaces para las fobias específicas. Psicothema, 13, 447-452.
- Marks, I.M. (1991). Miedos, fobias y rituales 1: Los mecanismos de la ansiedad. Barcelona: Martínez Roca.
- Pelechano, V. (1984). Programas de intervención psicológica en la infancia: Miedos. Análisis y Modificación de Conducta, 10, 1-220.
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