Casi todos nos hemos encontrado con personas que tienden a desconfiar de los demás, que atribuyen malas intenciones a comentarios o acciones ajenas y en general, sospechan que detrás de los contratiempos que sufren hay “manos negras” conjuradas para hacerles fracasar.
Ser protagonistas y víctimas de persecuciones, injusticias o desgracias urdidas por otros... Este tipo de creencias forman lo que se conoce como ideación paranoide, bastante extendida entre los seres humanos. No es para menos, pues se trata de un mecanismo de defensa que puede incluso resultar adaptativo en ciertas situaciones. Sin embargo, se convierte en un problema cuando este estilo de pensamiento pasa a manifestaciones más severas, con una distorsión de la realidad suficiente como para provocar un gran malestar psicológico o un trastorno (pasando de ideación paranoide a idea delirante).
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¿Qué es la ideación paranoide?
Es importante no confundir la ideación paranoide con el trastorno paranoide de la personalidad; no sólo por la diferente intensidad de los síntomas, pues además no es el único cuadro patológico donde aparecen estas rumiaciones mentales: se puede encontrar en la esquizofrenia, en el trastorno límite de la personalidad (TLP), o en el trastorno esquizotípico. También es común que el consumo de sustancias favorezca la aparición de ideación paranoide.
Algunos de los principales factores que influyen en el desarrollo de actitudes paranoides serían una elevada ansiedad social y estilo de apego inseguro (Martin, 2001), figuras paternales de apego distante y evitativo, o con exceso de crítica externa (Carvalho, 2018), una mentalidad social basada en la amenaza (Macbeth, 2008), entre otros, y su incidencia es más acusada en población mayor (Chaudhary y Rabheru, 2009). Todos estos casos son relativamente frecuentes, por lo que es fácil que tratemos en nuestro día a día con parientes, amigos, conocidos o compañeros de trabajo (uno de los lugares más comunes para desarrollarla, por cierto) con distintos grados de ideación paranoide.
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¿Qué hacer?
Tanto si estamos ante un perfil proclive a la suspicacia como si se trata de personas con creencias conspiratorias (existe una relación entre la paranoia y la creencia en teorías de la conspiración (Darwin, 2011)), no es sencillo acercarse a alguien con ideación paranoide, ya que obviamente va a tender a desconfiar de nosotros.
La tentación de discutir o desmentir la creencia, o de entrar en un intercambio de comportamientos defensivos y acabar ambos enfadados es muy alta, por lo que es especialmente importante saber cómo actuar en una relación con alguien con rasgos paranoides.
1. No invalidar la percepción de la persona
Por absurdas que nos puedan parecer sus creencias, siempre están construidas sobre algún hecho real percibido que para ellos es central. Cuando rechazamos abiertamente la experiencia interna de alguien, generamos hostilidad (“pero hombre, Paco, ¿cómo vas a tener miedo de esa araña tan pequeña?”, o cualquier otra descalificación de emociones o sentimientos que se os ocurra), y por tanto el otro se pondrá a la defensiva.
Hay que ser muy consciente de que no se trata simplemente de “seguirles la corriente”, sino de comprender mejor qué proceso cognitivo y qué situación verdadera los ha llevado a esas conclusiones desmesuradas para poder mantener una conversación productiva en el plano afectivo y social.
2. Buscar juntos otras explicaciones
Si hemos seguido el punto primero, estaremos en condiciones de presentar explicaciones o argumentos alternativos más ajustados a la realidad y que sean plausibles para alguien con ideación paranoide.
Aquí vamos a tener que superar la tendencia que presentan a saltar a conclusiones (JTC o Jumping to conclusions) antes de reunir información o evidencias suficientes.
Freeman encontró que las personas con ideación paranoide presentan más del doble de probabilidad de precipitarse en un juicio que los demás (Freeman, 2008). Esto no quiere decir que no sean capaces de redecidir o modificar sus conclusiones ante más evidencia, sino que es más complicado que lo hagan.
De todas formas, la ideación paranoide subclínica no es un impedimento intelectual, pueden razonar tan bien como cualquiera; solo que prefieren las explicaciones conspirativas.
3. No entrar en competiciones para tener la razón
Este punto, que vale para el intercambio comunicativo con cualquiera, es más importante en estos casos concretos. Es tentador discutirle a alguien que sostiene que le sigue la policía, pero no vamos a conseguir gran cosa confrontándolo con nuestros argumentos en contra: en el fondo es una competición de voluntades y nos encontraremos con que no disponemos de más evidencia que nuestra propia creencia en que lo nuestro es verdad.
Desde esa posición es muy complicado convencer a alguien que además es capaz de fabricar explicaciones muy “sólidas”. Es esencial abandonar la lucha por la razón, que solo puede generar más desconfianza.
4. Evitar mostrarse condescendiente
Un delirio paranoide no implica ningún tipo de discapacidad cognitiva; la persona puede ser tan inteligente o más que nosotros, aunque crea que los aliens construyeron las pirámides y habitan de incógnito entre los humanos. De hecho, se puede estar convencido de esto y llevar una vida normal, adaptada y feliz. Despreciarla o mostrar condescendencia como si tuviera alguna lesión cerebral solo conseguirá profundizar en el alejamiento y la incomprensión mutua.
5. Validar las emociones que subyacen en las creencias
La ideación paranoide parte de una creencia central limitadora: que los demás son una amenaza potencial, y no puedes fiarte ni de los más cercanos. De ahí que la emoción favorita de las personas con este problema sea el miedo, del que se defienden activamente, por lo que los observadores externos ven agitación, enfado y confrontación, y es fácil pasar por alto el fondo emocional de la cuestión o confundirlo con rabia.
En la otra cara de la moneda, los individuos con ideas paranoides no suelen darse cuenta de que esta defensa genera rechazo en los demás… que al alejarse de ellos confirman sus sospechas. Comprender que es el miedo lo que activa sus respuestas, y no que les caigamos mal, para poder actuar con asertividad, comprensión y compasión. Como todo el mundo, necesitan el contacto y la calidez de otros seres humanos, a pesar del miedo que les produce este contacto.