Muchas personas que necesitan acudir a terapia no lo hacen, y es que ir al psicólogo sigue siendo un asunto pendiente para una parte de la población. Es cierto que en algunos casos hay limitaciones económicas que impiden poder costear un servicio de psicoterapia privado. Sin embargo, la mayoría de veces las personas no acuden porque prefieren no hacerlo.
Quienes finalmente dan el paso y acuden a su primera sesión han pasado, a menudo, por un largo camino. Han sopesado si ir o no en repetidas ocasiones y han valorado pros y contras, así como distintos profesionales. En definitiva, llegar a materializar la intención de ir a terapia en una acción suele requerir un período de tiempo largo.
Si bien en los últimos años hemos podido asistir a una desestigmatización de los problemas de salud mental, ir al psicólogo sigue siendo difícil al principio. La desconfianza, los miedos, las dudas y los mitos en torno a la figura del psicólogo suelen jugar en contra a la hora de tomar la decisión. Además, tampoco podemos ignorar el hecho de que no todo el mundo que necesita ayuda está preparado para recibirla. El momento en el que el individuo se encuentra y su motivación para conocerse más y llevar a cabo cambios en su vida también es algo determinante. En cualquier caso, la realidad es que cuando alguien valora la posibilidad de ir a terapia a menudo la mente hace auténticas maravillas para idear excusas, autoengaños y justificaciones. De esta manera, se va retrasando el momento de acudir a un profesional a pesar de haberlo requerido mucho tiempo antes.
Aquí encontrarás un resumen de las excusas más típicas que las personas usan para evitar dar el paso de ir a terapia psicológica.
8 excusas frecuentes para no ir al psicólogo
Este es un resumen de los motivos que, a modo de excusa, algunas personas usan para no ir a psicoterapia a pesar de necesitar ayuda profesional.
1. Puedo con esto solo
Esta es una de las excusas más típicas. Muchas personas afirman poder salir del mal momento que están pasando por sí mismas, sin ayuda de nadie más. En este sentido, muchas veces influyen la educación y los valores de la persona. Si alguien ha interiorizado la idea de que pedir ayuda es señal de debilidad, lo más probable es que se niegue a hacerlo aún estando en una situación muy compleja.
Lo curioso de esta excusa es que jamás se aplicaría a un malestar físico, pues aceptamos que no podemos salir solos de una enfermedad. Sin embargo, cuando se trata de salud mental seguimos creyendo que es algo secundario, que no tiene tanta importancia y cualquiera puede resolver sus dificultades.
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2. Hay personas peor que yo
Otra excusa frecuente tiene que ver con la creencia de que la terapia está hecha para personas “locas” o con enfermedades mentales graves. Lo cierto es que, por esta lógica aplastante, siempre habrá alguien peor que nosotros.
Volviendo al ejemplo del punto anterior, cuando enfermamos no nos consolamos con la idea de que hay personas con patologías más graves, pues sencillamente nos parecería absurdo. Sin embargo, en términos de salud mental persiste la idea de que un psicólogo sólo puede ayudar a quienes tienen trastornos psicopatológicos severos. Además, cuando se trata de emociones siempre predomina una actitud altamente invalidante, como si el hecho de que otras personas tengan situaciones objetivamente más complicadas nos arrebatara el derecho a vivir nuestro sufrimiento. Además, ¿quien dicta qué es importante y qué no? Se trata de algo tan subjetivo que no hay una línea que separe aquello que merece atención psicoterapéutica de lo que no.
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3. El tiempo lo cura todo
El tiempo no cura nada. En todo caso, lo que cura es aquello que hacemos con el tiempo que tenemos. La creencia de que dejar pasar la vida es la solución a nuestro malestar es un completo error. De hecho, esto retrasa el momento de pedir ayuda, lo que puede favorecer el empeoramiento del estado emocional si no se hace nada.
4. No tengo tiempo
Sí, vivimos en una sociedad acelerada en la que todo parece ir cada vez más deprisa. Sin embargo, cuando se trata de prioridades siempre podemos sacar un pequeño momento. Además, cada vez tenemos más facilidades gracias a las tecnologías. Esto hace que la falta de tiempo deje de ser un problema, pues ni siquiera es preciso acudir de manera presencial a un gabinete. Cuando se trata de nuestra salud, debemos sopesar su valor y pensar qué otras cosas pueden esperar para darle el espacio que merece.
