Es posible estar triste sin razón aparente; es una sensación más habitual de lo que creemos y, por tanto, no debemos sentirnos culpables por esto. Tenerlo todo no es motivo suficiente para ser feliz.
La tristeza es una emoción básica que podemos sentir cuando algún aspecto de nuestro entorno o algún estado interno nos afecta, generando en nosotros una sensación desagradable. Pero esto no quiere decir que no sea funcional o la debamos evitar, ya que nos puede ayudar a saber qué es lo que nos sucede y así poderlo trabajar y afrontar. Permítete estar triste y no te sientas mal por ello.
En este artículo describiremos qué se entiende por tristeza y cuáles pueden ser sus funciones, y por qué muchas personas llegan a una situación en la que se preguntan: "¿por qué estoy triste si mi vida está bien?".
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¿Qué entendemos por tristeza?
La sociedad nos marca unos objetivos o unos logros que debemos alcanzar para ser felices, pero... ¿Realmente es lo que queremos? Del mismo modo, vivimos una vida acelerada que casi no nos permite tener tiempo para nosotros y valorar lo que tenemos. Nos enseñan a querer siempre más y nunca llegar a un nivel en el que stemos emocionalmente saciados.
La tristeza es una de las seis emociones básicas; este término se refiere a que es una emoción que presenta unas características propias, diferentes de las otras y que todo el mundo sabe identificar cuando percibe la expresión de tristeza. Aparece así un estado de apatía, falta de motivación; anhedonia, falta de sensación de placer; disminución del hambre… que como es de esperar genera una sensación desagradable en los individuos que la sufren.
Pero contrariamente a lo que cabría esperar, no la consideraremos una emoción desadaptativa. Todas las emociones, tanto las consideradas positivas como negativas, son funcionales, es decir, actúan como señal de cómo está nuestro entorno y de cómo estamos interiormente. Dicho de otra manera, nos ayudan a darnos cuenta de cómo estamos, qué aspectos positivos o negativos nos rodean o cómo nos sentimos en nuestro interior.
Así, es muy importante no confundir la tristeza con la depresión, ya que esta confusión es muy típica en la sociedad en que vivimos, ya que se tiende a usar indistintamente, como sinónimos, un término u otro, “estoy deprimido” y “estoy triste”. Realmente estos no se refieren a lo mismo, ya que a diferencia de la tristeza, que como hemos visto es una emoción básica y puede ser funcional, la depresión se considera un trastorno, y como tal, puede presentar como síntoma la tristeza, pero también tendrá que cumplir el criterio de no funcionalidad, de afectación en la vida del sujeto.
Así pues es muy importante no confundir los términos, la tristeza es una emoción necesaria que nos ayudará a saber cómo nos encontramos y a conocer qué nos gusta y qué no, que nos hace estar bien y que nos hace estar mal… Por lo contrario, la depresión no es funcional, afecta al bienestar del individuo, considerándose por tanto una patología.
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Si lo tengo todo... ¿Por qué estoy triste?
De este modo, la tristeza puede actuar como señal que nos indique que algo está mal, pero también puede aparecer sin que parezca que hay una razón aparente, sin que haya una causa visible o clara que la genere.
Así pues las causas de estar triste pueden ser múltiples y en ocasiones estas no son tan claras. Por ejemplo, puede que lo que nos genera tristeza sean acontecimientos que sucedieron hace tiempo y no hemos superado o curado bien o sucesos que en el momento no nos afectaron pero a partir de los cuales se ha desarrollado el malestar tiempo después.
La aparición de la tristeza no responde a un mecanismo simple de causa-efecto ni tiene una duración determinada; esto quiere decir que puede que acontezca un suceso desagradable o negativo para nosotros y la tristeza no se muestre justo después, sino pasado un tiempo y del mismo modo cada persona y situación es distinta; por tanto, la duración de la tristeza puede variar según el individuo que la sufra o en el momento de vida que se presente, puede variar.
Del mismo modo, en muchas ocasiones tendemos solo a valorar lo que tenemos o como nos encontramos externamente sin tener en cuenta como estamos en el interior. Es decir, la tristeza puede producirse tanto por acontecimientos externos como internos, así que se puede dar la situación que lo tengamos todo, faena, vivienda, pareja, amigos… pero nos sintamos tristes, ya que el problema puede que se deba que no estamos bien internamente.
De este modo, si nos estamos bien con nosotros mismo no podemos estar al 100% aunque externamente no nos falta nada.
