En el ámbito de la psicoterapia y de los recursos para el cuidado de la salud mental, es muy común que surjan estrategias que, a pesar de haber sido desarrolladas en paralelo y apuntando a distintos objetivos, se refuerzan mutuamente. Esto ocurre porque, del mismo modo en el que las psicopatologías se solapan en muchos aspectos o incluso pueden favorecer la aparición de otras, las formas de psicoterapia también pueden llegar a establecer afinidades entre ellas.
Un ejemplo de ello es el efecto combinado del Mindfulness y la Terapia de Aceptación y Compromiso, dos formas de intervención que quedan englobadas dentro de lo que se conoce como Terapias de Tercera Generación y que tienen varias cosas en común. Veamos por qué es una buena opción combinarlas en la práctica clínica en el contexto de la terapia psicológica.
¿Qué es el Mindfulness?
La Atención Plena, o Mindfulness, es una práctica con potencial terapéutico que se inspira en la meditación vipassana asociada a ciertas variantes del budismo y el hinduismo. Aunque se ramifica en diferentes tipos de ejercicios, muchos de los cuales son relativamente sencillos y pueden ser aplicados en pocos minutos, su versión“troncal” fue desarrollada por Jon Kabat-Zinn en los años 70 en el contexto de su programa MBSR (Mindfulness-based stress reduction), el cual estaba diseñado para ayudar a las personas que sufren problemas de estrés, tal y como indica su nombre.
Kabat-Zinn puso énfasis en la necesidad de crear una versión de la meditación “laica” y basada en la evidencia científica, de modo que estuviera desligada de cualquier elemento religioso y fuese perfeccionada atendiendo a sus efectos objetivos sobre el bienestar de las personas.
¿Y en qué consiste el Mindfulness? Fundamentalmente, propone una serie de ejercicios de regulación del propio foco atencional, haciendo que la consciencia de la persona que practica Atención Plena quede fijada en el momento presente, y observe y sienta las sensaciones que llegan del aquí y ahora sin juzgarlas o valorarlas en términos morales. Así, la experiencia del Mindfulness consiste en prestar plena atención a lo que sucede en el momento, sin dejarnos arrastrar por nuestras preocupaciones ligadas a lo que está en nuestro pasado o a lo que podría llegar en el futuro.
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¿En qué consiste la Terapia de Aceptación y Compromiso?
Por otro lado, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT, por sus siglas en inglés) es una forma de psicoterapia que renuncia al objetivo de hacer desaparecer totalmente el malestar o el dolor (físico o emocional) y se centra en ayudar a las personas a aceptar los elementos de la vida asociados al displacer, para no darles más poder del que realmente tienen.
Y es que una de las ideas en las que se basa la ACT es que tratar de eliminar lo que nos hace sentir mal hace que vuelva una y otra vez a nuestra mente, por lo que aprender a convivir con ello, especialmente cuando no tenemos un control total sobre lo que nos hace sentir de esa manera, es la manera más recomendable de limitar su efecto desgastante de la salud mental.
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El potencial terapéutico de la Atención Plena y la ACT
Como hemos visto, tanto la ACT como el Mindfulness tienen en común que nos llevan a una experiencia basada en la aceptación y la posibilidad de ver nuestros problemas con perspectiva, para dejar de intentar “apagar fuegos” y poner en el centro de nuestras prioridades aquellas soluciones que realmente contribuyen a nuestra salud mental a medio y largo plazo, en vez de tratar de sentirnos perfectamente bien de manera inmediata. Es por eso que la combinación de estos dos elementos resulta tan ventajosa en psicoterapia. En ambos casos, se fomenta un cambio de mentalidad a la hora de gestionar las emociones y las experiencias vinculadas al malestar, algo que permite caer en las dinámicas comportamentales de auto-sabotaje.
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