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5. Tengo amigos para hablar
No, un psicólogo no se dedica a escuchar como lo haría un amigo. Se trata de un profesional formado y capacitado para evaluar e intervenir sobre problemas emocionales y de comportamiento. Aunque utilice la conversación como medio de trabajo, reducir su labor a hablar y escuchar indica un total desconocimiento de la profesión. Un amigo puede darnos, por supuesto, apoyo y comprensión. Sin embargo, un amigo no es un profesional. Además, como amigo parte de una visión totalmente subjetiva de tu situación, de manera que carece de la neutralidad propia del psicólogo.
6. No creo en la psicología
La psicología no es una religión, por lo que no se trata de creer en ella o no. La psicología es una ciencia rigurosa, respaldada por investigaciones que tratan de comprender cada vez mejor el sufrimiento emocional de las personas y la manera de intervenir sobre él. Las terapias basadas en la evidencia científica permiten brindar un tratamiento adecuado que mejora la salud y calidad de vida de las personas.
7. No tengo dinero
Por desgracia, la atención psicológica es un lujo inalcanzable para muchas personas, ya que se trata de un servicio mayoritariamente privatizado. Sin embargo, en casos en los que se disponga de escasos recursos económicos es posible buscar alternativas. Si te ves en esta situación, debes saber que puedes acudir a los servicios sociales para conocer si hay psicólogos de bajo coste en tu zona, así como profesionales que trabajen gratuitamente en alguna asociación. Aunque en salud mental puedes tener atención gratuita, en este caso la continuidad será menor, por lo que puede que no te sientas satisfecho si buscas un servicio frecuente. No obstante, como ves, ni siquiera la falta de recursos es una excusa para contar con la ayuda de un profesional.
8. Ya tomo pastillas
En nuestra sociedad, hemos aprendido a buscar soluciones rápidas para eliminar el dolor y combatirlo de inmediato. Sin embargo, es importante comprender que los problemas emocionales no se resuelven simplemente tomando una pastilla. Si bien los medicamentos psicofármacos pueden ser beneficiosos en ciertos momentos, no abordan la causa subyacente de la mayoría de los problemas psicológicos comunes. Por lo tanto, es valioso considerar la terapia como una opción adicional, incluso cuando se está siguiendo un tratamiento farmacológico.
¿Qué hay detrás de las excusas?
Como hemos visto, estas excusas caen por su propio peso. Sin embargo, detrás de ellas hay algunos motivos reales que hacen difícil dar el paso de empezar un proceso terapéutico. Algunos de los más comunes son las siguientes:
- Miedo al juicio: Muchas personas temen que el profesional les juzgue o critique. Muchas veces, estas proceden de entornos altamente invalidantes, donde a menudo no reciben escucha y comprensión. Por ello, es natural que esperen lo propio del psicólogo. La vergüenza y el miedo son una gran barrera por esta razón.
- Estigma: Cierto es que hemos mejorado en materia de salud mental y que ir al psicólogo se ha normalizado mucho respecto a hace unos años. Sin embargo, muchas personas siguen temiendo ser juzgadas por el entorno y estar sujetas al estigma. Esto les impide armarse de ánimo para ir a terapia aunque en el fondo sepan que es necesario.
- Miedo a lo que pueda pasar: Muchas personas no se atreven a ir a terapia no tanto por el miedo al juicio, sino por el temor a lo que pueda suceder si dan este paso. Les asusta que esto les remueva, que su vida cambie a peor o que incluso les llegue un diagnóstico que no quieren afrontar.
Conclusiones
En este artículo hemos hablado acerca de algunas excusas típicas que muchas personas emplean para evitar acudir a terapia. Aunque en materia de salud mental se han logrado avances y hay menos estigma que hace unos años, la realidad es que hay muchos miedos, dudas y temores en torno a la psicología y la figura del psicólogo. Por ello, muchas personas terminan por autoengañarse con este tipo de excusas para no afrontar un proceso de este tipo. Entre las excusas más comunes se encuentran la falta de dinero, la creencia de que un psicólogo escucha como lo haría un amigo, la escasez de tiempo o la desconfianza hacia la psicología. Más allá de este tipo de excusas, hay motivos reales que frenan a las personas a la hora de decidir ir a terapia. Principalmente, influyen el miedo a ser juzgado, a lo que pueda suceder con la terapia y al estigma.