Otro punto a valorar es si realmente “tenerlo todo” es lo que nos hace felices. Muchas veces, lo que las personas consideran que es tenerlo todo depende de una construcción social y de la cultura a la que pertenecen, es decir, lo que socialmente se valora como logro y como objetivo a alcanzar.
Desde pequeños crecemos rodeados de unas creencias que nos van influyendo, el mundo en el que vivimos nos marcan unos objetivos que debemos cumplir si queremos ser felices, como podría ser encontrar una pareja con la que poder tener hijos y formar una familia, conseguir un trabajo estable, independizarse y tener una vivienda propia, entre muchos otros. Pero, y si realmente esto que nos han dicho que comporta la felicidad no es lo que a nosotros nos hace felices, y si soy mujer y no quiero tener hijos, y si quiero estar soltero.
Estas son consideraciones que debemos tener en cuenta, ya que tenemos tendencia a no cuestionarnos las cosas y a aceptarlas tal cual nos las dicen, y puede que aun teniendo todo lo que se supone que nos debe hacer felices nos sentimos tristes porque no es lo que en verdad queremos nosotros sino lo que nos ha establecido o marcado la sociedad.
Otro factor que podría estar generándonos tristeza es la falta de disfrute de la situación; puede que tengamos todo lo que realmente queremos y nos haría felices, pero no le dedicamos tiempo para valorarlo y disfrutarlo. Vivimos acelerados, con un ritmo de vida que no nos deja descansar, la sociedad constantemente nos exige estar haciendo cosas para alcanzar nuestros logros, sin de este modo poder disfrutar de lo que ya tenemos, pensamos continuamente en el futuro, actuamos para alcanzar algo pero no nos paremos a vivir el presente, a ser felices con lo que ya tenemos.
Así pues, no es extraño que perdamos el interés cuando ya conseguimos un objetivo, que dejemos de valorar lo que tenemos para centrar todas nuestras fuerzas en lograr lo que no tenemos. Como hemos dicho la sociedad nos exige conseguir cosas, nunca siendo suficiente, propiciando que lo que tenemos pierda valor y solo queramos lo que no poseemos.
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Cómo afrontar la sensación de tristeza
Para poder manejar y afrontar la tristeza será necesario que nos detengamos, que dejemos de centrar el foco en el exterior y nos fijemos en nosotros mismos, en el interior, en qué es lo que no nos deja estar bien o qué es lo que nosotros verdaderamente queremos.
A los seres humanos nos gusta o necesitamos tener la sensación de que controlamos todo y de que podemos saber la causa y razón de todas las cosas que suceden. Pero hay acontecimientos, hechos, sensaciones que no tiene una explicación tan clara que tampoco depende de nosotros que se den o desaparezcan. Influyen factores que no podemos modificar, como por ejemplo la genética, hay personas que tienen más predisposición a tener un tipo de sensaciones, ya que presentan unos rasgos determinados. Del mismo modo también se pueden dar desregulaciones biológicas en las hormonas, en los neurotransmisores… que afectan a cómo nos sentimos.
Así pues, no todo depende de nosotros y, por tanto, no nos debemos culpar por ello. Tendemos a culpabilizar a la propia persona cuando se muestra triste sin motivo, haciendo que esta entre en un bucle de culpabilización y tristeza, ya que cuanto más nos autoculpemos más tristes nos sentiremos y como consecuencia hará también que nos sigamos culpando más por ello.
Por consiguiente, puede ayudar dedicarte tiempo a ti mismo/a: escucharte, conocerte, saber qué es lo que realmente quieres y valorar lo que tienes, vivir en el presente y no estar continuamente pensando en el futuro, en alcanzar nuevos logros.
Del mismo modo, permítete sentirte triste; es una emoción funcional que no debemos evitar. No intentes negar o te sientas mal o culpable por estar triste, ya que esto solo hará que la situación empeore y estés peor, sin permitirte afrontar y manejar adecuadamente la situación. Tenemos que aprender a desestigmatizar la tristeza, no es mala y es imposible y disfuncional estar siempre feliz.
Por último, apuntar que siempre podemos pedir ayuda profesional si vemos que no podemos afrontar la situación y notamos que esta nos supera. Llegar a la conclusión de que es momento de ir a psicoterapia no es ningún fracaso; el psicólogo nos pueden dar herramientas y estrategias más específicas y llevar un mejor control de nuestra situación.