En las últimas décadas la calidad y eficiencia de los tratamientos psicológicos se ha acrecentado notablemente, en buena medida por la tendencia cada vez más generalizada de los psicoterapeutas a integrar diferentes elementos de los modelos psicoterapéuticos clásicos.
La integración permite elaborar una visión más integral y holística de la persona, su mundo relacional y su contexto social. En este artículo veremos cuáles son las características de la psicoterapia integradora, y en qué se basa.
¿Qué es la psicoterapia integradora?
Los modelos integradores se diferencian de los eclécticos en que los primeros no utilizan técnicas de manera más o menos aislada, según las características y necesidades de la persona, sino que parten de una visión integral del ser humano que permite dar sentido y coherencia a los diferentes elementos en su conjunto.
Ahora bien, esto no quiere decir que haya una única manera de abordar los problemas psicológicos, como si de una “verdad absoluta” se tratara, ni mucho menos.
Puede darse y, de hecho, así ocurre la mayoría de las veces, que cada psicoterapeuta particular integre elementos de una u otra manera, que dé más peso a unos factores frente a otros, por ejemplo, a las emociones frente a las cogniciones o las conductas, etc. Va a depender de la base general o, por decirlo de otra manera, del modelo integrador del que parta el profesional.
Aunque se integren elementos y técnicas de otros modelos psicoterapéuticos, siempre suele haber uno de fondo, más general, que predomina y permite integrarlos, a modo de “paraguas epistemológico”.
Las escuelas psicoterapéuticas
Pero... ¿cuáles son los grandes modelos psicoterapéuticos que habitualmente sirven de base para una integración de otros componentes y técnicas? Son muchas las escuelas y sub-escuelas psicoterapéuticas, aunque podríamos hablar, básicamente, de cuatro grandes orientaciones: la cognitivo-conductual, la psicodinámica, la sistémica y la humanista.
¿Cómo pueden utilizarse los distintos modelos de forma integrativa? ¿Qué claves de exploración, análisis e intervención pueden permitir cada uno de ellos? Vamos a hacer una breve descripción de las pautas que cada uno de estos modelos enfatiza de forma principal, aunque haciendo la salvedad de que casi nunca existen modelos “puros” completamente, pues, de una u otra manera, todos contemplan los demás factores, superponiéndose, entremezclándose y retroalimentándose mutuamente.
Modelo cognitivo-conductual
El modelo cognitivo-conductual suele centrarse más en las teorías del aprendizaje y cómo el control de los estímulos afecta al comportamiento humano. Así, el prisma desde el que se enfoca el problema que trae el paciente se aborda desde el condicionamiento clásico, el condicionamiento operante... técnicas encaminadas a reducir o aumentar, según los casos, las conductas con las que se quiere trabajar (por ejemplo, reducir el consumo abusivo de alcohol o dejar de fumar).
El elemento cognitivo, es decir, trabajar con los pensamientos, ha ido adquiriendo cada vez un mayor protagonismo frente a los enfoques meramente conductuales. Trabajar con las construcciones y narrativas que las personas hacen de su realidad (lo que Watzlawick ha llamado “la realidad de segundo orden”) es básico: los esquemas cognitivos, supuestos básicos, pensamientos automáticos, sesgos y tendencias de pensamiento automatizadas, etc., son abordados desde, por ejemplo, la reestructuración cognitiva.
Modelo psicodinámico
El modelo psicodinámico, muy influido por el psicoanálisis, suele poner la atención en los aspectos biográficos y cómo experiencias tempranas o pasadas (aunque no solo, pues también se centran en el presente) están influyendo en la actualidad.
Desde este enfoque, en el que el trabajo con el inconsciente es lo nuclear, toman especial relevancia los mecanismos de defensa, el trabajo con la transferencia y la contratransferencia, la interpretación y elaboración de las conductas de los pacientes, la toma de conciencia de modelos vinculares automatizados y conflictos relacionales, etc. Todo ello permite profundizar en la vida intrapsíquica y relacional de los pacientes.
