Las hormigas son insectos muy comunes y fáciles de encontrar en nuestro día a día, incluso dentro de una ciudad. Basta con ir a un parque para poder encontrar algún hormiguero o una fila de estos seres recogiendo comida. Al contrario que lo que ocurre con otros insectos como las cucarachas, por lo general las hormigas no son vistas con excesivo desagrado por la mayoría de la población. De hecho, muchas incluso aparecen en fábulas y cuentos como un ejemplo de tenacidad, esfuerzo y organización.
Sin embargo, para muchas personas la sola idea de ver a uno de estos seres supone la aparición de un pánico y ansiedad extremos, junto con la necesidad de huir de dicho ser y evitar los lugares en que puedan llegar a estar. Es lo que les ocurre a aquellas personas con mirmecofobia.
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Mirmecofobia: la fobia a las hormigas
Se entiende como mirmecofobia a la fobia a las hormigas, es decir, una variante de trastorno de ansiedad. Se trata de una de las fobias específicas vinculadas a la presencia de algún tipo de animal, siendo este tipo de fobias relativamente frecuentes en la población.
Como fobia que es supone la existencia de un miedo irracional o desproporcionado vinculado a la aparición de un estímulo o situación, en este caso las hormigas. Dicho miedo o pavor aparece de manera consistente cada vez que el organismo es expuesto a la presencia de hormigas, surgiendo una necesidad urgente de huir o evitar estar ante su presencia o mantener contacto con ellas. Esta necesidad suele conducir a la evitación real tanto de las hormigas como de lugares en que sea frecuente su aparición. Si no puede huirse la persona que la padece puede permanecer ante la estimulación, pero experimentando un nivel de ansiedad y malestar muy elevado.
Para quienes tienen esta fobia, ver una fila de hormigas o incluso una sola de ellas supone un suplicio. Lo mismo ocurre ante la visión de un hormiguero, aunque no haya presencia visible de sus habitantes en las inmediaciones. El pánico sentido les genera una elevada sensación de activación fisiológica, siendo habitual la presencia de sudoración, temblores, taquicardia, hiperventilación, tensión muscular e incluso alteraciones gastrointestinales como náuseas y vómitos. Puede llegar a producirse una crisis de ansiedad o ataque de pánico. Además, no es infrecuente que al visualizar una hormiga puedan experimentar cosquilleos o la sensación de que están trepando por su cuerpo.
La mirmecofobia puede generar que la persona evite lugares como el campo, los parques o las zonas verdes. Ello puede provocar una interrupción o limitación en la vida del paciente, evitando por ejemplo llevar a los hijos a jugar al parque, realizar deporte al aire libre o visitar zonas rurales. Sin embargo, a nivel general no suele generar una afectación en la mayoría de ámbitos vitales, ya que aunque es relativamente sencillo encontrar hormigas tampoco se encuentran presentes y visibles en la mayoría de lugares que frecuentamos.
Aunque no se trata de una condición que resulte peligrosa per se para la salud, lo cierto es que en algunos casos puede llevar a conductas potencialmente peligrosas. Existen casos documentados de personas que se han prendido fuego a causa del pánico al notar que tenían hormigas en el cuerpo.
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Causas: ¿una fobia de origen adaptativo?
Las causas de la mirmecofobia y de las otras fobias específicas no están totalmente claras y dependen en gran medida de cada caso. Existen diferentes hipótesis al respecto, en su mayoría vinculando aspectos biológicos y los eventos y aprendizajes vividos por parte del sujeto.
En el caso de las fobias relacionadas con animales y especialmente con insectos, como el caso que nos ocupa, una de las hipótesis más viables y consideradas es la teoría de la preparación de Seligman. Dicha teoría estipula que el miedo o pánico a determinados animales es producto de la evolución: a lo largo de nuestro desarrollo como especie el ser humano aprendió que la picadura de muchos insectos era peligrosa, sobreviviendo en mayor medida aquellos sujetos con una tendencia natural a evitarlos. De este modo, la respuesta de pánico que conduce a la evitación del animal en cuestión (en este caso de las hormigas) sería producto de la herencia transmitida por nuestros antepasados.
El aprendizaje a partir de la experiencia de situaciones aversivas vinculadas a hormigas es también otra de las hipótesis planteadas, asociando a la figura de la hormiga a elementos negativos a través del condicionamiento.
Tratamiento
La mirmecofobia es un trastorno fóbico que puede tratarse mediante terapia. El método que se ha demostrado más efectivo para combatirla y solucionarla es, aunque pueda parecer cruel, la terapia de exposición.
Esta terapia se basa en que el paciente se exponga al estímulo temido, en esta caso las hormigas, sin realizar conductas de evitación. Generalmente, para llevar a cabo la terapia de exposición se requiere una aproximación gradual: antes de la exposición en sí paciente y terapeuta construyen conjuntamente una jerarquía de situaciones o estímulos generadores de ansiedad, ordenándolos según el grado de ansiedad y pánico generados. Por ejemplo, no va a generar el mismo nivel de ansiedad ver un hormiguero que hormigas moviéndose, o no es lo mismo ver a una hormiga que dejar que se nos pasee por la mano.
Se recomienda empezar por estímulos de mediana intensidad, si bien va a ir en función de lo que el paciente sea capaz de soportar. El sujeto tendrá que permanecer en la situación hasta la que ansiedad generada haya desaparecido en gran medida y no tenga aparezca la necesidad de evitar la situación. Se continuará con el mismo estímulo hasta que se produzca como mínimo dos exposiciones con un nivel de ansiedad mínimo, antes de pasar al siguiente estímulo de la jerarquía. Puede permitirse una huida temporal si la ansiedad le sobrepasa, siempre que se comprometa a volver.
Generalmente la versión de la exposición más utilizada y mejor valorada es la exposición en vivo (es decir con estímulos reales), pero también puede emplearse la realidad virtual (especialmente en el caso que nos ocupa) de cara a que el terapeuta pueda controlar en mayor medida la estimulación que recibe el paciente. También puede usarse la exposición en imaginación en aquellos casos en que haya una ansiedad inicial muy elevada, en ocasiones como preámbulo a la exposición en vivo.
También puede ser de utilidad emplear técnicas de relajación para disminuir la ansiedad sentida por el paciente, tanto a la hora de afrontar el estímulo o como manera de prepararse para la exposición. Eso sí, dicha técnica debe emplearse para relajarse, siendo importante que no se utilice como evitación o escape mental del estímulo temido. En ocasiones puede ser necesario aplicar reestructuración cognitiva, de cara a combatir creencias disfuncionales que puedan ser origen o factor de mantenimiento del pánico (por ejemplo, creencia en la incompetencia o la imposibilidad de hacer frente a su miedo).
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Referencias bibliográficas
- American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Quinta edición. DSM-V. Masson, Barcelona.
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