Es importante decir que, aunque el psicoanálisis se asocia habitualmente con tratamientos de muy larga duración, que se pueden prolongar durante muchos años, lo cierto es que cada vez se tienden a hacer abordajes breves centrados en aspectos concretos de la vida de la persona y que tienen que ver directamente con su problemática (por ejemplo, los triángulos del conflicto de Malan, los modelos de relación de Horowitz, etc.).
Los aportes que puede hacer los enfoques psicodinámicos no deben ser desdeñados, siendo de gran utilidad, por ejemplo, la concepción que tienen de los conflictos relacionales y su vinculación con la salud.
Modelo sistémico
Desde el modelo sistémico-relacional, en el que se concibe a la persona dentro de un sistema mayor con el que interactúa y donde se da una retroalimentación permanente entre sus miembros, la atención se suele poner en las interacciones, en la comunicación, en las dinámicas y pautas relacionales, en el lugar que la persona tiene dentro del sistema (su rol, etc.).
Un aspecto importante de esta manera de trabajar es que se pone la atención en cómo las personas se influyen mutuamente y qué efectos tienen unos sobre otro ante determinadas situaciones (por ejemplo, de qué manera padres e hijos se retroalimentan para dificultar que los hijos puedan madurar e independizarse o, cómo se comportan frente a la enfermedad de un familiar, estableciendo roles rígidos de funcionamiento, etc.).
Modelos humanistas
Desde los modelos humanistas como, por ejemplo, la terapia centrada en el cliente de Rogers o la terapia Gestalt de Fritz Perls, el énfasis se pone en la toma de conciencia y la responsabilización de los comportamientos y de la propia vida de la persona.
La terapia centrada en el cliente fomenta el desarrollo personal y la confianza en las potencialidades de cada persona (se parte del supuesto de que, si se facilitan las condiciones adecuadas, la persona podrá actualizar sus potencialidades según sus necesidades).
Para la terapia Gestalt, un modelo eminentemente experiencial, el trabajo tiene que ir siempre encaminado a la toma de conciencia de para qué la persona hace lo que hace (en lugar del porqué, más propio del psicoanálisis), el trabajo con la experiencia emocional y corporal en el aquí y ahora (lo que fomenta el darse cuenta) y la auto responsabilización de sus emociones, pensamientos y acciones, buscando la coherencia personal.
¿Desde dónde empezar a diseñar el enfoque?
A riesgo de simplificar demasiado las cosas, podríamos decir que éstas son las principales características de cada modelo y a partir de las cuales evalúan y tratan a sus clientes. Pero si se quiere hacer un verdadero trabajo integrativo, es necesario tener un modelo general, una determinada manera de entender al ser humano, que permita hacer esta integración. Por lo que es muy importante hacerse la pregunta desde dónde se están integrando las distintas pautas y factores.
A nosotros nos parecen especialmente útiles los enfoques relacionales, en los que se pone la atención, tanto implícita como explícitamente, en los modos en que las personas han construido sus vínculos y qué tipo de relaciones establecen con los demás.
El cómo se relacionan y cómo se comportan las personas, ya sea consciente o inconscientemente, ofrece claves de trabajo psicológicas generales desde donde empezar a redefinir el problema que trae la persona, así como la manera de empezar a introducir cambios en las pautas relaciones.
La teoría del apego de Bowlby y sus desarrollos posteriores puede ser uno de esos “paraguas epistemológicos” de los que hablábamos más arriba, pues permite esa integración de factores psicológicos de distintas escuelas.
Desde aproximaciones posmodernas, las terapias narrativas y discursivas han sido otros marcos generales desde los que hacer la integración. Algunos autores incluso han vinculado en un único modelo la teoría del apego y la terapia narrativa para realizar esta integración de técnicas psicológicas. Estos modelos han cuestionado el llamado mito de “la mente aislada” que en la tradición psicológica científica ha prevalecido durante décadas, influido por el positivismo.
El contexto, el grupo, la cultura y los valores, el carácter constitutivo del lenguaje, etc. son elementos que han venido a enriquecer y ampliar los abordajes en las psicoterapias actuales, yendo más allá del abordaje meramente individual e intrasubjetivo.
Autor: Diego Albarracín Psicólogo de El Prado Psicólogos, experto en Psicología Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Formación superior en Terapia de la Gestalt. Sexólogo. Mediador.